Por Uriel Flores Aguayo
urielfloresaguayo@hotmail.com
Las encuestas, la opinión especializada y la percepción popular muestran una tendencia favorable al PRI de cara a las elecciones federales de este año. Todo se encamina a que el tricolor vuelva a tener mayoría relativa en la cámara de diputados, la cual dependerá en su magnitud de la gran variable que representa el uso y operación electoral de los programas sociales del gobierno federal, sobre todo ahora que pondrá un énfasis electorero en algunos puntos de su plan anticrisis.
Lo curioso del regreso priísta es que ha hecho muy poco para lograrlo y mucho menos para merecerlo. Más bien se beneficia de los errores y crisis de sus adversarios, además de haber cobrado con creces su respaldo al fraudulento de Felipe Calderón. El PAN y el PRD son malas copias del PRI. Los tres forman la trenza de que habla Porfirio Muñoz Ledo. El PAN ya es un partido de intereses más que de convicciones, su papel actual consiste en cuidar las espaldas a los monopolios y ponerse al servicio del inquilino principal de “Los Pinos”. El PRD abandonó las posiciones que le daban sentido y se integró alegremente a las reglas de la partidocracia; lo curioso es su autoapodo de “moderno” en un sistema atrasado. El gran error del PRD, que le está significando desprestigio y le va a traer pérdida importante de votos, es haberle dado la espalda a Andrés Manuel López Obrador, el principal líder opositor del país.
En ese escenario el PRI va tan campante encaminado a un retorno con pena o con gloria, administrando sus ventajas, poniendo en juego una suma de mañas y experiencia y acariciando la remota y nada fácil posibilidad de alcanzar la presidencia de la república. El problema es que el tricolor no ha hecho gran cosa para llegar a esa favorable situación, no se ha asomado a la autocrítica profunda y mucho menos a una clara y contundente redefinición ideológica.
Tenemos el caso de Veracruz, donde el PRI está más que posicionado y juega un papel hegemónico pero no por sus propios méritos o porque cuente con grandes liderazgos. Su recuperación pasa por la debilidad opositora y por el trabajo del gobernador del estado, quien es mandatario y es su líder, es ejecutivo y es activista. El PRI jarocho más que nunca es producto de la labor gubernamental. Eso, hasta cierto punto, es normal; el problema para el tricolor es que nunca aprende a vivir sin el oxigeno y los recursos oficiales.
Es cierto que ha surgido una nueva elite priísta, que es una generación nueva por edad o por que no hacía política partidista. Están en todos lados, sobre todo en los ayuntamientos y en la administración pública estatal, sus nombres y rostros cada vez son más conocidos. Sobresalen por la publicidad, más que por un perfil propio. Las dudas que vienen es qué tanto tienen nombre propio, qué tanto dependen del cargo y qué tanto asumen una identidad política y partidaria. A la hora de los repartos o de los cocolazos se verá que tantos resultan “rabanitos”, es decir, rojos por fuera y blancos por dentro. En ese momento su impulsor, el gobernador del estado, sabrá la efectividad de su estrategia no recicladora sino generadora de figuras públicas.
Lo paradójico es que el PRI, con todo y sus fortalezas, no puede sentirse seguro para repetir en la gubernatura a renovarse en el 2010. No, porque las tendencias y los escenarios cambian; no, porque la competencia es de persona a persona; y no, porque un partido fuerte puede bajar con un candidato de bajo perfil, mientras que, al contrario, un partido débil puede subir con un candidato de alto perfil.
Hablar de la elección presidencial del 2012 pasa, entre otros temas, por la elección de gobernador de Veracruz.
Recadito: Vamos con AMLO al zócalo del D.F., el 25 de enero a las 10:00 A.M
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