

Por Miguel Camín
retratos1@gmail.com
De aquellos lodos, en el Pan no queda polvo, sino mil máscaras
1.-NULIDAD REDONDA: A los panistas tuxpeños, las mieles en el poder los han envilecido. Anémicos en el pasado, vivieron una oposición arrinconados, satisfechos con las migajas que rodaban al piso desde la mesa municipal donde glotones se atragantaban los roedores del Pri. Así, mantenidos a dieta, subsistieron los Aguilar, los Bautista, y otras familias, invernando con la malévola esperanza de esperar su primavera. Y ésta llegó. Asomaron a la claridad su verdadero talante, rapaz, sin llenadero, pragmático, sin doctrina, y felices disputaron a otros el protagonismo del cohecho y las corruptelas. La mierda les alcanzó las narices y ellos como si nada. Un vivo ejemplo de ese estado de descomposición del Pan lo es Héctor Vargas Avendaño, un abogado sin brillo de una nulidad esférica. Obtuvo el beneplácito de la dirigencia municipal del Pan local para encabezar la sindicatura en la planilla edilicia de Folgueras, a sabiendas que le abrían las puertas del gallinero a un mutante mitad rata, mitad tlacuache. En los tres años que fungió como síndico nada destacable de su labor se recuerda. Bien ataviado, pendiente de su imagen hizo de la vanidad y la mentira su tarjeta de presentación. Desleal y sin pudor quiso ser secretario de cabildo con Juan Ramón Gánem. Le mandaron a la gáver.
2.-OTRA NULIDAD: Si a Leonides Barra se le aplicara un test de inteligencia la disputa por el predominio involucraría a un grueso grupo de estudiantes de preescolar, y él lo sabe, y si aún no lo sabe habrá un amigo franco que se lo diga, y si ese amigo no aparece, no hay porque alarmarse: su sensibilidad de infante adulto lo pondrá sobre aviso. Queda constancia de su pleno regocijo por haber sido regidor, las imágenes tomadas a cuadro en la toma de protesta en el último día del año. En voz en off el alcalde electo cubría de mentiras la presencia inútil del gobernador y Leonides Barra se precipitaba en atronadas palmas que sobresalían de las otorgadas por los otros ediles. ¡Qué importan las circunstancias malsanas en las que se dio el resultado final de la elección! Leonides Barra aspiró a ser regidor, y a pesar de su mala cabeza, su buena estrella le cumplió.
3. EL RECTO BALÍN: Me sinceré aquí ayer, promoviendo una causa que le hiciera justicia a Balín en este segundo año de Calderón, llamado el presidente del empleo, pero me entristece confesar que mi deseo no resultará. Un amigo en común, que lee este blog fue a rajar con el Balín, y el Balín rápido dio conmigo y censuró mi actitud. No necesitó buscarme. Llegué a la cantina “Arena y mar” por la entrada de Clavijero por Independencia, hacia las ocho de la noche. Había abordado un autobús y pedido el descenso a la altura de la tintorería, ese establecimiento fuera de lugar donde rentan trajes y smokings. Me entretuve un momento mirando las piernas robustas del puente, y bebiendo de esa mareante nostalgia del sonido que reverbera en las oquedades de los arcos sobre los coches y las voces, una nostalgia de corazón abierto. Pero este no es mi puente ni es mi río, ni son los ecos lejanos de mi voz, con el cubo en la mano para atrapar jaibas, jugar con ellas y después destriparlas. Este puente y este río están empuercados con sus vertederos de fiemo y sus establecimientos de pescado. Entré sigiloso como siempre a la cantina, fresca por su edificación de estuco y mampostería, y saludé a Ernestina que fregaba mesas con un trapo rezumado de pinol y cloro, y me quedé con ese aroma más de sala de enfermos que de tugurio. El Balín sacaba una cerveza de la hielera, se había agachado y parecía una sombra compactada en la enferma luz de la bombilla. Dio un medio giro y colocó la botella frente a mí, y por la forma y el golpe del culo de la botella en la tabla cacariza del mostrador supe que ya le habían hecho llegar el chisme, y el Balín, recto como es, no requirió más que estas palabras para darme en toda la madre: “Al menos en este putero soy". Entendí: en Juárez 20, no sería.
De aquellos lodos, en el Pan no queda polvo, sino mil máscaras
1.-NULIDAD REDONDA: A los panistas tuxpeños, las mieles en el poder los han envilecido. Anémicos en el pasado, vivieron una oposición arrinconados, satisfechos con las migajas que rodaban al piso desde la mesa municipal donde glotones se atragantaban los roedores del Pri. Así, mantenidos a dieta, subsistieron los Aguilar, los Bautista, y otras familias, invernando con la malévola esperanza de esperar su primavera. Y ésta llegó. Asomaron a la claridad su verdadero talante, rapaz, sin llenadero, pragmático, sin doctrina, y felices disputaron a otros el protagonismo del cohecho y las corruptelas. La mierda les alcanzó las narices y ellos como si nada. Un vivo ejemplo de ese estado de descomposición del Pan lo es Héctor Vargas Avendaño, un abogado sin brillo de una nulidad esférica. Obtuvo el beneplácito de la dirigencia municipal del Pan local para encabezar la sindicatura en la planilla edilicia de Folgueras, a sabiendas que le abrían las puertas del gallinero a un mutante mitad rata, mitad tlacuache. En los tres años que fungió como síndico nada destacable de su labor se recuerda. Bien ataviado, pendiente de su imagen hizo de la vanidad y la mentira su tarjeta de presentación. Desleal y sin pudor quiso ser secretario de cabildo con Juan Ramón Gánem. Le mandaron a la gáver.
2.-OTRA NULIDAD: Si a Leonides Barra se le aplicara un test de inteligencia la disputa por el predominio involucraría a un grueso grupo de estudiantes de preescolar, y él lo sabe, y si aún no lo sabe habrá un amigo franco que se lo diga, y si ese amigo no aparece, no hay porque alarmarse: su sensibilidad de infante adulto lo pondrá sobre aviso. Queda constancia de su pleno regocijo por haber sido regidor, las imágenes tomadas a cuadro en la toma de protesta en el último día del año. En voz en off el alcalde electo cubría de mentiras la presencia inútil del gobernador y Leonides Barra se precipitaba en atronadas palmas que sobresalían de las otorgadas por los otros ediles. ¡Qué importan las circunstancias malsanas en las que se dio el resultado final de la elección! Leonides Barra aspiró a ser regidor, y a pesar de su mala cabeza, su buena estrella le cumplió.
3. EL RECTO BALÍN: Me sinceré aquí ayer, promoviendo una causa que le hiciera justicia a Balín en este segundo año de Calderón, llamado el presidente del empleo, pero me entristece confesar que mi deseo no resultará. Un amigo en común, que lee este blog fue a rajar con el Balín, y el Balín rápido dio conmigo y censuró mi actitud. No necesitó buscarme. Llegué a la cantina “Arena y mar” por la entrada de Clavijero por Independencia, hacia las ocho de la noche. Había abordado un autobús y pedido el descenso a la altura de la tintorería, ese establecimiento fuera de lugar donde rentan trajes y smokings. Me entretuve un momento mirando las piernas robustas del puente, y bebiendo de esa mareante nostalgia del sonido que reverbera en las oquedades de los arcos sobre los coches y las voces, una nostalgia de corazón abierto. Pero este no es mi puente ni es mi río, ni son los ecos lejanos de mi voz, con el cubo en la mano para atrapar jaibas, jugar con ellas y después destriparlas. Este puente y este río están empuercados con sus vertederos de fiemo y sus establecimientos de pescado. Entré sigiloso como siempre a la cantina, fresca por su edificación de estuco y mampostería, y saludé a Ernestina que fregaba mesas con un trapo rezumado de pinol y cloro, y me quedé con ese aroma más de sala de enfermos que de tugurio. El Balín sacaba una cerveza de la hielera, se había agachado y parecía una sombra compactada en la enferma luz de la bombilla. Dio un medio giro y colocó la botella frente a mí, y por la forma y el golpe del culo de la botella en la tabla cacariza del mostrador supe que ya le habían hecho llegar el chisme, y el Balín, recto como es, no requirió más que estas palabras para darme en toda la madre: “Al menos en este putero soy". Entendí: en Juárez 20, no sería.
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