lunes, 31 de enero de 2011

COYUNTURA POLÍTICA XXI... VIOLENCIA Y DESIGUALDAD SOCIAL EN MÉXICO...


Raúl Abraham López Martínez*

Calderón, aquel hombre que hizo de la “guerra sucia” su mejor estrategia de campaña electoral sostuvo como una de sus promesas de campaña que iba a promover el empleo. Tanto habló y habló en su campaña sobre el tema que sus estrategas mediáticos lo colocaron como “el candidato del empleo”.

Han transcurrido cuatros años del mandato de Felipe y los mexicanos no logramos visualizar el cumplimiento de esta promesa. A estas alturas ninguna persona que se encuentren en sus cabales puede creer que esta promesa se vaya a cumplir.

A cambio de esta fallida promesa el gobierno del hijo de Carmen Hinojosa de Calderón y Luis Calderón Vega se ha caracterizado en materia económica en aumentar los niveles de desigualdad social.

Para los que no les parezca suficiente señalar a los más de 50 millones de mexicanos que se encuentran en pobreza y pobreza extrema para ejemplificar la gravedad de la desigualdad podemos retomar los datos analizados por Martín Carlos Ramales Osorio quien en su artículo “México: desigualdad social y pobreza. Saldos del “gobierno del empleo” publicado en la revista Observatorio de la Economía Latinoamericana número 132 de 2010 sostiene que “El gobierno de Felipe Calderón Hinojosa, carente de oficio y de sentido común, no solamente es el gobierno del desempleo sino que también es el gobierno del aumento de las desigualdades sociales y, por tanto, de la pobreza. Y cómo no debería serlo, sí se trata de un gobierno conservador que les quita a los pobres para darles a los ricos. Hacia 2006, la distribución familiar del ingreso era como sigue: el 10 por ciento de las familias más pobres, el llamado decil I, acaparaba el 2.4 por ciento del ingreso trimestral total de aquel año; en el otro extremo, el 10 por ciento de las familias más ricas, el llamado decil X, concentraba el 34.5 por ciento del ingreso trimestral total. Para 2008, el segundo año de gobierno de Felipe Calderón, la situación se había modificado a favor del decil X (que aumentó su participación en el ingreso trimestral total al 36.6 por ciento) en detrimento del decil I (que disminuyó su participación en el ingreso nacional al 1.7 por ciento). Sin embargo, y según los Indicadores del Desarrollo Mundial 2010 del Banco Mundial, las desigualdades sociales en México son todavía más pronunciadas de lo que presentan las ENIGH 2006 y 2008 del INEGI (Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares). Según los mencionados Indicadores, hacia 2008 al 10 por ciento más pobre de los mexicanos les correspondía el 1.2 por ciento del ingreso nacional total; en el otro extremo, el 10 por ciento más rico de la población concentraba el 41.3 por ciento de la renta nacional total. Lo anterior es explicable, toda vez que algunas familias del decil X son propietarias de grandes corporativos que cotizan en la Bolsa Mexicana de Valores (BMV), que casi no pagan impuestos y que mantienen una posición privilegiada (monopólica) en sus respectivos mercados.”.

Con estos datos económicos no hay que rascarse mucho la cabeza para relacionar la desigualdad social con el aumento de la violencia que surge por parte de las clases subalternas, de esos sectores de la sociedad que no cotizan en la Bolsa de Valores, de esos campesinos que fueron despojados de sus tierras debido a las reformas privatizadoras del ejido, de esos jóvenes cuyos padres no forman parte del decil X, de esos padres de familia que encontrándose en una situación de sobrevivencia extrema han optado por delinquir.

Lo anterior es consecuencia de las políticas públicas promovidas por los políticos neoliberales que haciendo uso de los recursos, que originariamente son propiedad de la sociedad en su conjunto, han privilegiado el enriquecimiento de los suyos, en detrimento de la mayoría.

Estos grupos que han sido beneficiados por las reformas económicas tienen mucho que ver con la ola de violencia que se ha desatado en el territorio nacional, ellos por su desmedida ambición de enriquecerse por medio del despojo y del uso de un Estado que ha sido benefactor sólo para los grupos financieros y empresariales.

Dimensionando estas situaciones de causa, la respuesta de recurrir a la militarización de la sociedad demuestra la necedad de las clases privilegiadas, de sus aliados políticos y de los altos mandos del ejército en desconocer el origen social y económico del espiral de violencia en el que nos encontramos.

Señor Calderón lo que requiere el país no son más retenes en nuestras ciudades, no más soldados intimidando a la población, no más compromisos militares con Estados Unidos, no más presupuesto para las fuerzas de seguridad.
Lo que requiere el país es garantizar la justicia social a cada uno de los más de 50 millones mexicanos que no forman parte de esta salvaje economía de mercado. Lo que tiene que hacer usted y su gente es garantizar el abasto de leche en formula en el Seguro Social, de garantizar los medicamentos, la atención médica, la alimentación, la vivienda, el trabajo, la cultura, la educación, de detener los feminicidios, los juvenicidios. En síntesis de garantizar las condiciones básicas de la seguridad humana, medioambiental y de género. Un trabajo digno y paz para todos.

* Director de la Revista Digital Independiente Voz Universitaria
www.vozuniversitaria.org.mx

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