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José Enrique Olivera Arce
Clases medias y movilizaciones sociales
Las absurdas declaraciones del secretario de hacienda en torno a la pobreza, además de generar indignación y rechazo a las políticas públicas puestas en práctica por el gobierno calderonista, ponen en el tapete de la discusión el tema de la precarización de las llamadas clases medias, cuyas expectativas de movilización y ascenso en la escala social se contemplan no sólo frenadas, sino también acusando una franca tendencia a un inesperado descenso. Lo cual genera frustración y una creciente irritación que se ve hoy reflejada en la confluencia de movimientos sociales en torno a objetivos políticos comunes.
No es por ello circunstancial que las movilizaciones que reclaman en principio el freno a la violencia desatada por la guerra declarada por Calderón Hinojosa a las diversas manifestaciones delincuenciales, no solo crecen haciéndose más evidentes ganándose la simpatía de amplios sectores de clase media, sino que concitan a la unidad de las corrientes de izquierda en torno a reivindicaciones tales como la democracia participativa, el pleisbicito, o la revocación del mandato. Cuestionando el actual estado de cosas en manos de una clase política insensible, corrupta y ajena al sentir popular.
Como es el caso de la Marcha por la paz, con justicia y dignidad”, promovida por el poeta neo zapatista Javier Sicilia; el movimiento “no más sangre”, que agrupa a destacados intelectuales en su mayoría contestatarios, y “Morena”, movimiento nacional encabezado e impulsado por Andrés Manuel López Obrador. Movimientos sociales en los que confluyen en avalancha las clases medias empobrecidas.
Como tampoco es circunstancial el que lo que se iniciara como protesta ciudadana ante el estado de cosas prevaleciente, hoy confluya desde distintas posiciones de la izquierda como exigencia de un nuevo pacto social, superando los objetivos buscados por la inconclusa Reforma Política impulsada desde la cúpula partidista de una clase política que ha perdido rumbo y brújula.
A la descomposición de la vida política y social de México y el deterioro creciente de la partidocracia, se opone hoy un principio de desobediencia civil, cuyo nivel de politización habla ya de una toma de conciencia que nos remite a la década de los setenta, cuando frente al agotamiento del llamado “desarrollo estabilizador” en México, se diera un ascenso de masas con la correspondiente respuesta gubernamental, que culminara con la brutal represión del 10 de junio de 1971.
Confluencia no necesariamente de los sectores más “jodidos” de la población, como muchos piensan, minimizando el reacomodo de las fuerzas políticas en marcha. Son las clases medias, frustradas e indignadas, las que alimentan y enriquecen las actuales movilizaciones sociales, volcando en éstas su desencanto y frustración generado por la pérdida de expectativas a futuro y su creciente malestar por el deterioro presente de los niveles de vida y bienestar. Lo que nos acerca a la idea de que las elecciones del 2012 para el recambio de estafeta en la presidencia de la República, habrán de tener lugar en un escenario de cólera popular que los partidos políticos no podrán controlar y canalizar.
Los tres órdenes de gobierno actúan reactívamente, tarde y mal. Pretendiendo ahora con un despliegue ostentoso de los diversos cuerpos de seguridad, estatales y municipales, a instancias de la “Conago-I”, frenar a la delincuencia y así calmar un descontento creciente. Sin parar mientes que la reivindicación por la paz social y la no violencia, ha sido rebasada en la plaza pública por reivindicaciones estrictamente políticas. Del “no más sangre”, se ha pasado a “nuevo pacto social”, “democracia participativa, “transparencia y revocación de mandato”. El mensaje popular es claro: “si no pueden, que renuncien”.
En nuestra aldeana realidad política, el gobierno de Veracruz pretende tapar el sol con un dedo, como se observara en el recule del Rector de la Universidad Veracruzana a pedido del Procurador Gral. De Justicia. “Nada de manifestaciones”, así sean silenciosas y al interior del campus universitario con pretexto del fatal y cruento deceso de un destacado maestro e investigador veracruzano. Cuando el problema que incita a la protesta del magisterio universitario, es la amenaza de desaparición del Instituto de Pensiones del Estado (IPE) para el 2013, al no ser ya sostenible su operación financiera. Amenaza que de hacerse efectiva, impactaría, cuando menos en la capital del estado que ya es decir mucho, en los ingresos de un amplio segmento de servidores públicos, generando mayor pobreza entre las clases medias.
El recule público del Rector de la UV, no impidió la manifestación. Antes al contrario, concito la desobediencia, coincidiendo y unificando la protesta de académicos y jóvenes universitarios con la expresión local de la “Marcha por la paz, con justicia y dignidad”. La terca realidad terminó por imponerse.
Las respuestas que exige del gobierno la clase media empobrecida, ya no son solamente de corte policiaco, de procuración expedita de justicia, o de honestidad en la aplicación de la ley ante la percepción de los altos niveles de inseguridad e impunidad. Son estrictamente políticas, encabezando las reivindicaciones un explícito deseo de cambio que, conjuntamente Calderón Hinojosa y la partidocracia, no desean escuchar. Antes al contrario, lejos de atender la demanda popular, le ponen más leña al fuego, como es el caso de las declaraciones presidenciales en contra del PRI cuando ya se velan armas con vías a la confrontación partidista del 2012.
pulsocritico@gmail.com
Clases medias y movilizaciones sociales
Las absurdas declaraciones del secretario de hacienda en torno a la pobreza, además de generar indignación y rechazo a las políticas públicas puestas en práctica por el gobierno calderonista, ponen en el tapete de la discusión el tema de la precarización de las llamadas clases medias, cuyas expectativas de movilización y ascenso en la escala social se contemplan no sólo frenadas, sino también acusando una franca tendencia a un inesperado descenso. Lo cual genera frustración y una creciente irritación que se ve hoy reflejada en la confluencia de movimientos sociales en torno a objetivos políticos comunes.
No es por ello circunstancial que las movilizaciones que reclaman en principio el freno a la violencia desatada por la guerra declarada por Calderón Hinojosa a las diversas manifestaciones delincuenciales, no solo crecen haciéndose más evidentes ganándose la simpatía de amplios sectores de clase media, sino que concitan a la unidad de las corrientes de izquierda en torno a reivindicaciones tales como la democracia participativa, el pleisbicito, o la revocación del mandato. Cuestionando el actual estado de cosas en manos de una clase política insensible, corrupta y ajena al sentir popular.
Como es el caso de la Marcha por la paz, con justicia y dignidad”, promovida por el poeta neo zapatista Javier Sicilia; el movimiento “no más sangre”, que agrupa a destacados intelectuales en su mayoría contestatarios, y “Morena”, movimiento nacional encabezado e impulsado por Andrés Manuel López Obrador. Movimientos sociales en los que confluyen en avalancha las clases medias empobrecidas.
Como tampoco es circunstancial el que lo que se iniciara como protesta ciudadana ante el estado de cosas prevaleciente, hoy confluya desde distintas posiciones de la izquierda como exigencia de un nuevo pacto social, superando los objetivos buscados por la inconclusa Reforma Política impulsada desde la cúpula partidista de una clase política que ha perdido rumbo y brújula.
A la descomposición de la vida política y social de México y el deterioro creciente de la partidocracia, se opone hoy un principio de desobediencia civil, cuyo nivel de politización habla ya de una toma de conciencia que nos remite a la década de los setenta, cuando frente al agotamiento del llamado “desarrollo estabilizador” en México, se diera un ascenso de masas con la correspondiente respuesta gubernamental, que culminara con la brutal represión del 10 de junio de 1971.
Confluencia no necesariamente de los sectores más “jodidos” de la población, como muchos piensan, minimizando el reacomodo de las fuerzas políticas en marcha. Son las clases medias, frustradas e indignadas, las que alimentan y enriquecen las actuales movilizaciones sociales, volcando en éstas su desencanto y frustración generado por la pérdida de expectativas a futuro y su creciente malestar por el deterioro presente de los niveles de vida y bienestar. Lo que nos acerca a la idea de que las elecciones del 2012 para el recambio de estafeta en la presidencia de la República, habrán de tener lugar en un escenario de cólera popular que los partidos políticos no podrán controlar y canalizar.
Los tres órdenes de gobierno actúan reactívamente, tarde y mal. Pretendiendo ahora con un despliegue ostentoso de los diversos cuerpos de seguridad, estatales y municipales, a instancias de la “Conago-I”, frenar a la delincuencia y así calmar un descontento creciente. Sin parar mientes que la reivindicación por la paz social y la no violencia, ha sido rebasada en la plaza pública por reivindicaciones estrictamente políticas. Del “no más sangre”, se ha pasado a “nuevo pacto social”, “democracia participativa, “transparencia y revocación de mandato”. El mensaje popular es claro: “si no pueden, que renuncien”.
En nuestra aldeana realidad política, el gobierno de Veracruz pretende tapar el sol con un dedo, como se observara en el recule del Rector de la Universidad Veracruzana a pedido del Procurador Gral. De Justicia. “Nada de manifestaciones”, así sean silenciosas y al interior del campus universitario con pretexto del fatal y cruento deceso de un destacado maestro e investigador veracruzano. Cuando el problema que incita a la protesta del magisterio universitario, es la amenaza de desaparición del Instituto de Pensiones del Estado (IPE) para el 2013, al no ser ya sostenible su operación financiera. Amenaza que de hacerse efectiva, impactaría, cuando menos en la capital del estado que ya es decir mucho, en los ingresos de un amplio segmento de servidores públicos, generando mayor pobreza entre las clases medias.
El recule público del Rector de la UV, no impidió la manifestación. Antes al contrario, concito la desobediencia, coincidiendo y unificando la protesta de académicos y jóvenes universitarios con la expresión local de la “Marcha por la paz, con justicia y dignidad”. La terca realidad terminó por imponerse.
Las respuestas que exige del gobierno la clase media empobrecida, ya no son solamente de corte policiaco, de procuración expedita de justicia, o de honestidad en la aplicación de la ley ante la percepción de los altos niveles de inseguridad e impunidad. Son estrictamente políticas, encabezando las reivindicaciones un explícito deseo de cambio que, conjuntamente Calderón Hinojosa y la partidocracia, no desean escuchar. Antes al contrario, lejos de atender la demanda popular, le ponen más leña al fuego, como es el caso de las declaraciones presidenciales en contra del PRI cuando ya se velan armas con vías a la confrontación partidista del 2012.
pulsocritico@gmail.com
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