Obispo Juan Navarro Castellanos…
El deseo de felicidad, es la más universal de todas las aspiraciones del ser humano.
En uno de sus célebres pensamientos el escritor Blas Pascal señalaba: "Todos buscan ser felices.
No hay excepciones a esta regla. Aunque utilicen medios distintos, todos persiguen el mismo objetivo. Ésta es la fuerza motriz de todas las acciones de todos los individuos.
Sobre el hombre y la mujer de nuestro tiempo se ciernen amenazas y miedos, insatisfacciones y angustias. La fe ilumina y se acerca al corazón humano angustiado y deseoso de liberación, a fin de abrirle la puerta hacia la luz del resucitado, que ofrece respuestas a la angustia y a la desesperación.
Necesidad de mejora la visión
Sin duda el drama de mucha gente de nuestro tiempo se encuentra precisamente en tener una visión pobre y cerrada de la propia existencia; una vida pobre en ilusiones y sin verdadera esperanza, en un proyecto egoísta que no genera amor, ni produce resultados existenciales significativos.
La verdadera confianza, la auténtica esperanza nos viene de la convicción de que Dios nos ama, pero también de la opción decidida de hacer su voluntad y de amar a todos como El nos ha amado.
Con lo anterior constatamos la urgencia inaplazable de emprender una auténtica evangelización del deseo en la cultura moderna, para aprovechar la aspiración del ser humano a la felicidad, como punto de anclaje para la fe.
Por otra parte, cuando nos decidimos a ofrecer nuestro aporte en orden a construir el mundo en la verdad y el amor se genera en nosotros una gran satisfacción, una sensación de seguridad y una fuerza sólida y consistente, para seguir adelante en ese proyecto de solidaridad que, a la vez, produce en nuestro interior paz, alegría y felicidad.
Quien busca el bien, acaba por sentirse bien; a la vez, quien se involucra en el mal, tarde o temprano sufre sus efectos
El deseo de felicidad, es la más universal de todas las aspiraciones del ser humano.
En uno de sus célebres pensamientos el escritor Blas Pascal señalaba: "Todos buscan ser felices.
No hay excepciones a esta regla. Aunque utilicen medios distintos, todos persiguen el mismo objetivo. Ésta es la fuerza motriz de todas las acciones de todos los individuos.
Sobre el hombre y la mujer de nuestro tiempo se ciernen amenazas y miedos, insatisfacciones y angustias. La fe ilumina y se acerca al corazón humano angustiado y deseoso de liberación, a fin de abrirle la puerta hacia la luz del resucitado, que ofrece respuestas a la angustia y a la desesperación.
Necesidad de mejora la visión
Sin duda el drama de mucha gente de nuestro tiempo se encuentra precisamente en tener una visión pobre y cerrada de la propia existencia; una vida pobre en ilusiones y sin verdadera esperanza, en un proyecto egoísta que no genera amor, ni produce resultados existenciales significativos.
La verdadera confianza, la auténtica esperanza nos viene de la convicción de que Dios nos ama, pero también de la opción decidida de hacer su voluntad y de amar a todos como El nos ha amado.
Con lo anterior constatamos la urgencia inaplazable de emprender una auténtica evangelización del deseo en la cultura moderna, para aprovechar la aspiración del ser humano a la felicidad, como punto de anclaje para la fe.
Por otra parte, cuando nos decidimos a ofrecer nuestro aporte en orden a construir el mundo en la verdad y el amor se genera en nosotros una gran satisfacción, una sensación de seguridad y una fuerza sólida y consistente, para seguir adelante en ese proyecto de solidaridad que, a la vez, produce en nuestro interior paz, alegría y felicidad.
Quien busca el bien, acaba por sentirse bien; a la vez, quien se involucra en el mal, tarde o temprano sufre sus efectos
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