sábado, 6 de junio de 2009

GUERRA ANTIDROGAS: ¿Y QUE PASA CON LA TERCERA VARIABLE...COLOMBIA?

POR: PATRICIO G. QUINTANILLA.
patgq52@hotmail.com
PARTE 1 DE 2

Mucho se difunde en los medios recientemente sobre el combate conjunto al narcotráfico y el crimen organizado por parte de México y Estados Unidos. Adicionalmente a las estrategias diseñadas internamente por cada país para combatir estos flagelos, a principios de 2009 se consolida la famosa “iniciativa Mérida”, como un programa de asistencia, por parte de estados unidos, para proporcionar aeronaves, equipos, entrenamiento y sistemas de alta tecnología destinadas a mejorar las capacidades de las fuerzas de seguridad de México y Centroamérica. Esta iniciativa representa una erogación inicial de 1.6 billones de dólares a distribuirse en el periodo de tres años (2009-2011). De estos recursos, México absorberá aproximadamente el 80 porciento del total.

Bueno, y ¿que pasa con la principal fuente de drogas en América, causante principal del problema que aqueja a nuestro país? ¿Aquella que abastece al menos el 80 porciento de la cocaína procedente de Sudamérica, que además exporta sus métodos de barbarie asesina más brutales de la historia reciente?

Colombia, hacia finales de los años noventa, producía aproximadamente 700 toneladas de cocaína pura por año, en una extensión de cultivo aproximada de entre 1,700 y 2,500 kilómetros cuadrados. De esta cantidad de cocaína pura, 600 toneladas eran dirigidas al mercado norteamericano y el resto se destinaba a Europa. El 60 porciento (360 tons.) de este volumen llegaba por vía marítima y aérea a México por ambos litorales y de allí cruzaba la frontera hacia estados unidos vía terrestre. El 40 porciento restante (240 tons.) entraba a Estados Unidos vía marítima y aérea principalmente a través de puerto rico y las islas vírgenes, en el caribe.

El caos que sufría Colombia tras mas de sesenta años de guerra civil, de corrupción institucional y de violencia generalizada por parte de las guerrillas, los grupos paramilitares y los grandes carteles de la droga, mantenía un estado de ingobernabilidad, una economía contraída, inseguridad galopante y una pobreza en aumento. Ante esta situación interna y por la presión estadounidense de disminuir el trafico de cocaína y heroína, durante 1999 el entonces presidente Andrés Pastrana, con el apoyo del presidente Clinton, establece el “plan Colombia”, programa multiproyectos con una inversión original de 7,500 millones de dólares, aportados en dos terceras partes por el gobierno colombiano y el resto por “países y organizaciones internacionales” (llámese Estados Unidos), para un periodo de tres años.

El programa distribuye sus recursos de la manera siguiente: 50 porciento para desarrollo institucional y social, 35 porciento para el combate al narco y un 15 porciento para la reactivación económica del país. Los Estados Unidos aportaron 1,300 millones de dólares para el periodo 2000-2002, con casi un setenta porciento de esta cantidad -900 millones- destinados a la desarticulación de los carteles, a la erradicación de los cultivos de coca y amapola y para recursos militares a usarse contra los grupos paramilitares y las guerrillas, incluidas las FARC.

Posteriormente, con el apoyo adicional promovido por el nuevo presidente Bush, entre 2002 y 2004, estos gastos promediaron unos 900 millones de dólares anuales, incluidos 200 millones para la “iniciativa contra drogas andina”, que incluye al Perú y Bolivia
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En este periodo se consigue, supuestamente, la mayor erradicación de cultivos de coca y amapola, quedando solo 1,140 km2 de cultivos remanentes de un área de 2,500 km2 originales. La producción de cocaína bajo a un estimado de 430 toneladas en 2004. También se desarticularon los dos últimos grandes carteles colombianos, el del “norte” y el de “la costa”.

Paradójicamente, estos esfuerzos alentaron al narco al acondicionamiento de nuevas áreas de cultivo, llevado a cabo por campesinos desplazados de las áreas erradicadas. También se incentivó el cultivo de coca fuera del país, hacia las regiones montañosas del Perú y Bolivia, en un “efecto globo”, que aun persiste en la actualidad.

Aunado a esto, la erradicación por aspersión aérea ha recibido fuertes críticas internacionales por la alta toxicidad de las substancias empleadas, que además de ser cancerigenas causan un daño muy severo al ecosistema de la selva alta andina.

Continuará….

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