jueves, 16 de enero de 2014

La democracia que aspiramos

Uriel Flores Aguayo

Hay que exponerlo en esos términos de aspiración para no simular o confundirse sobre la realidad de nuestra democracia, precaria, débil y hasta en involución; también ayuda verla como aspiración para tenerla como meta, para replantearla y luchar por ella. No veo más que la formalidad democrática en las elecciones y en el funcionamiento de los poderes pero aún es peor en el conjunto de la sociedad, donde se convive con reglas inerciales y ajenos en lo general a las normas democráticas. Es de obviedad que lo político y la democracia pasa a un muy segundo plano cuando la mayoría de la sociedad hace esfuerzos titánicos para sobrevivir, para resolver el día a día; no puede haber democracia sino una mera fachada en medio de la pobreza. Se supone que la fuente de legalidad y legitimidad de los poderes publico es el sufragio efectivo, que mediante el voto los ciudadanos nombran a sus gobernantes, que serian los más preparados y honestos; los funcionarios y legisladores se llenan la boca anteponiendo su "apoyo popular" y la existencia de las leyes cuando toman alguna decisión. Las elecciones en nuestro país son de baja calidad, no garantizan el ejercicio pleno de los derechos democrático, están condicionadas por el uso del dinero y la parcialidad de los órganos electorales; los elegidos no son los mejores sino los mas disciplinados con los círculos de poder; es evidente que, en la mayoría de los casos, la gente no vota por una trayectoria ejemplar y por propuestas , sino por las redes clientelares y mediáticas así como por lo que se le presente, a falta de opciones realmente diferentes. El acto de votar se vuelve intrascendente para la vida de la gente, no lo vincula a sus preocupaciones inmediatas, generándose una devaluación del sufragio a tal grado que puede ser intercambiado por una despensa o por dinero; en ese ambiente se reproduce el abstencionismo, no solo ligado a lo electoral sino a casi todo lo público.

Sin democracia real y eficaz tampoco hay ciudadanía plena; lo que hay es un circulo vicioso de representantes populares que se representan a sí mismos o, cuando mucho, a sus grupo de poder y de funcionarios públicos que se abstraen de sus obligaciones con los ciudadanos, solo fieles a la nomina y a sus padrinos. Ese círculo vicioso, crónico -nocivo y actual, limita y corrompe la energía social, atrasa todos lo ámbitos de la sociedad y nos coloca en estado perpetuo de subdesarrollo. Veamos la economía del país, con un capitalismo de "cuates", donde los monopolios ahogan a la libre empresa; la característica de nuestra sociedad es su desigualdad, con extremos insultantes; el sistema político es cerrado y de elites, amenaza con ser eterno; en materia informativa el peso de duopolio televisivo es abrumador y degradante.

En ese contexto los retos democráticos son descomunales, con todo el realismo y la determinación que tengamos en la causa democrática lo que avancemos en sentido positivo será ineludiblemente lento hasta la desesperación; esa es nuestra realidad, tal vez a la nuestra y a la nuevas generaciones apenas les corresponda poner las bases de la estructura democrática que es política en sentido formal pero también cultural en cuanto a una forma de vida de la sociedad. En tanto, es necesario involucrarse en partidos democráticos, fomentar la participación de los ciudadanos en los asuntos públicos, generar información confiable y, sobre todo, trabajar intensamente con las nuevas generaciones para que sepan y asuman a la democracia como una forma de vida. Toda expresión en cualquier ámbito de la sociedad debe estar identificada con la democracia, como sello, indicarnos si existe o no, su nivel: lo religioso, lo educativo, lo deportivo, lo universitario, lo periodístico, lo familiar, etc.

Es imprescindible comprender, asumiéndolo como modo de vida, que sin democracia verdadera nada puede ser normal en la sociedad: ni la vida con leyes, ni la buena administración de los recursos públicos, ni la convivencia social, ni la seguridad pública, entre otros efectos directos de la democracia, lo básico, lo que todavía está en duda, a lo que todavía se aspira. 

Recadito: Se solicita a la nueva dirigencia de PRI que devuelva la boleta de empeño para ir por el PRD al monte de piedad.

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