

VIDA NACIONAL
Pablo Hiriart
Lo que sea de cada quien, hay que reconocer que López Obrador ha sido claro con el tema del Tratado de Libre Comercio (TLC).
El domingo estuvo en Zimapán, Hidalgo, donde aseguró que quienes firmaron el Tratado de Libre Comercio son "tecnócratas deschavetados".
Así lo destacó La Jornada y en ese tenor actuaron las agrupaciones campesinas perredistas que declinaron dialogar con el secretario de Agricultura, Alberto Cárdenas Jiménez, para buscar nuevas formas de apoyo a productores agrícolas.
"Tecnócratas deschavetados", cómo se les fue a ocurrir poner a competir a productores nacionales con extranjeros, dijo López Obrador.
Ahora bien, en política y en la vida la claridad no basta. Tiene que ir acompañada de la congruencia.
Lo anterior viene a cuento porque el decreto de expedición del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, publicado en el Diario Oficial de la Federación el 20 de diciembre de 1993, está firmado únicamente por dos personas.
Dos "tecnócratas deschavetados", según la calificación empleada por López Obrador en Hidalgo.
Uno de ellos, obviamente, fue Carlos Salinas de Gortari, Presidente de la República, y el otro que estampó su rúbrica fue Manuel Camacho Solís, secretario de Relaciones Exteriores.
Así es que López Obrador, quien se dice fiel a sus principios, tiene como principal consejero político a un "tecnócrata deschavetado", causante de la miseria en el campo, etcétera, etcétera.
¿Qué pasó con la congruencia?
Manuel Camacho es, hoy por hoy, el más serio candidato a ocupar la presidencia del Frente Amplio Progresista (FAP), en sustitución de Jesús Ortega.
¿Van a elegir a un "tecnócrata deschavetado" al frente del FAP?
La verdad es que no les haría daño, salvo a su ya muy desacreditada congruencia.
Al contrario, les haría bien que Camacho ocupara la coordinación general del FAP, porque estuvo en lo correcto al firmar la puesta en vigor del Tratado de Libre Comercio.
El deschavetado, en este caso, es López Obrador.
Si en verdad regresáramos a las tasas de gravamen a las importaciones de maíz que había antes de la entrada en vigor del TLC, el precio se iría a las nubes.
Es que antes de que Camacho y Salinas firmaran la expedición del decreto del TLC, el impuesto a la importación de maíz era superior a 200 por ciento.
Luego se fue desgravando hasta quedar en 12% el año pasado.
Bien, México necesita importar cada año ocho millones de toneladas de maíz amarillo, fundamentalmente para forraje animal.
Según la lógica de López Obrador, habría que importarlo con un gravamen superior a 200%, el que había antes de la puesta en marcha del TLC.
¿No hay que estar deschavetado para promover una movilización nacional que empuje al país a importar maíz más caro?
¿De veras queremos importar maíz con gravamen?
Quien diga que sí, es un auténtico deschavetado.
El secretario de Agricultura, que ha tenido una posición ejemplar al defender un Tratado que firmaron un priísta y un expriísta, actualmente asesor en jefe de López Obrador, explicó que las importaciones de maíz son para alimento de ganado y aves.
¿Por qué? Porque antes de la firma del TLC cada mexicano consumía en promedio 34 kilos de carne al año.
Ahora cada mexicano consume una cantidad superior a los 60 kilos de carne al año.
Comemos más carne que antes.
Somos, después del TLC y a pesar de la liberación de gravámenes a la importación de pollo y huevo, el cuarto productor mundial de pollos y huevos.
Somos más competitivos que antes.
También producimos más maíz: 18 millones de toneladas en 1993, contra 24 millones de toneladas en 2007.
Y los precios internacionales de los granos han subido a niveles históricos, porque India y China comienzan a consumir más: comen más, han progresado, pues crecen a tasas de 10% anual.
¿Por qué India y China crecen a ese ritmo y sus habitantes empiezan a comer?
¿Porque cerraron sus economías o porque las abrieron?
¿También están deschavetados?
Pablo Hiriart
Lo que sea de cada quien, hay que reconocer que López Obrador ha sido claro con el tema del Tratado de Libre Comercio (TLC).
El domingo estuvo en Zimapán, Hidalgo, donde aseguró que quienes firmaron el Tratado de Libre Comercio son "tecnócratas deschavetados".
Así lo destacó La Jornada y en ese tenor actuaron las agrupaciones campesinas perredistas que declinaron dialogar con el secretario de Agricultura, Alberto Cárdenas Jiménez, para buscar nuevas formas de apoyo a productores agrícolas.
"Tecnócratas deschavetados", cómo se les fue a ocurrir poner a competir a productores nacionales con extranjeros, dijo López Obrador.
Ahora bien, en política y en la vida la claridad no basta. Tiene que ir acompañada de la congruencia.
Lo anterior viene a cuento porque el decreto de expedición del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, publicado en el Diario Oficial de la Federación el 20 de diciembre de 1993, está firmado únicamente por dos personas.
Dos "tecnócratas deschavetados", según la calificación empleada por López Obrador en Hidalgo.
Uno de ellos, obviamente, fue Carlos Salinas de Gortari, Presidente de la República, y el otro que estampó su rúbrica fue Manuel Camacho Solís, secretario de Relaciones Exteriores.
Así es que López Obrador, quien se dice fiel a sus principios, tiene como principal consejero político a un "tecnócrata deschavetado", causante de la miseria en el campo, etcétera, etcétera.
¿Qué pasó con la congruencia?
Manuel Camacho es, hoy por hoy, el más serio candidato a ocupar la presidencia del Frente Amplio Progresista (FAP), en sustitución de Jesús Ortega.
¿Van a elegir a un "tecnócrata deschavetado" al frente del FAP?
La verdad es que no les haría daño, salvo a su ya muy desacreditada congruencia.
Al contrario, les haría bien que Camacho ocupara la coordinación general del FAP, porque estuvo en lo correcto al firmar la puesta en vigor del Tratado de Libre Comercio.
El deschavetado, en este caso, es López Obrador.
Si en verdad regresáramos a las tasas de gravamen a las importaciones de maíz que había antes de la entrada en vigor del TLC, el precio se iría a las nubes.
Es que antes de que Camacho y Salinas firmaran la expedición del decreto del TLC, el impuesto a la importación de maíz era superior a 200 por ciento.
Luego se fue desgravando hasta quedar en 12% el año pasado.
Bien, México necesita importar cada año ocho millones de toneladas de maíz amarillo, fundamentalmente para forraje animal.
Según la lógica de López Obrador, habría que importarlo con un gravamen superior a 200%, el que había antes de la puesta en marcha del TLC.
¿No hay que estar deschavetado para promover una movilización nacional que empuje al país a importar maíz más caro?
¿De veras queremos importar maíz con gravamen?
Quien diga que sí, es un auténtico deschavetado.
El secretario de Agricultura, que ha tenido una posición ejemplar al defender un Tratado que firmaron un priísta y un expriísta, actualmente asesor en jefe de López Obrador, explicó que las importaciones de maíz son para alimento de ganado y aves.
¿Por qué? Porque antes de la firma del TLC cada mexicano consumía en promedio 34 kilos de carne al año.
Ahora cada mexicano consume una cantidad superior a los 60 kilos de carne al año.
Comemos más carne que antes.
Somos, después del TLC y a pesar de la liberación de gravámenes a la importación de pollo y huevo, el cuarto productor mundial de pollos y huevos.
Somos más competitivos que antes.
También producimos más maíz: 18 millones de toneladas en 1993, contra 24 millones de toneladas en 2007.
Y los precios internacionales de los granos han subido a niveles históricos, porque India y China comienzan a consumir más: comen más, han progresado, pues crecen a tasas de 10% anual.
¿Por qué India y China crecen a ese ritmo y sus habitantes empiezan a comer?
¿Porque cerraron sus economías o porque las abrieron?
¿También están deschavetados?
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