

Por: Patricio González Quintanilla.
patgq52@gmail.com
Componente del 79 por ciento del aire que respiramos y elemento indispensable para el metabolismo vegetal, el Nitrógeno, que forma compuestos reactivos en su utilización como fertilizantes o como subproducto de procesos industriales y en la combustión de combustibles fósiles, esta afectando seriamente todo el entorno ecológico del planeta.
Primero, la emisión directa a la atmósfera de los subproductos industriales Oxido Nítrico y Oxido Nitroso, contribuyen a la acumulación de gases catalogados como de “efecto invernadero”, con la salvedad que este contaminante es 300 veces más potente que el bióxido de carbono para absorber el calor del sol en forma de radiación infrarroja.
Segundo, su empleo como fertilizante en diversos compuestos nitrogenados como los nitratos y sulfatos de amonio, que al igual que los fertilizantes fosfatados, de amplio uso agrícola en todo el mundo, al verterse al mar como deshechos de irrigación, han provocado una “fertilización” artificial de las aguas litorales. Esta promueve la explosión en el crecimiento de algas unicelulares en las costas cercanas a las bocas y deltas de ríos y de las cloacas portuarias, aumentando la demanda de oxígeno para las algas en la columna de agua y privando de este elemento para respirar (hipoxia) a especies superiores de plantas y animales marinos que viven en ese entorno. Este proceso es conocido como “Eutroficación”.
Resultado: Más de cuatrocientas “zonas muertas” registradas en los océanos y lagos del mundo hasta el año 2008, `las cuales están privadas permanente ò estacionalmente de la mayoría de sus especies vivas superiores. La extensión de estas “zonas muertas” varía desde pocos kilómetros cuadrados de extensión hasta miles de kilómetros, como las observadas en las costas altamente industrializadas y agrícolas del Mar Báltico, del Mediterráneo, Mar de Japón; Mar de China, de la costa nororiental de Norteamérica en el Atlántico y la del Delta del Río Mississippi en el Golfo de México.
La reversión de este efecto es posible, tal y como se ha comprobado en el Mar Mediterráneo, dende la acción conjunta de la Unión Europea y otros países limítrofes han revertido este fenómeno en algunos ecosistemas locales. Sin embargo, revertir la eutroficación a nivel global requiere de esfuerzos excepcionales nunca antes concebidos, y el fenómeno en sí, aún no es considerado como prioridad a nivel mundial, tal como lo es el “efecto invernadero” del bióxido de carbono.
De cualquier manera y como todo fenómeno planetario está interrelacionado, el Ciclo de Nitrógeno, trastocado por las actividades antropogénicas presenta otra vertiente de preocupación: La fertilización extraordinaria del océano abierto.
Tercero: Un panel de 300 expertos de todo el mundo, lidereados por la Universidad de Texas A&M, presentaron sus conclusiones en la revista Science de Diciembre de 2009: La liberación de compuestos nitrogenados a la atmósfera por actividades humanas lleva estos compuestos al mar, vía el viento, causando un efecto de fertilización extraordinaria de la superficie del océano, causando un doble efecto nocivo a la estabilidad de la atmósfera.
Por un lado, al provocar un aumento en la población de fitoplancton y algas macrocelulares, el efecto diuno de la fotosíntesis hace que estas plantas marinas “secuestren” más bióxido de carbono atmosférico y liberen mayores cantidades de oxígeno. De noche, el proceso se invierte; estas plantas no producen fotosíntesis pero respiran como cualquier otro ser vivo, consumiendo oxígeno y liberando al medio marino bióxido de carbono. Como subproducto de la fertilización adicional, también se liberan aún mayores cantidades de óxido nitroso, que reprocesado en el océano, termina en la atmósfera nuevamente, que como ya se mencionó, es un gas mucho mas potente que el bióxido de carbono como gas invernadero.
Los niveles de compuestos nitrogenados por actividades humanas, históricamente ha aumentado diez veces desde 1860 hasta el año 2000; y se espera que para 2030 el volumen estimado actual de 54 millones de toneladas se incremente al menos un 20 por ciento más, proceso que tendrá efectos planetarios aún desconocidos, pero que aparte de afectar el ciclo natural del Nitrógeno afecta también al balance natural del ciclo de Carbono atmósfera/océano.
Fuentes: USGS: Nature Geoscience; IP PGQ-XII-2009.
Componente del 79 por ciento del aire que respiramos y elemento indispensable para el metabolismo vegetal, el Nitrógeno, que forma compuestos reactivos en su utilización como fertilizantes o como subproducto de procesos industriales y en la combustión de combustibles fósiles, esta afectando seriamente todo el entorno ecológico del planeta.
Primero, la emisión directa a la atmósfera de los subproductos industriales Oxido Nítrico y Oxido Nitroso, contribuyen a la acumulación de gases catalogados como de “efecto invernadero”, con la salvedad que este contaminante es 300 veces más potente que el bióxido de carbono para absorber el calor del sol en forma de radiación infrarroja.
Segundo, su empleo como fertilizante en diversos compuestos nitrogenados como los nitratos y sulfatos de amonio, que al igual que los fertilizantes fosfatados, de amplio uso agrícola en todo el mundo, al verterse al mar como deshechos de irrigación, han provocado una “fertilización” artificial de las aguas litorales. Esta promueve la explosión en el crecimiento de algas unicelulares en las costas cercanas a las bocas y deltas de ríos y de las cloacas portuarias, aumentando la demanda de oxígeno para las algas en la columna de agua y privando de este elemento para respirar (hipoxia) a especies superiores de plantas y animales marinos que viven en ese entorno. Este proceso es conocido como “Eutroficación”.
Resultado: Más de cuatrocientas “zonas muertas” registradas en los océanos y lagos del mundo hasta el año 2008, `las cuales están privadas permanente ò estacionalmente de la mayoría de sus especies vivas superiores. La extensión de estas “zonas muertas” varía desde pocos kilómetros cuadrados de extensión hasta miles de kilómetros, como las observadas en las costas altamente industrializadas y agrícolas del Mar Báltico, del Mediterráneo, Mar de Japón; Mar de China, de la costa nororiental de Norteamérica en el Atlántico y la del Delta del Río Mississippi en el Golfo de México.
La reversión de este efecto es posible, tal y como se ha comprobado en el Mar Mediterráneo, dende la acción conjunta de la Unión Europea y otros países limítrofes han revertido este fenómeno en algunos ecosistemas locales. Sin embargo, revertir la eutroficación a nivel global requiere de esfuerzos excepcionales nunca antes concebidos, y el fenómeno en sí, aún no es considerado como prioridad a nivel mundial, tal como lo es el “efecto invernadero” del bióxido de carbono.
De cualquier manera y como todo fenómeno planetario está interrelacionado, el Ciclo de Nitrógeno, trastocado por las actividades antropogénicas presenta otra vertiente de preocupación: La fertilización extraordinaria del océano abierto.
Tercero: Un panel de 300 expertos de todo el mundo, lidereados por la Universidad de Texas A&M, presentaron sus conclusiones en la revista Science de Diciembre de 2009: La liberación de compuestos nitrogenados a la atmósfera por actividades humanas lleva estos compuestos al mar, vía el viento, causando un efecto de fertilización extraordinaria de la superficie del océano, causando un doble efecto nocivo a la estabilidad de la atmósfera.
Por un lado, al provocar un aumento en la población de fitoplancton y algas macrocelulares, el efecto diuno de la fotosíntesis hace que estas plantas marinas “secuestren” más bióxido de carbono atmosférico y liberen mayores cantidades de oxígeno. De noche, el proceso se invierte; estas plantas no producen fotosíntesis pero respiran como cualquier otro ser vivo, consumiendo oxígeno y liberando al medio marino bióxido de carbono. Como subproducto de la fertilización adicional, también se liberan aún mayores cantidades de óxido nitroso, que reprocesado en el océano, termina en la atmósfera nuevamente, que como ya se mencionó, es un gas mucho mas potente que el bióxido de carbono como gas invernadero.
Los niveles de compuestos nitrogenados por actividades humanas, históricamente ha aumentado diez veces desde 1860 hasta el año 2000; y se espera que para 2030 el volumen estimado actual de 54 millones de toneladas se incremente al menos un 20 por ciento más, proceso que tendrá efectos planetarios aún desconocidos, pero que aparte de afectar el ciclo natural del Nitrógeno afecta también al balance natural del ciclo de Carbono atmósfera/océano.
Fuentes: USGS: Nature Geoscience; IP PGQ-XII-2009.
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