domingo, 5 de agosto de 2012

DIARIO DE UN REPORTERO


*García Márquez en Veracruz

*Flores Magón en tierra jarocha

*El amigo de Martínez de la Vega

Luis Velázquez

DOMINGO
El periodista que renunció a Juárez

Ignacio Ramírez, El nigromante, fue diputado federal en el Congreso Constituyente. Pero también, periodista crítico.

Maestro de Ignacio Manuel Altamirano, contemporáneo de Francisco Zarco, renuncia al ministerio en el gabinete de Benito Juárez cuando Juárez intenta, una vez más, reelegirse.

Sebastián Lerdo de Tejada, uno de los políticos de más confianza de Juárez, llega a la casa de Ignacio Ramírez con las escrituras de una finca, con casita veraniega, a nombre de “El nigromante”y le dice que el presidente Juárez se las envía de regalo. Quizá, acaso, en un gesto de buena voluntad para que lo perdone y regrese al gabinete.

Ignacio Ramírez se encabrita, rechaza el gran embute y “El nigromante” vuelve al periodismo crítico.

A los 19 años entra a la Academia de Letras y en el discurso pronuncia las siguientes palabras: “¡Dios no existe!”.

Y el mundo político y religioso se le va derechito a la yugular.

Encarcelado en el castillo de San Juan de Ulúa por el dictador Porfirio Díaz Mori, como todos aquellos ‘’hombres que parecían gigantes’’ (Francisco Zarco, Ignacio Manuel Altamirano, Melchor Ocampo, Guillermo Prieto), alcanza su libertad y sigue en el periodismo.

Un mediodía de 1875, cuando Ignacio Ramírez tenía 57 años, acompañado de Ignacio M. Altamirano, Guillermo Prieto, y de Ignacio Vallarta, llegan en la ciudad de México a un restaurante en la calle de Plateros, cerca de la casa Guardiola.

Y cuando “El nigromante” (“un hombre anciano muy alto, como de 1.80 metros de altura, delgadísimo, con casi todo el cabello blanco, con un traje de levita, chalecón y pantalón negro, corbata de seda gris oscuro’’, Ignacio M. Altamirano, 1875) entró al restaurante, todos los políticos de la época se pusieron de pie, uno por uno, y mientras el crítico político y escritor entraba y llegaba a su mesa, todos le aplaudían

LUNES
3 reporteros gringos en México
En la década de 1910, tres periodistas norteamericanos llegan a México: John Reed, a los 28 años de edad, quien decidió cronicar la revolución desde el lado de Pancho Villa; su maestro, Lincoln Stefens, que la reseñó al lado de Venustiano Carranza, y Jack London, el maestro que fuera de Ernest Hemingway, y quien luego de incursionar en la frontera norte, viajó como enviado especial con los barcos norteamericanos que en 1914 invadieran Veracruz.

Jack London tomó cerveza en los portales jarochos y café en “La parroquia”, escribió grandes crónicas de aquel episodio histórico para el país, escenificado desde el puerto jarocho.

De los tres, el más conocido y leído es John Reed, quien a los 30 años se fuera a Rusia a cronicar la revolución y se convirtiera en amigo de Lenin, a tal grado que le escribió el prólogo de su libro “Diez días que estremecieron al mundo” y a los 33 años cuando muriera fuera sepultado en la plaza Roja de Moscú.

Allí, los periodistas del mundo que llegan a Rusia le llevan flores.

MARTES

El espíritu de Flores Magón en Veracruz

Nunca Ricardo Flores Magón (Porfirio Díaz lo encarceló en 41 ocasiones) estuvo en Veracruz.

Pero en su periódico, Regeneración, fundado en septiembre del año 1910, se ocupó de tierra jarocha.

En un furibundo artículo denunció, por ejemplo, que Porfirio Díaz (el autor de “¡Mátalos en caliente!”) había encarcelado en el castillo de San Juan de Ulúa (una de sus cárceles favoritas junto con los campos henequeros de Yucatán) a un montón de campesinos simpatizantes del Partido Liberal, jefaturados por Hilario C. Salas, uno de los mártires de Catemaco, en el corazón de Los Tuxtlas, y cuyo nombre lleva un poblado.

El único delito de aquellos hombres del campo era haberse afiliado al partido de Flores Magón y promover el periódico‘’Regeneración’’, considerado por algunos historiadores como el medio que empujara la conciencia social de los anti-porfiristas.

De Oaxaca, donde naciera, Flores Magón pasó a la ciudad de México para estudiar la carrera de Leyes que dejó inconclusa.

Y ahí centró su lucha, a través del periódico y como sólo poseía el sueño de tener un medio, su amigo y maestro, Filomeno Mata, dueño y director general de “El diario del hogar”, se lo imprimiera de gratis y luego le pagara en abonitos.


Flores Magón cronicó en su periódico la huelga obrera de Cananea y también la de Río Blanco, en Veracruz, donde los obreros textiles distribuían “Regeneración” para incentivar en la lucha a los trabajadores.

MIÉRCOLES

Gracias a Veracruz, García Márquez vive en México

En Tlacotalpan filman con Geraldine Chaplin, hija de Charles Chaplin, la película ‘’La viuda de Montiel”, basada en un guión cinematográfico de Gabriel García Márquez.

Y ahí llega Gabito.

En Chacaltianguis filman, con Salma Hayek, “El coronel no tiene quien le escriba”, novela de García Márquez.

Y Gabito ahí está.

Días antes que Ernest Hemingway se suicidara en Estados Unidos, García Márquez llegó a México, desterrado de París, donde se había quedado sin empleo periodístico.

Su amigo, el escritor colombiano Alvaro Mutis, vive en el DF y le abre la puerta.

Con las semanas, García Márquez desea regresar a Colombia. Su trabajo en la revista Sucesos, de Gustavo Alatriste, el primer esposo de Silvia Pinal, es insuficiente para vivir.

Mutis invita al Gabo al puerto jarocho, un fin de semana.

Gabito se echa unas cervezas en Los Portales, un café en “La parroquia” de la avenida Independencia, juega dominó en el hotel Diligencias, donde en el siglo pasado también jugaba Salvador Díaz Mirón, con la pistola al cincho.

Mutis le presenta al escritor Sergio Galindo, director de la editorial de la Universidad Veracruzana. Galindo lee en un día su novela “La hojarasca” y anuncia que la editará.

Gabo renace. Camina en el puerto jarocho. Pasea. Se destensa. Entonces decide quedarse en México, porque Veracruz le recuerda Colombia. Bogotá. Macondo. Aracataca.

JUEVES

Renato Leduc en el café “La parroquia”

Algunas noches, cuando estaba en Veracruz, Renato Leduc (“la dicha inmensa de perder el tiempo”), amigazo de Agustín Lara, amigazazo de María Félix, llegaba al café de “La parroquia”, en la avenida Independencia, como a las once de la noche.

Solitario, pedía un lecherito, colocaba su máquina de escribir portátil en la mesa y se ponía a teclear el reportaje, la crónica, como enviado especial de su periódico.

Escribiendo cuatro, cinco, seis, siete cuartillas con un dedo de la mano izquierda y otro de la mano derecha, Renato Leduc tecleaba sin mirar a los lados, sin distraerse con el vecino de mesa en ‘’La parroquia’’ donde a esa hora sólo llegaban los amigos de la noche.

A la una de la mañana, cuando cerraban el cafecito, Leduc se retiraba, discreto, y al otro día, a la misma hora, regresaba, vestido con la ropa sencilla de un reportero.

Chaparrito, gordito, moreno, amigo también de Alejandro Gómez Arias, el primer amante de Frida Khalo, encendido orador (con Adolfo López Mateos) en la campaña presidencial del disidente, José Vasconcelos, Renato Leduc ejercía un extraño y raro encanto en las mujeres que todas lo deseaban de compañero en la alcoba.

También amó en Veracruz (como dice la canción de Juan Gabriel)…

VIERNES

El amigo de Martínez de la Vega en Veracruz

En el siglo XX, los políticos se cuadraban ante don Francisco Martínez de la Vega, jefe de Información del semanario Siempre!, del legendario periodista, José Pagés Llergo.

“Don Paco” significaba, con don Manuel Buendía, el mejor periodismo político de la época.

Enfermo, el médico le recomendó cobijarse en algún puerto del país para el reposo. La brisa marina. La vida provinciana. El cafecito con los amigos.

Sergio Flores Armida despachaba como alcalde de Boca del Río en el sexenio de Agustín Acosta Lagunes, 1980-1986.
Amigo de don Francisco y de otros columnistas y reporteros defeños, el presidente municipal del entonces pueblito de pescadores lo invitó a descansar en el puerto y Martínez de la Vega vivió aquí, en tierra jarocha, durante tres meses consecutivos… hasta, por fortuna, reponerse de los achaques y los males.

En su biblioteca, el ex alcalde tiene, incluso, algunos libros publicados por “don Paco”, dedicados al amigo generoso que estuvo a su lado en un momento estelar de su salud.

Flores Armida hacía mancuerna con el alcalde jarocho, Mario Vargas Saldaña, después 4 veces diputado federal, en aquellos tiempos cuando desayunaba, comía y cenaba con los mejores reporteros de la ciudad de México, entre ellos, los dos columnistas políticos más prestigiados: Ángel Trinidad Ferreira y Francisco Cárdenas Cruz, el primero originario de Alvarado; el segundo, de Coatzacoalcos, y formaron en el DF “el Mandinga Power”, jarochos exiliados en la ciudad de México en busca de un mejor destino, y entonces, todopoderosos.

Aquí, en tierra jarocha, Martínez de la Vega fue un hombre feliz.

POSDATA: Más información en elblog.expediente.mx

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