José Enrique Olivera Arce
El voto como refrendo de un viejo reclamo
“Si se quiere que las cosas sigan como están es preciso que todo cambie”: Giuseppe Tomasi di Lampedusa
El bombardeo mediático en las primeras escaramuzas de los presidenciables y aspirantes a ocupar un lugar en el Congreso de la Unión, a intensidad plena.
Los medios de comunicación con todo para cumplir con su cometido, para eso les pagan. La vida cotidiana de la gente les tiene sin cuidado, la prioridad la tienen los candidatos en un proceso electoral que camina sobre el curso previsto, atosigar al electorado para vencerle por cansancio.
No se puede ver de otra manera, día y noche se bombardea a una opinión pública a la que al parecer, por ahora, parece no importarle lo que hagan, piensen o digan partidos políticos y candidatos. La gente se prepara para el disfrute del asueto de Semana Santa, la política y todo lo que de ella se deriva en tiempos electorales ni le va ni le viene. Cómo estirar el dinero para simultáneamente cubrir los gastos del hogar y sacarle jugo a las vacaciones, es la preocupación que está presente en el ánimo de la población.
Lo paradójico hasta donde es dable enterarse por lo que difunde la prensa, es que teniendo como objetivo el convencer a los indecisos, toda la carne en el asador está puesta en convencer a los ya convencidos. Eventos masivos, declaraciones y tenor del discurso se ven arropados por el voto duro partidista. La pasarela, los acarreos, el lonche, las porras y el aplauso fácil coronan el festejo electoral como si entusiasmo y cuantiosos recursos derramados, tuvieran efecto multiplicador en el ánimo de los llamados indecisos e incluso en aquellos para los que la mejor opción es el abstencionismo, el voto nulo ó el inútil a favor del independiente “Juan de los palotes”.
Si tal efecto multiplicador es el propósito buscado, este se revierte. Para unos, los que se consideran “pensantes”, la parafernalia electoral confirma corrupción, manipuleo y simulación. Para los más, el ruido mediático es eso, ruido sin ton ni son que no invita a participar en el jaleo, mucho menos al debate o la reflexión sobre el mensaje emitido por los ahora salvadores de la patria. Entre más bombardeo mediático mayor es la desconfianza y el rechazo que nos merece la partidocracia.
Más cuando para el imaginario popular no escapa que el costo de la parafernalia electoral descansa sobre los hombros del contribuyente. “Si el dinero que hoy se tira a la basura se destinara a obras y servicios en beneficio de la colectividad, otra cosa sería”, se escucha. Nadie está de acuerdo en que se dilapiden recursos públicos para sostener campañas políticas anodinas en las que la imagen de los candidatos y el manido discurso “unicode”, preñado de lugares comunes, van por delante de propuestas y soluciones viables para un país que exige respuestas.
No más pobreza, no mas hambre”, promete un Peña Nieto coreado por la cauda de grises candidatos a senadores y diputados. Más de lo mismo, lo mismo de siempre en un ejercicio que se repite trienio tras trienio, reciclándose promesas que jamás serán cumplidas. El gatopardismo como estrategia, principio y fin del círculo perverso de la política electoral. Ofrecer el cambio para seguir igual.
El deber obliga, convencido o no por tal o cual candidato el electorado en su mayoría le cumplirá a nuestra incipiente y deformada democracia. “Tu voto vale” nos dice de manera reiterativa el slogan del IFE. Valga o no, la gente votará en julio próximo no por el candidato que mayores o menores recursos dilapida, tampoco por el mejor o el menos peor, sino para reafirmar la reivindicación largamente agitada y aún no materializada en el México de hoy y de siempre: democracia participativa y legítima representación popular.
Reclamo vivo y latente en la memoria histórica, que no por pacífico y por los cauces legales, deja de ser auténtico como expresión del viejo anhelo de vivir con dignidad en libertad. Aunque partidos y candidatos la ignoren, la ciudadanía en las urnas la refrenda, una y otra vez, para recordarse a sí misma que la esperanza muere al último.
Hojas que se lleva el viento
Andrés Manuel López Obrador advierte que el destino de la elección presidencial se sustenta en el escandaloso dispendio sin control alguno de dinero por parte de sus adversarios. Llama a contrarrestar la avalancha con participación consecuente de la ciudadanía. Multiplicar participación y organización desde abajo pide a sus seguidores, mientras Peña Nieto le responde con más estruendo mediático en lo que será la campaña más dispendiosa e inútil de la historia de México.
Muere Miguel de la Madrid Hurtado pero no el recuerdo de un hito histórico. Frente a la parálisis del gobierno tras el sismo del 85, la gente en la ciudad de México salió a la calle, sin distingo partidista se solidarizó con sus hermanos en desgracia y se organizó con eficiencia y eficacia para atender las tareas de rescate. El pueblo sabe responder cuando la ocasión lo amerita ¿por qué no ahora que la simulación y corrupción nos conducen al desastre?
Mala suerte de Josefina, cuando no se le vacían los estadios, las palabras se le hacen bolas en el discurso. Por el mareo no hay tos, cualquier candidato pierde el piso cuando se sube al ladrillo.
En la aldea el silencio simulado decretado por Javier Duarte en atención a la veda electoral para los servidores públicos, hace agua. La tentación le gana a la razón, el triunfalismo mediático sustituye a lo que debemos entender por buen gobierno. ¡Lleno total en puntos turísticos! ¡La verdad cae por su propio peso! ¡Pese a las campañas sucias el turismo ha llegado a Veracruz!: Javier Duarte de Ochoa en tiempos de veda.
Si Veracruz cuenta o no con dos de las playas más sucias del país, es el tema de los dimes y diretes entre el gobierno de la entidad y la Semarnat. Ya en el arranque del período vacacional de Semana Santa, con o sin “campaña sucia”” de por medio por parte de la autoridad federal, de ambas versiones aún siendo dudosas es más fácil creerle a la vertida por la Semarnat. No por nada pero lo cierto es que el gobierno de Veracruz tanto miente y tan seguido, que ha perdido toda credibilidad. Por lo pronto nuevamente estamos a la espera de “2.5 millones” de turistas de jícama y horchata a los que les importa un rábano lo que se diga o deje de decir sobre la calidad del agua en las playas, lo importante es el remojón. Esperemos que a la secretaria estatal de turismo no se le despinte el bikini o le de sarpullido, tras la zambullida oficial ordenada por quien dicen manda en Veracruz.
pulsocritico@gmail.com
El voto como refrendo de un viejo reclamo
“Si se quiere que las cosas sigan como están es preciso que todo cambie”: Giuseppe Tomasi di Lampedusa
El bombardeo mediático en las primeras escaramuzas de los presidenciables y aspirantes a ocupar un lugar en el Congreso de la Unión, a intensidad plena.
Los medios de comunicación con todo para cumplir con su cometido, para eso les pagan. La vida cotidiana de la gente les tiene sin cuidado, la prioridad la tienen los candidatos en un proceso electoral que camina sobre el curso previsto, atosigar al electorado para vencerle por cansancio.
No se puede ver de otra manera, día y noche se bombardea a una opinión pública a la que al parecer, por ahora, parece no importarle lo que hagan, piensen o digan partidos políticos y candidatos. La gente se prepara para el disfrute del asueto de Semana Santa, la política y todo lo que de ella se deriva en tiempos electorales ni le va ni le viene. Cómo estirar el dinero para simultáneamente cubrir los gastos del hogar y sacarle jugo a las vacaciones, es la preocupación que está presente en el ánimo de la población.
Lo paradójico hasta donde es dable enterarse por lo que difunde la prensa, es que teniendo como objetivo el convencer a los indecisos, toda la carne en el asador está puesta en convencer a los ya convencidos. Eventos masivos, declaraciones y tenor del discurso se ven arropados por el voto duro partidista. La pasarela, los acarreos, el lonche, las porras y el aplauso fácil coronan el festejo electoral como si entusiasmo y cuantiosos recursos derramados, tuvieran efecto multiplicador en el ánimo de los llamados indecisos e incluso en aquellos para los que la mejor opción es el abstencionismo, el voto nulo ó el inútil a favor del independiente “Juan de los palotes”.
Si tal efecto multiplicador es el propósito buscado, este se revierte. Para unos, los que se consideran “pensantes”, la parafernalia electoral confirma corrupción, manipuleo y simulación. Para los más, el ruido mediático es eso, ruido sin ton ni son que no invita a participar en el jaleo, mucho menos al debate o la reflexión sobre el mensaje emitido por los ahora salvadores de la patria. Entre más bombardeo mediático mayor es la desconfianza y el rechazo que nos merece la partidocracia.
Más cuando para el imaginario popular no escapa que el costo de la parafernalia electoral descansa sobre los hombros del contribuyente. “Si el dinero que hoy se tira a la basura se destinara a obras y servicios en beneficio de la colectividad, otra cosa sería”, se escucha. Nadie está de acuerdo en que se dilapiden recursos públicos para sostener campañas políticas anodinas en las que la imagen de los candidatos y el manido discurso “unicode”, preñado de lugares comunes, van por delante de propuestas y soluciones viables para un país que exige respuestas.
No más pobreza, no mas hambre”, promete un Peña Nieto coreado por la cauda de grises candidatos a senadores y diputados. Más de lo mismo, lo mismo de siempre en un ejercicio que se repite trienio tras trienio, reciclándose promesas que jamás serán cumplidas. El gatopardismo como estrategia, principio y fin del círculo perverso de la política electoral. Ofrecer el cambio para seguir igual.
El deber obliga, convencido o no por tal o cual candidato el electorado en su mayoría le cumplirá a nuestra incipiente y deformada democracia. “Tu voto vale” nos dice de manera reiterativa el slogan del IFE. Valga o no, la gente votará en julio próximo no por el candidato que mayores o menores recursos dilapida, tampoco por el mejor o el menos peor, sino para reafirmar la reivindicación largamente agitada y aún no materializada en el México de hoy y de siempre: democracia participativa y legítima representación popular.
Reclamo vivo y latente en la memoria histórica, que no por pacífico y por los cauces legales, deja de ser auténtico como expresión del viejo anhelo de vivir con dignidad en libertad. Aunque partidos y candidatos la ignoren, la ciudadanía en las urnas la refrenda, una y otra vez, para recordarse a sí misma que la esperanza muere al último.
Hojas que se lleva el viento
Andrés Manuel López Obrador advierte que el destino de la elección presidencial se sustenta en el escandaloso dispendio sin control alguno de dinero por parte de sus adversarios. Llama a contrarrestar la avalancha con participación consecuente de la ciudadanía. Multiplicar participación y organización desde abajo pide a sus seguidores, mientras Peña Nieto le responde con más estruendo mediático en lo que será la campaña más dispendiosa e inútil de la historia de México.
Muere Miguel de la Madrid Hurtado pero no el recuerdo de un hito histórico. Frente a la parálisis del gobierno tras el sismo del 85, la gente en la ciudad de México salió a la calle, sin distingo partidista se solidarizó con sus hermanos en desgracia y se organizó con eficiencia y eficacia para atender las tareas de rescate. El pueblo sabe responder cuando la ocasión lo amerita ¿por qué no ahora que la simulación y corrupción nos conducen al desastre?
Mala suerte de Josefina, cuando no se le vacían los estadios, las palabras se le hacen bolas en el discurso. Por el mareo no hay tos, cualquier candidato pierde el piso cuando se sube al ladrillo.
En la aldea el silencio simulado decretado por Javier Duarte en atención a la veda electoral para los servidores públicos, hace agua. La tentación le gana a la razón, el triunfalismo mediático sustituye a lo que debemos entender por buen gobierno. ¡Lleno total en puntos turísticos! ¡La verdad cae por su propio peso! ¡Pese a las campañas sucias el turismo ha llegado a Veracruz!: Javier Duarte de Ochoa en tiempos de veda.
Si Veracruz cuenta o no con dos de las playas más sucias del país, es el tema de los dimes y diretes entre el gobierno de la entidad y la Semarnat. Ya en el arranque del período vacacional de Semana Santa, con o sin “campaña sucia”” de por medio por parte de la autoridad federal, de ambas versiones aún siendo dudosas es más fácil creerle a la vertida por la Semarnat. No por nada pero lo cierto es que el gobierno de Veracruz tanto miente y tan seguido, que ha perdido toda credibilidad. Por lo pronto nuevamente estamos a la espera de “2.5 millones” de turistas de jícama y horchata a los que les importa un rábano lo que se diga o deje de decir sobre la calidad del agua en las playas, lo importante es el remojón. Esperemos que a la secretaria estatal de turismo no se le despinte el bikini o le de sarpullido, tras la zambullida oficial ordenada por quien dicen manda en Veracruz.
pulsocritico@gmail.com
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