Por Marco Antonio Medina Pérez
15 marzo 2016
En el caso Duarte, ¿se optará por la política gatopardista de cambiar todo para que nada cambie? ¿O se protegerá y profundizará la impunidad para aumentar la desilusión y el abstencionismo?
Nunca como ahora la escena veracruzana había estado tan cruzada de enredos, desvaríos, tragicomedias y salidas sorpresivas como la hemos vivido en los últimos tiempos.
A los desvaríos de un gobierno que cada vez añade una raya más a sus despropósitos y escala en medidas que provocan una mayor inconformidad social, la sociedad veracruzana se pregunta hasta donde llegará el límite de la impunidad y hasta donde se dejará llegar a un gobernante que en otras épocas, ya no digamos en otro país, habría sido fulminantemente destituido por el gobierno central quien, para permanecer en el poder siempre ha seguido la máxima de Lampedusa: cambiar todo para que nada cambie.
En efecto, el régimen mexicano es célebre en el mundo por perpetuarse en el poder aplicando precisamente lo que escritor Guissepe Tomasi di Lampedusa describía en su libro El Gatopardo. Así, en la historia del país, se ha sustituido a gobernantes impresentables por otros que han mantenido las cosas igual o peor. Ahora, para sorpresa de muchos, la élite en el poder no aplica la tradicional salida de desembarazarse del gobernante local que está poniendo en peligro la continuidad del régimen en el estado de Veracruz. ¿Será porque en vez de cambiar todo para que nada cambie se ha optado por cambiar nada para ahondar así en la desilusión, el conformismo y finalmente el abstencionismo de la sociedad veracruzana?
¿A qué se debe que pese a los desfiguros, despilfarros, inseguridad reinante, inconformidad de vastos sectores de la sociedad y un enfrentamiento directo con las autoridades y trabajadores universitarios -tan sólo esto último ha costado el puesto a más de un gobernador en el país en décadas anteriores-, Javier Duarte de Ochoa sigue en pie hasta el momento, recibiendo el espaldarazo directo o, por omisión, indirecto, del gobierno federal?
Sabemos que el malestar popular y la organización social serán sin duda fundamentales para barrer cualquier gatopardismo y hacer que se perfile una alternativa auténtica y verdadera para cambiar a fondo el actual estado de cosas. Pero no toda inconformidad social se organiza ni toda organización de la sociedad es permanente para asegurar el cambio a fondo y verdadero.
El punto de confluencia de toda la energía social, de todas las distintas protestas (magisteriales, de pensionados, de cañeros, de empresarios, de despedidos de Pemex, de ambientalistas, de jóvenes, de periodistas, y un largo etcétera), de la inconformidad que se cocina día con día en cada hogar veracruzano, será sin duda el próximo 5 de junio, día de elecciones en Veracruz, donde se deberá vivir una movilización social y popular para cambiar de rumbo.
Ya hay visos de que esa inconformidad y protesta social se está enderezando hacia el día de las elecciones. Diversas encuestas señalan que el partido en el poder ha disminuido drásticamente su papel como opción electoral. Una parte del desencanto social la ha venido capitalizando el abanderado del PAN, con un discurso plagado de incongruencias personales y políticas, esperanzado en la poca memoria que conservan muchos sectores sociales, los que no recuerdan su pertenencia al régimen de complicidades y autoritarismos, que son la causa de la actual situación que se padece. Por otra parte, ha venido creciendo y arropando muchas inconformidades la opción de MORENA, que tendrá su prueba de fuego como opción local en las próximas elecciones, pero que ya participa, aún sin iniciarse las campañas, de un tercio de las preferencias electorales.
Sin embargo, aunque la principal apuesta sea cómo traducir inconformidades y protestas hacia una movilización popular de voto razonado y consciente, importa también cómo se moverán los personeros de la élite en el poder en los próximos meses, cuando se usen tanto las herramientas tradicionales del “convencimiento” político, como los movimientos políticos de desfonde o de fortalecimiento de las opciones electorales que representan los intereses de dicha élite.
La respuesta a la pregunta anotada arriba nos puede dar indicios de por dónde el régimen podría apuntalar un nuevo esquema de continuidad.
Desafortunadamente, para los que no tenemos ni una pizca de manera de asomarnos a los entretelones del poder en tales alturas, no tenemos respuesta a dicha pregunta sino más interrogantes.
Primero se tendrá que optar por los tiempos: en estos momentos, ¿dar de baja a Duarte de la nomenclatura política reinante es ya tarde? ¿Se debió hacer hace tiempo, cuando el costo político hubiera sido menor o por lo menos hubiera habido más tiempo para restañar la imagen del partido en el gobierno y de su candidato?
En segundo se deberá examinar la unidad del bloque gobernante: sin esa unidad es claro que hay desventaja frente a los rivales, por lo cual, ¿se estará apostando por una unidad de maquillaje, por una unidad de las impunidades mutuamente cobijadas o por una unidad transgeneracional para evitar que caigan en desgracia fidelistas, duartistas o yunistas el día de mañana?
En tercero es necesario tener en cuenta la magnitud de una decisión local en el espectro nacional: ¿quién apuntala a quién: el régimen duartista al peñanietista, o al revés? ¿O lo que es lo mismo, pero no es igual, qué tanto sabe Duarte de Peña, a tal grado que el presidente nacional de PRI lo descobija un día y lo arropa al siguiente? ¿O, en el ajedrez nacional, Duarte todavía puede prometer detener la intentona del PAN y su candidato de hacerse del gobierno estatal? ¿O se está optando por mantener a Duarte sabiendo que ello derrumbará la opción Yunes Márquez y por lo mismo fortalecerá la de Yunes Linares?
Quienes pensamos que otro Veracruz es posible, que hay esperanzas en el horizonte, que es posible recuperar la confianza en nuestras propias fuerzas como pueblo sabio, trabajador, heroico, demostrado cotidiana e históricamente, quizás deberíamos estar atentos a cómo se resuelven estas interrogantes en las próximas semanas. Es decir, a cómo intentará el régimen reproducir su política del gatopardismo.
Aunque seguiremos pensando que lo más importante es hacer lo que nos corresponde: expandir la fuerza social que ha estado dormida, o confiada, o amordazada, o sometida, o violentada, o extraviada, o simplemente engañada, y que tendrá una oportunidad única, histórica, para hacerse presente y tomar su papel en la modernidad, la única posible, la de la democracia real, auténtica y participativa.
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