domingo, 23 de diciembre de 2012

DIARIO DE UN REPORTERO

Luis Velázquez
DOMINGO
El periodista que nunca lee columnas

Flaquita, te cuento:

José Reveles es uno de los mejores periodistas del siglo XX y XXI, especializado en el tema de los carteles y autor de varios libros, algunos sobre los trastupijes del Partido Acción Nacional.

Líder que fuera de la Unión Nacional de Periodistas Democráticos al lado de su álter ego, el maestro Elías Chávez. Jefe de Información durante unos años del Proceso de don Julio Scherer García, Reveles dice, entre otras realidades periodísticas, lo siguiente: “Yo nunca leo columnas periodísticas. En los periódicos sólo leo información”.

Reveles expresa lo anterior porque escudriña, la mayor parte de las columnas están manoseadas por intereses políticos, económicos y sociales y, por tanto, se trata de una mirada (respetable, incluso) sobre la realidad, pero al mismo tiempo, distorsionada.

Y más, por lo siguiente: si un lector tiene la costumbre de leer varios periódicos (dos, tres, cuatro) el mismo día, advertirá que los columnistas suelen tratar el mismo hecho con una interpretación diferente, de acuerdo con su tendencia ideológica y sus debilidades económicas.

Por eso, mejor leer sólo las informaciones que, de entrada, se acercarían lo más posible a la realidad de los hechos y circunstancias.

Además, con tantas columnas políticas publicadas cada día en la prensa, el tiempo laborable resulta insuficiente y constituye una locura leer todas.

LUNES

La prensa asalariada de Zabludowsky

Flaquita, te sigo contando:

Semanas anteriores entrevistaron al periodista Abraham Zabludowsky, a partir de que produjera la película “La vida breve y atroz de Sabina Rivas”,dirigida por Luis Mandoki, sobre la desagradable y turbulenta experiencia de una migrante en su paso por la frontera sur de México.

La reportera preguntó al hijo de Jacobo Zabludowsky la lista de los periódicos que lee cada día para mantenerse informado, pues dirige un noticiero radiofónico en la ciudad de México.

Entonces, Abraham habló de sus periódicos preferidos, entre ellos: The Washington Post, The New York Times, Le Monde, etc.

--¿Y de México, cuáles lee?, dijo la reportera.

Abraham:

--Ninguno.

--¿Por qué ninguno?

--Porque ya los conozco.
Abraham se refería así a la baja calidad del periodismo en el país.

Pero de igual manera a una prensa escrita, hablada y digital (con excepciones) asalariada y sumisa y laudatoria, biógrafa del político encumbrado, a quienes desde la palabra escrita suelen tirar incienso a su paso.

MARTES

El ciudadano del mundo

Flaquitita:

Durante seis meses de cada año, el escritor Carlos Fuentes Macías, qepd, se encerraba en su departamento en Londres para escribir la novela en turno.

Cada día se levantaba a las 5 de la mañana para leer en internet los periódicos y mantenerse informado, como fue siempre su obsesión y prioridad número uno.

Los periódicos que primero leían eran los europeos, de Inglaterra y Francia; luego, pasaba a los españoles; después, a los mexicanos.

Y es que la mirada de México vista desde el extranjero es diferente a cuando se observa desde el país.

De entrada, la prensa extranjera apenas y dedica, de vez en vez, una columna, en la parte inferior de la página, a los temas sobre México, pues las noticias versan sobre las grandes decisiones tomadas en el otro extremo del planeta y que inciden sobre el resto de todos los países.

Y es que, flaquita, para la prensa europea México, como el resto de América Latina, sólo existe cuando hay desgracias. Cien mil muertos en un sexenio. Un temblor con miles de muertos. Un golpe de estado. La muerte de un famoso, desde tipo Jenni Rivera hasta Hugo Chávez, pasando por Fidel Castro.

Pero además, cuando un habitante de América Latina incursiona en el mundo europeo, en automático se deja de ser mexicano, por ejemplo, para convertirse en latinoamericano, y/o como dijera Octavio Paz, “ciudadano del mundo”.

Aquí, en la aldea global, en el rancho, en la provincia, creemos que una noticia (la declaración de un político, la inauguración de una avenida, etcétera) es la nota de ocho columnas en portada.

Pero vista desde la realidad mundial, los valores mediáticos, políticos, sociales, económicos, culturales, son otros.

MIÉRCOLES
La Carmen Aristegui de provincia

Flaquita, te sigo contando:

En periodismo hay una verdad fuera de serie y descarnada al mismo tiempo: los trabajadores de la información publicamos textos para leernos entre el gremio reporteril.

Falso, pues, que el ciudadano común y sencillo, que todos los días vive a la quinta pregunta, cruzando los dedos para que la quincena le alcance, lea periódicos y nos lea, en la tele prefiere mil veces mirar las telenovelas, los programas de chistes, “La voz México” acaso, que escuchar un noticiero.

Y los políticos, de plano, rara vez leen el diario. Por eso, incluso, tienen un jefe de prensa que les pasa el resumen, y/o en todo caso, los textos relacionados con su trabajo y/o su persona y más cuando de por medio se cruza un periodicazo.

Un reportero frívolo suele preguntar a otro: “¿Ya me leíste?”.

Y el interlocutor le echa el rollo para multiplicar su delirio de grandeza y, en el rejuego, si es posible, lo declara la Carmen Aristegui de provincia, el Jon Lee Anderson del Golfo de México.

JUEVES

El reportero que más trabaja…

Flaquitita:

Don Manuel Buendía, el gran columnista del siglo XX, asesinado por la espalda en el segundo año de gobierno de Miguel de la Madrid, era concreto y específico: “No hay, decía, un reportero mejor que otro. Hay, cierto, un reportero que trabaja más que los otros”.

Buendía significaba así la distancia profesional entre los trabajadores de la información.

En efecto. Un reportero que todo el día y parte de la noche la pasa hurgando información y escribiendo, y escribiendo con un alto sentido de rigurosidad y sentido estético, alcanza la dimensión del sapo y la luciérnaga.

Buendía, por ejemplo, desayunaba, comía y cenaba siempre con fuentes periodísticas, oficiales, pero más todavía extraoficiales, que le pasaban información confidencial y, que luego con el tip por delante, seguía la pista.

En aquellos tiempos don Julio Scherer García solía nadar al mediodía en la alberca del Club de Banqueros de la ciudad de México, donde alternaba con magnates de la iniciativa privada y políticos, quienes le pasaban tips, información, documentos, papelitos.

Una leyenda periodística en el Distrito Federal dice así: “Dime cómo reporteas y te diré el tipo de periodista que eres”.

Otra más dice: “Dime en qué periódicos escribes y te diré el tipo de reportero que eres”.

Así de simple y sencillo, flaquita.

En el periodismo, ya se sabe, lo mejor es buscar información en los mandos medios y bajos, pues si se toca a la puerta de los políticos encumbrados, todos ellos por lo general suelen utilizar a los reporteros para sus fines aviesos.

También, claro, escarbar información con la gente resentida y lastimada por los jefes.

Y ni se diga, con los partidos de oposición, siempre y cuando sepan ser oposición, con método, estrategias y objetivos.

VIERNES

Los reporteros “que parecían gigantes”

Flaquita:

Porfirio Díaz encarceló 41 ocasiones a Ricardo Flores Magón, gran reporterazo en 1900, y a su maestro y mecenas, Filomeno Mata, director general del “Diario del Hogar”, 36 veces.

Flores Magón, por ejemplo, por aquí entraba a la cárcel, su periódico, Regeneración, se suspendía.

Pero apenas era liberado, otra vez lo publicaba.

Así, una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez… durante 41 ocasiones.

Nunca, jamás, Porfirio Díaz pudo doblar a Flores Magón, no obstante que lo tentó con dinero y con la compra de una maquinaria moderna en Estados Unidos para editar el periódico.

Incluso, su hermano Jesús, quien trabajara con Benito Juárez y Porfirio Díaz, y quien llegara a secretario de Gobernación, tentó a su cuñada, la esposa de Ricardo, argumentando la pobreza en que vivían, y ni así.

Flores Magón murió de tifo, ciego, con una reumatitis aguda, anémico por la vida penitenciaria que llevaba, en una cárcel de EU donde Porfirio Díaz operó para privarlo de su libertad.

Y cuando su cadáver fue trasladado a México a través del ferrocarril tardó un mes en llegar al Distrito Federal, porque en cada pueblo, los obreros y campesinos lo embargaban para una misa de cuerpo presente y para velarlo.

De ese calibre, flaquita, eran los reporteros de aquella época, entre ellos: Francisco Zarco, Ignacio Manuel Altamirano, Ignacio Ramírez, “El nigromante”,y Guillermo Prieto.

De todos ellos, el historiador Daniel Cosío Villegas decía que “parecían gigantes” por la altísima dimensión moral y ética de su trabajo periodístico.

Su integridad, flaquita. Su congruencia. Sus principios. La lealtad al oficio reporteril.

POSDATA: Más información en blog.expediente.mx

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