sábado, 26 de enero de 2008

CARTA SENTIDA...




Por Miguel Camín





--“¡Pues qué hace usted a lo largo del día!”, pregunta el señor adinerado
--“¡Me soporto!”, responde el indigente.

Tolerante editor, le suplico publique las siguientes líneas:

Apesadumbrado me encuentro. Le ofrezco a usted señor editor, y al autor del Observatorio de Joseph y a Fernando Morales una oportuna disculpa. Me excedí en el comentario último publicado, y aún cuando pudiese haber razones para debatir sus textos quizá el camino elegido por mí fue el menos apropiado. La participación de ellos dos, junta a la suya, en el blog, tiene especial valor pues hacen uso de su libertad ejerciéndola en la expresión escrita, como reino inalienable de nuestros derechos en convivencia. No pretendo desanimar a quienes escriben, a pesar de mi convicción devota hacia un acercamiento lo más a tratar a las cosas con un económico y claro lenguaje. Pero mis convicciones no tienen que ser las de ellos, ni las de nadie más. Cada obseso con su sueño, y yo me quedo con el mío. Y ellos… ellos tendrán, al igual que usted, sus propios desvelos.
No es justificable el tono y el contenido del comentario en cuestión, pero tal vez se entienda los motivos que lo fraguaron si doy datos generales de su contexto. Mi hijo, que es un pequeño, despertó ese día miércoles temprano y la emprendió contra nosotros, sus padres, que divertidos ingeniábamos pasatiempos para contenerlo. Mi esposa le encendió el televisor y yo me dirigí al librero. Tomé –por qué razón: no lo sé—“Marinero en Tierra” de Rafael Alberti, en una edición popular que mi padre me obsequió cuando viví una temporada muy breve siendo niño en Andalucía, para ser más preciso en Mazagón, un pintoresco poblado de pescadores, cercano a Palos de la Frontera, a unos 20 kilómetros de Huelva, y que en verano quema el sol. Volví a la habitación y me acomodé sobre la cama y leí: “El mar. La mar./El mar. ¡Sólo la mar!/ ¿Por qué me trajiste, padre,/a la ciudad­?/¿Por qué me desenterraste/del mar?/ En sueños, la marejada/me tira del corazón./Se lo quiere llevar./Padre, ¿por qué me trajiste/acá”, y hube terminado una vez, mi hijo seguía concentrado en los dibujos animados Backyardigans, y sus ojos y oídos eran para Uniqua, esa hormiga grande color rosa que canta y baila con sus amiguitos, y no para Alberti. Cerré el libro, lo reacomodé en el estante, prendí el ordenador, busqué vaxtuxpan y lo demás ya es de dominio público.
Gracias.
Miguel Camín.


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