Presidencia de la República
Por Yanet Aguilar Sosa
Por Yanet Aguilar Sosa
El Universal
Ciudad de México. octubre de 2007
Que una de las salas de la Casa del Lago lleve su nombre representa para el escritor José Emilio Pacheco un reconocimiento que consiste “en dar su lugar a la infantería; en el caso específico de un miembro más de esa tropa anónima que con su trabajo hacen posible las empresas culturales”.
Así aceptó el homenaje que ayer le rindió la UNAM en presencia del rector, Juan Ramón de la Fuente, porque de otra manera no lo hubiera entendido, pues “yo no merezco esta distinción”, la Casa del Lago de esos años “no giró en derredor de mí, no fui su estrella y ni siquiera una de sus estrellas”, como lo fueron Juan José Arreola, Tomás Segovia y Juan Vicente Melo, además de Juan García Ponce, Juan José Gurrola y José de la Colina.
El autor de Morirás lejos y Las batallas en el desierto aseguró que “uno sólo es un pequeño eslabón en la cadena de las generaciones, la verdadera continuidad es el cambio, la única perduración posible es la que se logra a través de los demás, de los que vienen después; la nostalgia es inútil si nos invade, lo que importa es lo que se hace hoy y lo que se hará mañana”.
El escritor, que fue considerado por el rector de la UNAM parte fundamental del patrimonio intangible de la Universidad y de México, que ha enriquecido con su obra a los habitantes de México y del mundo, recordó su cercanía con la Casa del Lago, desde que Jaime García Terrés le encargó un proyecto para hacer de este espacio un centro cultural, y luego, cuando Juan Vicente Melo le pidió dar un curso de iniciación a la literatura.
Margo Glantz e Ignacio Solares fueron los encargados de recordar el paso de José Emilio Pacheco por la UNAM; los dos celebraron su compromiso con el magisterio y con las letras, sin olvidar sus colaboraciones en publicaciones periodísticas que aparecían sólo con sus siglas o de manera anónima.
Solares celebró que para Pacheco la palabra es instrumento capaz de iluminar la sombra: “Afirma una y otra vez en su obra que la poesía contiene lo mejor del hombre y es una garantía contra la muerte, contra el desastre”.
Que una de las salas de la Casa del Lago lleve su nombre representa para el escritor José Emilio Pacheco un reconocimiento que consiste “en dar su lugar a la infantería; en el caso específico de un miembro más de esa tropa anónima que con su trabajo hacen posible las empresas culturales”.
Así aceptó el homenaje que ayer le rindió la UNAM en presencia del rector, Juan Ramón de la Fuente, porque de otra manera no lo hubiera entendido, pues “yo no merezco esta distinción”, la Casa del Lago de esos años “no giró en derredor de mí, no fui su estrella y ni siquiera una de sus estrellas”, como lo fueron Juan José Arreola, Tomás Segovia y Juan Vicente Melo, además de Juan García Ponce, Juan José Gurrola y José de la Colina.
El autor de Morirás lejos y Las batallas en el desierto aseguró que “uno sólo es un pequeño eslabón en la cadena de las generaciones, la verdadera continuidad es el cambio, la única perduración posible es la que se logra a través de los demás, de los que vienen después; la nostalgia es inútil si nos invade, lo que importa es lo que se hace hoy y lo que se hará mañana”.
El escritor, que fue considerado por el rector de la UNAM parte fundamental del patrimonio intangible de la Universidad y de México, que ha enriquecido con su obra a los habitantes de México y del mundo, recordó su cercanía con la Casa del Lago, desde que Jaime García Terrés le encargó un proyecto para hacer de este espacio un centro cultural, y luego, cuando Juan Vicente Melo le pidió dar un curso de iniciación a la literatura.
Margo Glantz e Ignacio Solares fueron los encargados de recordar el paso de José Emilio Pacheco por la UNAM; los dos celebraron su compromiso con el magisterio y con las letras, sin olvidar sus colaboraciones en publicaciones periodísticas que aparecían sólo con sus siglas o de manera anónima.
Solares celebró que para Pacheco la palabra es instrumento capaz de iluminar la sombra: “Afirma una y otra vez en su obra que la poesía contiene lo mejor del hombre y es una garantía contra la muerte, contra el desastre”.
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