
Con una inversión proyectada en 63 mil millones de pesos y un ambicioso plan de expansión portuaria hacia el vaso II de la Laguna de Cuyutlán, el Puerto Nuevo Manzanillo se perfila como uno de los desarrollos logísticos de mayor envergadura en México.
Sin embargo, como ocurre en todo megaproyecto de infraestructura, el dinamismo siempre va a contraflujo.
Anunciado formalmente en noviembre de 2024 con el banderazo de Claudia Sheinbaum, el proyecto tiene como meta colocar a Manzanillo entre los 15 puertos más grandes del mundo a partir de 2030 a largo plazo, con capacidad para movilizar hasta 10 millones de TEU al año (es decir, llevar el recinto a niveles de Los Ángeles o Long Beach).
El recinto ha sido proyectado con cuatro terminales especializadas, vialidades, túnel, nuevo antepuerto, aduanas, nuevas dársenas, para recibir mega buques Super Post-Panamax y petroleros de gran calado.
Un avance más dinámico
Según información oficial, la Etapa I incluiría el diseño de muelles, tablestacado y dragado.
Dichas propuestas habrían sido recibidas el 13 de diciembre de 2024, con fallo previsto el día 20 e inicio de obra el 23 de diciembre pasado, a ejecutarse en 150 días naturales.
Es público, no obstante, que parte de la infraestructura básica, como el canal de navegación, solo deberá ampliarse a 250 metros de ancho por 17 metros de profundidad, porque ya había sido construida desde años atrás, cuando el proyecto Cuyutlán fue concebido alrededor de 2010 como respuesta a la saturación del actual puerto.
Hoy, la urgencia comercial le ha devuelto vigencia.
El desafío logístico-terrestre
De acuerdo con Armando Zalazar, global contract director de Eternity México, la clave para que el megaproyecto funcione está en coordinar simultáneamente infraestructura terrestre, ferroviaria y procesos aduanales.
“Invertir en este nuevo puerto se percibe positivamente, pero es indispensable que las operaciones de ingreso y salida de carga sean fluidas, y que se implanten esquemas de premodulación, para agilizar validaciones y trámites”.
El especialista advirtió que, sin una planeación logística integral, ni el mejor puerto del mundo podría operar a su máxima capacidad.
El reto es que vialidades, accesos y servicios aduanales acompañen el crecimiento de capacidad portuaria.
El modelo de relocalización
Como parte de la Etapa II (2025–2030), se contempla la relocalización de la Terminal Especializada de Contenedores (TEC), de San Pedrito hacia Cuyutlán, replicando lo hecho en Veracruz, que trasladó sus operaciones al puerto nuevo conocido como Bahía Norte.
Por ello, algunas terminales ya negocian con la Asipona Manzanillo su eventual traslado, de acuerdo con informes de agentes privados cercanos a las reuniones ejecutivas.
De hecho, el Programa de Adquisiciones 2025 ya incluye una licitación pública para esta segunda fase, con adjudicación estimada en 4.38 millones de pesos, aunque el avance del concurso aún no se ha dado a conocer.
Medioambiente y desarrollo
El megaproyecto ha despertado algunas inquietudes ambientales, especialmente por su impacto sobre los manglares y biodiversidad de la laguna, pero al parecer todo está bajo control.
Miguel Arturo Giles Maldonado, maestro en Ciencias y especialista en Desarrollo Sustentable, defendió que los Estudios de Impacto Ambiental (EIA) se han elaborado conforme a norma, buscando un desarrollo a saldo ambiental positivo, preservando el cuerpo lagunar.
A la par, las Manifestaciones de Impacto Ambiental (MIA) continúan su trámite, mientras algunas obras se ejecutan con supervisión de Semar y el gobierno estatal.
El mercado decidirá
A pesar de la envergadura financiera y las proyecciones oficiales, especialistas consultados coinciden en que el éxito real de Cuyutlán dependerá del comportamiento del mercado internacional y de los flujos de carga en el Pacífico mexicano.
Como bien lo resumen los informes comerciales: “el mercado, que es amo y señor del comercio, aún deberá dar su veredicto”.
Una sentencia que no se dicta desde los escritorios, sino en los patios de carga, las tarifas de flete y la preferencia de navieras globales, un tema donde al parecer la Semar está actuando acertadamente, buscando dar entrada a concesionarios de experiencia.
De cumplirse los plazos, las primeras áreas operativas podrían activarse entre 2025 y 2026.
Pero más allá de los tiempos, el verdadero reto será garantizar que las inversiones complementarias —vialidades, aduanas y conexiones ferroviarias— avancen al mismo ritmo que el puerto, para evitar reproducir los cuellos de botella que motivaron este nuevo puerto...ENVIADO A VAXTUXPAN