
Por Uriel Flores Aguayo
urielfloresaguyo@hotmail.com
El próximo 15 de noviembre estará el gobernador Herrera Beltrán, en el palacio legislativo para presentar su cuarto informe de gobierno. Tal acto se produce en un momento en que nuestro país atraviesa por una profunda crisis económica que avizora crecimiento cero para el próximo año, así como por una crisis de inseguridad que muestra a un estado débil y atemoriza a la población; de estos fenómenos lógicamente no puede escapar el estado de Veracruz.
El informe y su entorno pueden ser diferentes o tradicionales. Este segundo rasgo ha estado presente en los tres primeros, a saber: discurso central, documentos voluminosos, giras de autoconsumo y respuestas acríticas y complacientes de la mayoría de los diputados, cuyas respuestas oscilan entre la exaltación subordinada de la mayoría tricolor y la postura “opositora” de relleno, intrascendente y de generalizaciones. Este sería un tipo de informe que independientemente de su contenido estaría destinado a recibir aplausos y más aplausos. Si fuera diferente, se apartaría de los escenarios de exclusividad oficialista para someterse a la crítica de los foros independientes y especializados.
Cuatro años son más del sesenta por ciento del mandato aceptado por el gobernador Fidel Herrera; por cronología y circunstancias políticas después del cuarto informe viene la recta final. En este último trecho de la administración roja ya no hay condiciones para improvisar o para iniciar algo nuevo. Son tiempos de consolidación de la obra de gobierno y de los preparativos sucesorios.
Aunque se diga por el propio gobernador que, ahora, la clave es la economía, la verdad es que su sexenio ha estado marcado por su trabajo político, donde sobresalen su activismo, sus relaciones y el dialogo o acercamiento con la diversidad social y política. Este ha sido el gobierno de la política-política. La reaparición de exgobernador Acosta Lagunes, sugiere un giro hacia una línea de más administración.
El gobernador Herrera hizo lo que pudo y no lo que quiso en sus tres primeros años de gobierno, en tanto heredaba deudas y compromisos de la administración anterior y era producto de una elección sumamente competida que llevó a su partido a perder la mayoría en la LX legislatura. Desde luego que un gobernador puede mucho en los tiempos actuales, cuando se ha avanzado en el federalismo en la versión de descentralización de recursos y, sobretodo, cuando, como es el caso de Veracruz, ya no tiene obligaciones informales y autoritarias con un presidente de la república que hubiera surgido de su partido. En este cuarto año el gobernador Herrera, ha hecho más en la línea de lo que él quiere, ya que cuenta con la mayoría en la LXI legislatura y en los ayuntamientos del estado. Esa condición actual lo hace el hombre fuerte de Veracruz y lo coloca en una circunstancia en que las victorias o las derrotas son mayores. De entrada no debería haber pretextos para entregar buenas cuentas.
Dentro del poder de un gobernador no están incluidas las variables económicas y presupuestales del país, lo cual debería reconocer para ganar en credibilidad, sortear la crítica coyuntura y no cargar con el peso de asuntos en que poco puede hacer.
De los faltantes de hoy y siempre en Veracruz sobresalen la definición y transparencia en las políticas públicas y en los asuntos de seguridad. Más evidente ha aparecido el déficit en este último tema ante la situación que vive el país, a la que no escapa el estado, y cuando se presencian espectáculos tan denigrantes como el reciente motín de los policías estatales en el cuartel de “San José”; más que policías parecieron pandilleros.
Finalmente, habrá que estar atento a ese cuarto informe, hacer los comparativos respectivos sobre cómo arrancó y cómo va la actual administración, ver resultados, estimular la crítica y la autocrítica y renunciar a ahogarse en un mar de autocomplacencias. Más allá del oropel y los aplausos hay que insistir en que el problema central de nuestro estado es la pobreza, situación que debería de terminar el estilo, las acciones y los objetivos del gobierno estatal. Cualquier aspiración para alcanzar nivel de estadista pasa por pensar en el futuro de la siguiente generación.
Recadito: Sintamos el placer de la libertad caminando por las calles de Xalapa el próximo miércoles.
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