lunes, 13 de septiembre de 2010

TIENDA DE RAYA…


Por Imelda Torres...

jurisagro@yahoo.com.mx
Preparando el Bicentenario…¿de qué?
Si hablamos con claridad, como ya lo apunté anteriormente, no son doscientos años de Independencia lo que estaríamos celebrando el próximo 16 de septiembre. En 1810, la madrugada del 16 y no del 15, Miguel Hidalgo, alertado por la Corregidora y Allende, decidió adelantar el levantamiento armado en contra del gobierno español acéfalo por el derrocamiento de Fernando VII como Rey de España. La revuelta estaba prevista para las fiestas de la Guadalaupana, el 12 de diciembre de aquél año, para aprovechar (o utilizar) el fervor indígena por la Virgen Morena del Tepeyac para armar la revuelta y derrocar a los españoles del gobierno de la Nueva España.
La fecha de celebración del Movimiento de Independencia se modificó por órdenes de Porfirio Díaz, que decidió celebrar el Centenario de la Independencia en 1910, en la madrugada del 15 de septiembre, y no la madrugada del 16, cuando sucedió realmente.
¿Por qué cambió la fecha Porfirio Díaz? Pues para celebrar su cumpleaños y aprovechar los canapés, el pastel y el suntuoso baile que se llevó a cabo en Palacio Nacional, ya en vísperas del estallamiento de la Revolución Mexicana. Fiesta afrancesada y de lujo, mientras un pueblo desharrapado se moría de hambre en las calles de la Ciudad de México y era reprimido por las transnacionales en los campos petroleros y las fábricas de hilo y telares.
Regresando a 1810, Miguel Hidalgo y Costilla fue un cura criollo que deseaba que las reformas liberales de la Constitución de Cádiz de 1812 no entraran en vigor. El clero perdería poder frente al Estado Laico que prometía nacer en España. Esa fue, probablemente su motivación mayor para conspirar con otros criollos y levantarse en armas en contra de la Corona Española, usurpada por Napoleón Bonaparte desde 1804, año en que invadió la península ibérica, derrocó a Carlos V y a su hijo Fernando VII, herederos legítimos del trono español, e impuso a su hermano José Bonaparte (Pepe Botellas para los cuates) como “monarca español”. En río revuelto, ganancia de criollos, que vieron en la invasión napoleónica la oportunidad de liberarse del yugo español, que les negaba las prebendas económicas y políticas que durante tres siglos ya se habían ganado a pulso, impulsando la economía del Virreinato con su trabajo y sacrificio al abandonar la Madre Patria y aventurarse al Nuevo Mundo en busca de fama y fortuna.
En suma, el Movimiento de Independencia, fue un levantamiento meramente criollo en contra del poderío peninsular español. La idea de crear una Nación americana, y fundar una nueva República fue propuesta por el genio militar de José María Morelos y Pavón, al enunciar sus Sentimientos de la Nación en el Congreso de Apatzingan, que se reúne hasta 1814 con la intención de promulgar una primera Constitución para la nación. Signo latente del surgimiento del Estado Mexicano, que se consolida al culminar la Independencia, con la Firma de los Tratados de Córdoba el 24 de agosto de 1821, y la entrada del Ejército Trigarante encabezado por Guerrero e Iturbide a la Ciudad de México el 27 de septiembre del mismo año.
Bien dicen que la Historia es cíclica. Se repite con fina precisión. Revisemos sus páginas y veremos que estamos cometiendo los mismos errores. Errores del Bicentenario: Celebramos cuando deberíamos estar en pié de lucha: no estamos para fiestecitas en Palacio Nacional mientras la gasolina sigue subiendo; la delincuencia se da el lujo de desalojar reclusorios; los ríos se desbordan por nula previsión en el desfogue de presas y sobrevive más de la mitad de la población mexicana oscilando entre la pobreza y la miseria.
¿Qué festejamos?
Y para rematar lo absurdo con lo burdo, tenemos que los adornos del Bicentenario en Tuxpan están para deprimir a cualquiera: focos de luces multicolores que apenas prenden, formando ¿banderas de México? con imágenes bizarras: el águila se convirtió en feto nacional.
¿Piensa que exagero? Dése una vuelta por el Puente Tenechaco, ahí está la más aberrante bandera de México que había visto en mi vida.
Prefiero quedarme en casa. Prepararé pozole, con su respectiva lechuguita, rabanitos, tostadas y el infaltable orégano. Pozole a la chilanga, sabroso pues. Y acompañada de la familia, no hay mejor banquete para recordar estas fechas patrias, que nos deberían de servir para reflexionar cuanta gente dió su vida por que hoy podamos caminar por las calles tranquilamente. No para andarle haciendo al ensarapado tergiversando los hechos, excluyendo al Pípila y a los indígenas, por prietos supongo, de la Historia de México.
Y para rematar, Puente Nacional del 15 al 17 de Septiembre. Y el Batallón del Ejército Mexicano Femenil ¡¡¡¡¡¡Vestidas de Adelitas para el Desfile del 16 de Septiembre!!!!!!!!
Vamos de mal en peor. Por lo menos que nos dejen de tarea visitar algún museo o exposición relativa a las Fiestas Patrias. A ver si al menos aprendemos algo sobre nuestra Historia.
Pero mejor nos vamos a la playa, a chupar por el Bicentenario. No faltaba más. Si somos orgullosamente mexicanos. Si semos libres de brindar por quien se nos pegue la gana, porque ni siquiera distinguimos quienes participaron en la Independencia y quienes fueron los próceres de la Revolución Mexicana.
Y si ya le entraron cochina dudas sobre el Bicentenario, le recomiendo leer las publicaciones del Colegio de México acerca de la Historia de México. Son dos sendos tomos, pero bien vale la pena revisarlos.
Usted apreciable lector ¿Qué opina?
Hasta la próxima.

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