Dra. Zaida Alicia Lladó Castillo
El ser madre soltera o jefa de familia en la actualidad, es algo ya muy común y, son voces que hoy buscan la compresión de la sociedad y reclaman derechos y atención del Estado para resolver los problemas apremiantes que enfrentan todos los días, en el objetivo de lograr un modus vivendi digno para ellas y sus familias.
Pero esta condición de la mujer está siendo cada vez más socorrida y hay diferentes razones que lo provocan. Si tomamos en cuenta que el número de madres solteras en nuestro país asciende a cerca de 880 000, es de preocupar ya esa cifra, porque se relaciona con la famosa emancipación de la mujer (que al no ser controlada por la cultura) en lugar de ofrecer beneficios integrales para éstas, a la larga se ha convertido en un fenómeno que hoy provoca desequilibrios en las propias mujeres, en el ámbito emocional y familiar principalmente y, afectando al país con serias repercusiones económicas y sociopolíticas.
Cabe destacar que del total de madres solteras registradas, aproximadamente nueve de cada diez son menores de 18 años que desempeñan el rol materno, y de ese grupo el 71.8% trabaja y el resto es ayudado por los padres por tratarse de menores de edad. Luego entonces, el principal apoyo de las madres solteras jóvenes son las redes familiares. (CONAPO, 2010) Redes que en ocasiones, tampoco han actuado con prontitud y eficiencia para resolver el problema.
Los términos: madre soltera y jefa de familia, originalmente fueron manejados como sinónimos, pero en la actualidad toman diferentes significados.
El concepto de madre soltera--aunque en razón de la equidad de géneros, debe ser paternidad en soltería, pues incluye a los varones en esa condición--, ubicado en la clasificación de las familias monoparentales[1], inicialmente se consideró como: “la denominación de un hombre o mujer que lleva a cabo la crianza de los hijos y el manejo del hogar sin la compañía o apoyo de una pareja, que no ha estado casada(o) ya por decisión propia o por circunstancias de su entorno”. Pero el concepto, en razón de los cambios y adaptaciones en la conducta de las mujeres y varones, derivado de la modernidad, da paso a una separación de los conceptos con diferentes análisis e interpretaciones.
Esta distinción ha surgido porque a través del tiempo empezó a ser mayoría, dentro del grupo de mujeres consideradas como madres solteras, aquellas que no perdiendo su condición de soltería, sí optaban por tener parejas eventuales o por la unión libre y, en la mayoría de los casos recibían el apoyo de las nuevas parejas que se hacían cargo de la manutención de sus hijos y de los nuevos que procreaban como producto de esas uniones. Esa circunstancia, cambió la condición en la definición porque, ya no encajaba en el apartado del manejo del hogar “sin la compañía o apoyo de una pareja”.
Por esa razón, se empieza a utilizar el concepto de Jefa de familia--usado también para los varones--pero hoy aclarando que el análisis lo centro en la condición femenina. Y el mismo describe la condición de una mujer que: a) se conserva sin pareja, b) responde por la responsabilidad de la maternidad y la familia, c) haciéndolo sola sin el apoyo de nadie y, d) representándole siempre un mayor esfuerzo, el logro de la satisfacción de las necesidades de sus hijos y la atención del hogar.
Luego entonces, considero un acierto que se haya tomado el término de Jefas de familia, en lugar de madre soltera, en los programas de la SEDESOL, porque el mismo ya lleva implícito la maternidad en soltería y ubica perfectamente a quienes prioritariamente requieren de una mayor atención y apoyo del Estado, por su condición de fragilidad o vulnerabilidad económica y social.
Pero independientemente de que si son madres solteras o jefas de familia, la realidad es que éstas han pasado y siguen sufriendo, muchos riesgos y estigmas de parte de la propia sociedad, entre otros:
· Los acosos sexuales, porque en muchos espacios se piensa que no hay “blanco” más deseable que una mujer sola con hijos; porque en la mente de varones perversos o ventajosos, está la idea de que “entre mayor necesidad económica tenga una mujer con hijos, es una circunstancia y ocasión propicia para ser aprovechada”, pues les hace suponer que ellas se “prestarán con gran facilidad a todo”, por ganar dinero o conservar un trabajo. Lo cual en la mayoría de los casos es falso.
· Las críticas moralistas, resultado de sociedades y culturas con visión tradicionalista extrema o de doble moral, que provoca que individuos--hombres y mujeres--que componen una sociedad determinada, se sientan con el derecho de hacer juicios sumarios en sus semejantes (en especial en las madres solteras), sin el menor respeto a su condición humana, haciendo clasificaciones subjetivas.
· Las discriminaciones. Porque derivado de lo anterior, en ese tipo de sociedades donde prevalecen críticas hacia estas figuras, tienden a hacer comparaciones perversas provenientes de las mismas mujeres (por lo general casadas y/o con fuertes cargas morales), de comunicadores misóginos, varones “respetables” con doble vida, etc., que acostumbran hacer “leña” de las mujeres que se encuentran en esta condición, con la intención de marcar diferencias sociales, laborales o económicas, dañando su prestigio, haciendo diferencias y afectando la relación respetuosa que debe existir entre los miembros de la misma sociedad.
Y aunque no me gusta hacerlo, pongo un ejemplo ilustrativo en el Xalapa de los años 70 y 80, (ese Xalapa de los estigmas sociales que la mayoría de sus ciudadanos y ciudadanas terminamos por aborrecer por injusto), que como en muchas ciudades capitales, las posiciones tradicionalistas de una parte de su sociedad, se convertía en la “santa inquisición” y se atrevía a cuestionar o a criticar la vida de muchas jovencitas o jovencitos, que solían comportarse o divertirse con mayor libertar que la acostumbrada y que eran sujetos de estigmas y clasificaciones como: “locas”, “chicas con mala reputación” o “marigüanos”, “pachecos”, “vagos”, etc. Y que al cabo del tiempo, los mayores pecados de esos jóvenes, fueron los mínimos que realizaron las nuevas generaciones.
Yo recuerdo que en esas últimas décadas del siglo XX, ser madre soltera era un verdadero caos para la joven y una carga “moral” muy fuerte para su familia y tuve amigas que tuvieron que vivir esa situación angustiante. Pero de la década de los 90 en adelante, sucedieron condicionantes que permitieron su generalización y aunque esto permitió verlo como algo más natural y ser materia de análisis de profesionales de la salud, física y mental y de estudiosos del comportamiento social y demográfico, al no haber provocado mayor orientación de los riesgos que podría ocasionar con el tiempo, se empezó a convertir en un problema social y hoy también económico para el Estado.
Pero vámonos por partes y analicemos algunas causales extremas de este fenómeno:
a) La liberación sexual, que se intensificó a partir de la década de los 70, en donde las mujeres al desprenderse de súbito de tabúes y prejuicios sexuales, cayeron algunas en posiciones extremas y dieron rienda suelta a una libertad que puso en riesgo su vida en muy diversos aspectos: a) su salud física y mental, pues fueron tiempos en que inició la proliferación de enfermedades de transmisión sexual (hoy algunas mortales) por los abusos en drogas y alcohol y por los hábitos promiscuos de jóvenes que no supieron enfocar bien su emancipación; b) de embarazos no deseados o matrimonios forzados destinados al fracaso, producto de ese choque cultural : libertad-vs-visión tradicionalista que tuvo efectos en la autoestima de algunas mujeres que entraron en conflicto emocional al buscar su libertad sexual y económica, pero luchando internamente con la disyuntiva de una visión tradicionalista que las inclinaba a cubrir la faceta de la maternidad y queriendo tener a la vez una relación en pareja estable. Situación que en la mayoría de los casos no lo lograron con éxito porque el varón aún no había madurado para aceptar esa nueva condición del rol de la mujer.
b) La liberación cultural, en la que los jóvenes de aquellas décadas, en especial las mujeres, empezaron a incursionar en estratos educativos y culturales antes vedados y con ello a acceder a mejores oportunidades de trabajo que les permitió adquirir seguridad económica y personal y a decidir su vida como ellas lo consideraran conveniente a sus necesidades y expectativas, entre ellas el ser madre con o sin la presencia del varón.
c) Las visiones feministas radicales, que surgieron como resultado de posiciones extremas (del punto anterior) y que dio paso a una excesiva seguridad, al grado tal que se volvió “casi” una moda que algunas mujeres llegaran a estar convencidas de que, al existir una generación de varones que no asumían responsabilidades y compromisos, entonces se podía optar por la visión de: “que el hombre no era necesario para sacar adelante un hogar, y ellas podían procurarse los medios para subsistir por y con sus hijos” y entonces, se conformaron con buscar una pareja sólo para procrear o para satisfacer sus necesidades sexuales, sin considerar la búsqueda del complemento emocional que se encuentra, cuando se tiene una unión en pareja o matrimonial con estabilidad, que es lo que necesita finalmente un hijo para ser educado en forma integral.
d) La formación de las nuevas generaciones de “niñas-madres”, mismas que fueron el resultado de una débil educación sexualidad--sin responsabilidades-, que igualmente tuvieron relaciones sexuales desde edades tempranas y que en muchos de los casos, fueron repeticiones de patrones familiares y que en su derecho de vivir su vida tomaron decisiones prematuras y se convirtieron en niñas-madres, para finalmente delegar la atención del hijo a los padres y abuelos y evadiendo el compromiso de asumir una maternidad comprometida.
e) Y otras condicionantes, como: a) madres solteras, pero con hijos adoptados; b) mujeres que tienen hijos, viven con parejas pero que siguen siendo las que mantienen el hogar, para no perder su espíritu protector y proveedor; c) quienes nunca terminan de buscar a la pareja ideal, y no les importa llenarse de hijos de diferentes padres, como una forma de cubrir un vacío emocional que nunca logran llenar, porque el problema no está en la calidad de ser madre, sino en la incapacidad de lograr y mantener una convivencia en pareja; y d) mujeres con identidad masculina, que buscan satisfacer su sexualidad con otras mujeres, porque no les representa riesgos de compromisos ni de ataduras en su condición de libertad y hoy con la posibilidad en algunas sociedades, de adquirir la paternidad.
Y esto ¿ha tenido repercusiones en la personalidad de los hijos de las madres solteras? Por supuesto que sí. Y sólo menciono algunos ejemplos:
a) Niños o jóvenes (mujeres u hombres) que nunca conocen a su padre y que terminan por anidar un vacío emocional y de dudas sobre la existencia o no del mismo.
b) Hijos que sí conocen a su padre, pero que terminan odiándolo, porque no aceptan su ausencia y entran en conflictos de: enojo-vs-justificación hacia la madre.
c) Hijos que al carecer de modelos masculinos (o femeninos) deidifican al extremo la imagen de la madre (o padre), incluso a la larga, más que la de su pareja o cónyuge y ello, en algunos casos, los hace ser infelices cuando forman sus propios hogares.
d) Varones o mujeres, que en la mayoría de los casos en el fondo anidan rencores y resistencias con la vida, porque la figura ausente (o no conocida) es el más fuerte motivo de su frustración y ello determina entre otras cosas: su identidad sexual, los desajustes o alteraciones de la conducta y el rechazo a todo aquel o aquella que le ofrezca una exigencia como pareja o padre.
Sin duda es muy difícil y complejo tocar estos temas, y por ningún motivo me abrogo el derecho de ser juez de la humanidad, ( pues no es mi intención y lo hago con respeto); pero lo que no me queda duda es: que sí es necesario que estos temas sean tratados con madurez entre las mujeres y varones de este país, porque el no haberlo hecho antes, ha afectado los valores que dan consistencia a la familia mexicana, que también está basada en principios de respeto y compromiso de los padres respecto a los hijos y que implica, lograr equilibrios entre lo posible y lo deseable. Y, en ello el Estado y la sociedad deben intervenir para solucionar muchas de estas condicionantes, entre ellas la educación sexual, en valores familiares y dar elementos a la sociedad para actuar con respeto a sus semejantes y, para que las madres solteras, como en otras ocasiones lo he dicho y hoy lo repito: sean cada vez mejores madres y no mejores solteras.
Porque el ser madre o padre, es una condición que se elige entre dos y establece condiciones como: a) lograrlo de mutuo acuerdo con la pareja que amas, b) asumiendo las consecuencias de la responsabilidad y c) hacerlo en las circunstancias y edad justa, para que sea un privilegio y una bendición la llegada de un nuevo ser y ello lo fortalezca para toda su existencia.
Muchas felicidades a todas las madres en su día y siempre.
Hasta la próxima.
[1] Aquellas compuestas de un solo individuo que
realiza los roles del padre y madre.
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