jueves, 5 de junio de 2008

COMENTARIO DE MIGUEL CAMÍN...



“…sólo algunos podrán saborear este fruto amargo sin peligro”

Estimado editor, de todos lo ingredientes que componen los textos que escribo, el de la diversión es el predilecto. La ofuscación y el escepticismo, el improperio y el escarnio que tanto guardo en estima a la hora de elaborar mis escritos están peldaños debajo del regocijo, que es la primera y última razón de su existencia. Nunca he tomado en serio nada ni a nadie, sin que ello sea interpretado como que para mí todo carece de importancia. Cuando me dispongo a redactar la columna Retratos busco tener en punta todos mis sentidos, el intelecto lo subordino a estos. Hago memoria de los personajes y sus actos públicos y cuando los logró encuadrar suelto la jauría de mis vísceras con una diversión, que sin ella caería fulminado por una afección hepática. Lo refrendo, escribo por prescripción médica. La risa me cura. Me acusan, editor, de “no medir las consecuencias” de lo que escribo en Retratos, y no son pocos los que se darían por satisfechos si usted me cancela el acceso a su Blog. Son hombres y mujeres de almas tímidas, a quienes recomendaría no leerme, dar marcha tras. Tengo una opinión muy precisa de ellos, lapidaria. Son peor de lo que yo los he descrito. Pero no son distintos a nosotros, los demás. Son humanos. Sólo que son hombres y mujeres que no viven en la intimidad sus miserias, las sacan a orear, las exhiben en actos y lugares públicos a la vista de todos. Declaran, vierten opiniones, aprueban reglamentos y leyes, dan órdenes, elaboran y ejecutan proyectos, entre otras acciones, y desean, desean siempre que les digamos que son una chingonería, aunque el común denominador de sus actos sea hacer y expresar pendejadas. Si fuese todo lo contrario, si cada movimiento suyo generara provecho colectivo esta ciudad sería distinta.

En Fanny y Alexander, película de Bergman, el tío de ellos en noche de navidad –solemne y aburrida, saturada de hipocresía— los baja al sótano y les pregunta si desean escuchar cohetes, los niños se miran y miran al tío, quien autorizado por las miradas de Fanny y Alexander, corre, obeso, vasto, de un lado a otro, y sólo queda quieto para levantar el culo, y reventarse sonorísimos pedos. Los pequeños se divierten.

Gracias.
Miguel Camín
retratos1@gmail.com

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