martes, 27 de julio de 2010

DEMETRIO RUIZ MALERVA.


Por Ezequiel Castañeda Nevárez.

Fue el 26 de julio de 1986 cuando me despedí para siempre de mi querido amigo y maestro Demetrio Ruiz Malerva, en trayecto a la ciudad de Alamo, Veracruz, a donde se dirigía a cumplir un compromiso familiar y a atender algunos asuntos relacionados con la difusora XEID de su propiedad. Originalmente, emprendimos ese viaje Felipe Hernández Barrios, el propio Demetrio y yo; posteriormente nos alcanzaron su esposa Imelda Sordo y su hijo Fernando, con quienes continuó el camino hacia lo que sería su último destino, ya que en aquel lugar le esperaba un odio irracional que no le correspondía y que le quitó injustamente la vida en la plenitud de su carrera política y como ser humano.

Ruiz Malerva fue un político completo que en muy poco tiempo acumuló una gran experiencia al haber sido en tres ocasiones diputado federal, un par de veces integrante del comité nacional del PRI y vocero de Carlos Salinas de Gortari en la desaparecida Secretaría de Programación y Presupuesto a donde llegó tras haber sido consejero cultural de la embajada mexicana en Cuba y mas antes jefe de prensa de la Cámara de Diputados, entre otras muchas responsabilidades públicas relevantes que tuvo este distinguido tuxpeño y que se llevaron a grandes responsabilidades en la política y en la administración pública.

Más allá de las muchas virtudes o capacidades que tuvo como hombre sensible y comprometido, a Ruiz Malerva lo distinguía su entrega como amigo y su fuerte compromiso social. Sus amigos, quienes además tuvimos el privilegio de haber colaborado con él, nos hemos reunido en esta fecha para rendir culto a la amistad como lo haría el amigo, para recordar con nostalgia las vivencias y experiencias al lado de este gran político mexicano, porque todos nosotros coincidimos totalmente en que el paso del tiempo no ha disminuido el afecto y la admiración que todos aun mantenemos por ese gran tuxpeño que nos sigue uniendo a sus familiares y a sus amigos de siempre. Desde este especio enviamos un abrazo cariñoso a Imelda Sordo, su compañera de toda la vida y a sus hijos Demetrio, Fernando y Sergio y para él, un merecido recuerdo de gloria, como debe ser.

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