Apreciado editor, déjeme confesarle que soy presa de un mal… o de un bien, depende del ángulo desde donde se le mire. Esta dolencia consiste que cada vez, con mayor regularidad, a la pregunta de un interlocutor, que de dónde soy, la respuesta: “de Tuxpan” , va precedida de un mayor silencio, que día a día aumenta al grado que temo pronto quedar en absoluta mudez sin saber qué responder. La razón: lo que ayer fue una natural prestancia hoy es puritita vergüenza. Aunque nací acá, en el puerto, me apeno de este accidente genético. Dígame usted, entrañable editor, si los acontecimientos de la vida pública del pasado reciente y del presente y los que se vislumbran en un futuro inminente en Tuxpan y la impunidad en que se mueven sus dolosos protagonistas no son suficiente motivo para esconder con celo vergonzante el origen de nuestro terruño.
La mentira que no conoce patria chica encontró en Tuxpan un manto de oxígeno, y los tuxpeños proclives al halago, a la sedosa falsedad le dieron a aquella carta de naturalización. Los gobiernos municipales del Pri de los años ochentas hasta finalizar el milenio fueron un rotundo fiasco. Ahí están todavía los restos de sus deyecciones, ellos, los priistas tan dotados en el arte del robo público y la corrupción. El trienio de Alfredo Huerta fue toda una zarzuela, un vodevil, menos una administración. Con él y en él se condensó todo lo abyecto que puede resistir el ejercicio moral del servicio público. Su gobierno y su persona bien pueden ser objeto de un trabajo académico que mezcle la ciencia de la administración pública y la psiquiatría. El Pan fue un lastre, un fardo que la administración de Octavio Greer arrastró; sin embargo, a pesar de los avances en materia de obra pública y calidad de los servicios, la posición concentradora y ególatra de este político sui géneris parrandero y cantador canceló formas alternativas afines que hubieran reforzado su gobierno.
Y entonces cuando los tuxpeños esperaban dar curso continuo a las políticas públicas de trabajo, el Pan buscó un bobalicón y boquiflojo, que prometió multiplicar los panes y los peces, y los tuxpeños, con esa virtud tan pinche de la pendejez , cogieron el anzuelo y se lo pasaron hasta el fondo, e hicieron alcalde al más vulgar de los ladrones. Los pueblos pecan de pendejos, en la historia abundan los ejemplos. Una planta potabilizadora de agua, un nuevo y moderno matadero, tecnológico y corredor turístico para Santiago de la Peña, un teatro municipal y cuando puta cosa se le ocurriera a este orate de Folgueras y sus jilgueros los panistas. Para mentir fueron duchos, para cumplir: unos putos irresponsables. Pero la demagogia tiene su alimento, y su alimento es la esperanza, esa que se renueva cada tres o seis años, depende si es alcaldía o gubernatura o presidencia de la república. Ahí tenemos las frescas declaraciones expresadas por Juan Ramón Gánem, en rueda prensa, con su séquito de ediles. Desatado, el nuevo alcalde, estimulado por el micrófono y las grabadoras y cámaras hizo un listado de buenos deseos en obras de infraestructura urbana por venir, sin reparar en las dimensiones de lo dicho. Adelantó cifras con una facilidad que da miedo, por la ignorante osadía. De su descabellada imaginación sacó estas promesas, y los invitados de piedra, es decir, los ediles como postes de concreto sin abrir el chipo para decirle al ejecutivo de su cabildo que no chingue, que acaba de asumir la presidencia municipal y que de mentiras estuvimos hasta la madre en el trienio pasado, y que lo que debiera hacer este alcalde cuestionado en su legitimidad por la manera en que acceso al poder es ir tras el ladrón que es Jerónimo Folgueras. Pero no lo va a hacer, porque los iguales, los pares, como en las mafias, se respetan. Y se cubren: el tesorero de Folgueras será el tesorero de Juan Ramón Gánem, el asesor jurídico de Folgueras será el secretario de Juan Ramón Gánem, y el subdirector de obra pública de Folgueras será el nuevo director de obras públicas de Juan Ramón Gánem. Juan Ramón Gánem se pasó de chorizo haciendo un chiste que hoy atesoro para las generaciones que vendrán, bien lo vale: dijo el alcalde, cuando lo interrogaron sobre el subdirector de obras públicas, palabras más, palabras menos: “…con un subdirector como director, el ayuntamiento ahorrará en nómina el sueldo de un director de obras públicas, pues ahorita no hay obra pública por hacer, sino sólo proyectos” . Con esta declaración a la prensa y esta visión de administrador, valore usted, entrañable editor, el coeficiente intelectual de nuestro alcalde.
Gracias. Miguel Camín
Pd. Le preguntó Carmen Aristegui en su espacio de Cnn por la noche a su invitado el historiador Lorenzo Meyer cómo imagina será el proceder de la política mexicana en este 2008, y el investigador, que además es un crítico feroz y explosivo, respondió que el dos mil ocho será como antes del año 2000, con las mismos viejos y viciosos procederes del antiguo régimen priista que no muere. Así lo vi yo que asistí de mirón y oyente a la toma de protesta de Juan Ramón Gánem. Lo que debió ser un cambio de poderes sobrio y republicano, fue un acto faraónico con cientos de borregos, donde tantos los alcaldes, saliente y entrante, se condujeron y hablaron como súbditos de su majestad Fidel Herrera y no como autoridades electas de un municipio libre.
La mentira que no conoce patria chica encontró en Tuxpan un manto de oxígeno, y los tuxpeños proclives al halago, a la sedosa falsedad le dieron a aquella carta de naturalización. Los gobiernos municipales del Pri de los años ochentas hasta finalizar el milenio fueron un rotundo fiasco. Ahí están todavía los restos de sus deyecciones, ellos, los priistas tan dotados en el arte del robo público y la corrupción. El trienio de Alfredo Huerta fue toda una zarzuela, un vodevil, menos una administración. Con él y en él se condensó todo lo abyecto que puede resistir el ejercicio moral del servicio público. Su gobierno y su persona bien pueden ser objeto de un trabajo académico que mezcle la ciencia de la administración pública y la psiquiatría. El Pan fue un lastre, un fardo que la administración de Octavio Greer arrastró; sin embargo, a pesar de los avances en materia de obra pública y calidad de los servicios, la posición concentradora y ególatra de este político sui géneris parrandero y cantador canceló formas alternativas afines que hubieran reforzado su gobierno.
Y entonces cuando los tuxpeños esperaban dar curso continuo a las políticas públicas de trabajo, el Pan buscó un bobalicón y boquiflojo, que prometió multiplicar los panes y los peces, y los tuxpeños, con esa virtud tan pinche de la pendejez , cogieron el anzuelo y se lo pasaron hasta el fondo, e hicieron alcalde al más vulgar de los ladrones. Los pueblos pecan de pendejos, en la historia abundan los ejemplos. Una planta potabilizadora de agua, un nuevo y moderno matadero, tecnológico y corredor turístico para Santiago de la Peña, un teatro municipal y cuando puta cosa se le ocurriera a este orate de Folgueras y sus jilgueros los panistas. Para mentir fueron duchos, para cumplir: unos putos irresponsables. Pero la demagogia tiene su alimento, y su alimento es la esperanza, esa que se renueva cada tres o seis años, depende si es alcaldía o gubernatura o presidencia de la república. Ahí tenemos las frescas declaraciones expresadas por Juan Ramón Gánem, en rueda prensa, con su séquito de ediles. Desatado, el nuevo alcalde, estimulado por el micrófono y las grabadoras y cámaras hizo un listado de buenos deseos en obras de infraestructura urbana por venir, sin reparar en las dimensiones de lo dicho. Adelantó cifras con una facilidad que da miedo, por la ignorante osadía. De su descabellada imaginación sacó estas promesas, y los invitados de piedra, es decir, los ediles como postes de concreto sin abrir el chipo para decirle al ejecutivo de su cabildo que no chingue, que acaba de asumir la presidencia municipal y que de mentiras estuvimos hasta la madre en el trienio pasado, y que lo que debiera hacer este alcalde cuestionado en su legitimidad por la manera en que acceso al poder es ir tras el ladrón que es Jerónimo Folgueras. Pero no lo va a hacer, porque los iguales, los pares, como en las mafias, se respetan. Y se cubren: el tesorero de Folgueras será el tesorero de Juan Ramón Gánem, el asesor jurídico de Folgueras será el secretario de Juan Ramón Gánem, y el subdirector de obra pública de Folgueras será el nuevo director de obras públicas de Juan Ramón Gánem. Juan Ramón Gánem se pasó de chorizo haciendo un chiste que hoy atesoro para las generaciones que vendrán, bien lo vale: dijo el alcalde, cuando lo interrogaron sobre el subdirector de obras públicas, palabras más, palabras menos: “…con un subdirector como director, el ayuntamiento ahorrará en nómina el sueldo de un director de obras públicas, pues ahorita no hay obra pública por hacer, sino sólo proyectos” . Con esta declaración a la prensa y esta visión de administrador, valore usted, entrañable editor, el coeficiente intelectual de nuestro alcalde.
Gracias. Miguel Camín
Pd. Le preguntó Carmen Aristegui en su espacio de Cnn por la noche a su invitado el historiador Lorenzo Meyer cómo imagina será el proceder de la política mexicana en este 2008, y el investigador, que además es un crítico feroz y explosivo, respondió que el dos mil ocho será como antes del año 2000, con las mismos viejos y viciosos procederes del antiguo régimen priista que no muere. Así lo vi yo que asistí de mirón y oyente a la toma de protesta de Juan Ramón Gánem. Lo que debió ser un cambio de poderes sobrio y republicano, fue un acto faraónico con cientos de borregos, donde tantos los alcaldes, saliente y entrante, se condujeron y hablaron como súbditos de su majestad Fidel Herrera y no como autoridades electas de un municipio libre.
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