



Amigas brigadistas: Antes de leer un texto, que escribí para esta asamblea, quiero que recordemos que hoy hace 38 años falleció el mejor presidente del siglo XX en nuestro país, el general Lázaro Cárdenas del Río. También quiero que recordemos un momento a Susana Manzanares, una compañera de lucha, fundadora de este movimiento, que falleció hace unos días. También nuestro homenaje a Susana.
Amigas brigadistas: Nos corresponde, en este último y definitorio momento, defender el petróleo, en medio de una profunda crisis económica y de descomposición social. Ustedes saben bien lo que está sucediendo abajo, en los hogares de millones de familias mexicanas. A ustedes les consta que hay incertidumbre y que la gente está angustiada por el desempleo, los constantes aumentos de precios en bienes y servicios, y por la falta de dinero para cubrir los gastos de alimentación, educación, salud, vivienda y para pagar la luz, el agua y el pasaje.
En esta difícil circunstancia, nuestro movimiento ha hecho todo lo posible por ayudar a la gente y enfrentar estas calamidades, que en mucho tienen que ver con el mal gobierno y con la política injusta, de opresión, de corrupción y privilegios, que se ha venido imponiendo casi desde siempre y en forma más cruel y descarada a partir de 1983. ¿Qué hemos hecho concretamente? Siempre hemos sostenido que hay que cambiar la actual política económica, no sólo por razones políticas o ideológicas, sino porque ni siquiera, en términos cuantitativos, ha funcionado.
En 25 años prácticamente no ha crecido la economía ni se han generado empleos suficientes. Por ejemplo, este año, México ocupa el último lugar en todo el continente americano en cuanto a crecimiento económico. También fuimos los primeros en advertir, desde hace 14 meses, que se estaba gestando la crisis en Estados Unidos y que debíamos fortalecer nuestra economía y proteger a la gente, para no quedarnos como víctimas pasivas del derrumbe del sistema financiero internacional. Ante nuestras recomendaciones, como lo hemos venido repitiendo, Calderón y los integrantes del gobierno usurpador, hicieron caso omiso. De manera irresponsable, sostuvieron, una y otra vez, de que la economía de México estaba blindada y llegaron a decir que si en Estados Unidos les daba pulmonía, aquí apenas nos provocaría una gripe.
Todavía el 28 de septiembre, en el Zócalo de la Ciudad de México, volví a insistir en que había que actuar con urgencia y propuse un plan anticrisis para fortalecer nuestra producción interna, reducir el déficit comercial, enfrentar el problema del desempleo y evitar un mayor empobrecimiento.
Diez días después, el 8 de octubre por la mañana, en una conferencia de prensa, hice un llamado urgente a que se llevara a cabo el plan anticrisis que habíamos propuesto y di a conocer una estrategia para ahorrar –como aquí lo mencionó Laura Itzel— 200 mil millones de pesos del presupuesto, suprimiendo y reduciendo partidas destinadas a mantener los privilegios de los altos funcionarios públicos.
Y puntualmente recomendé que ese dinero se usara para impulsar actividades productivas y en auxilio del pueblo pobre y desposeído. Fue hasta ese día, por la noche, después de estarlo presionando, que Calderón por fin reaccionó y dio a conocer, para salir del paso ante la gravedad de la situación económica y financiera, un programa para el crecimiento y el empleo.
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