En cuestión de desastres, Pemex no descansa ni se toma un respiro, la paraestatal se esfuerza sin medida para entregarnos puntualmente el derrame nuestro de cada día. Nadie lo dude, no importa cuán cristalino sea un afluente, cuán verde sea un campo o cuán inmaculada luzca la tierra, Pemex siempre estará ahí para estropearlo.
Ríos limpios transmutados en negras torrentes de hidrocarburos, pastizales empantanados de crudo, suelos envilecidos. Mención aparte merece el sufrimiento de pobladores y la fauna nativa. Ante la catástrofe, la petrolera siempre enarbola su rápida y eficiente estrategia para remediar los daños. Otra calamidad. Cubetas, trapeadores y, generalmente, un escuadrón de lugareños voluntarios, a los que ni se les instruye, ni se les protege y pocas veces son renumerados.
La afanada experiencia de Pemex en fugas de crudo se ha curtido principalmente en los estados con alta actividad petrolera, como Veracruz. En una publicación reciente, el periódico La Jornada, publicó el registro de 46 derrames y fugas de hidrocarburos suscitados en distintos puntos del país durante los primeros tres meses de este año, lo cual significa un incremento del 91.7%, respecto a las cifras del primer trimestre del 2011. (1) El rotativo señala también los impactos al ambiente, los cuales crecieron hasta 8.5 veces en producto derramado.
Para este mes de julio ya contamos con una nutridísima muestra de incidentes de todos tamaños y un solo color: negro crudo. Hagamos un repaso de los descalabros de nuestra orgullosísima industria petrolera:
El pasado 3 de julio ocurrió un derrame en el municipio de Ixtaczoquitlán, Veracruz.
El 4 de julio, también en Veracruz, una fuga de crudo dejó como saldo una persona fallecida y tres heridos.
El 6 de julio tocó el turno al Río Lerma, cuando un vertido de petróleo crudo contaminó su cauce.
El 10 de julio, la agrupación Profesionales por México, dio a conocer que las playas “Boquilla de piedra y Boquilla de oro”, cerca de Palma Sola y Vega de Alatorre, en Veracruz, estaban contaminadas con residuos de chapopote, mismos que ponían en peligro al cangrejo azul, especie que arriba a la zona en esta temporada.
El mismo 10 de julio -la paraestatal pretendía romper su propio récord-, otro derrame ocurrió en la zona afectando a una decena de calles de la colonia Morelos, aledaña a la Facultad de Odontología de la Universidad Veracruzana.
El 11 de julio, el municipio de Coatzintla se vio afectado por una fuga de hidrocarburo; además, el combustible contaminó el arroyo que abastece de agua a más de 250 pobladores de dicha comunidad.
Independientemente de la causa de los derrames, lo incuestionable son las serias repercusiones ambientales derivadas del reguero de Pemex. Los vertidos de crudo contaminan ríos, áreas de cultivo e incluso zonas urbanas; además de los impactos económicos en las afectaciones de las actividades locales como la pesca o la agricultura.
En la plaga de petróleo que Pemex ha desencadenado en el país, la paraestatal no actúa sola. Comparte su gloria turbia con Profepa y Semarnat, organismos que mientras se mantengan al margen y emulen a Pilatos en aquello de lavarse las manos, estarán actuando como cómplices de la impunidad de Pemex. Y eso sí es un lodazal más difícil de limpiar.
Beatriz Olivera
Campaña de Energía y Cambio Climático
Ríos limpios transmutados en negras torrentes de hidrocarburos, pastizales empantanados de crudo, suelos envilecidos. Mención aparte merece el sufrimiento de pobladores y la fauna nativa. Ante la catástrofe, la petrolera siempre enarbola su rápida y eficiente estrategia para remediar los daños. Otra calamidad. Cubetas, trapeadores y, generalmente, un escuadrón de lugareños voluntarios, a los que ni se les instruye, ni se les protege y pocas veces son renumerados.
La afanada experiencia de Pemex en fugas de crudo se ha curtido principalmente en los estados con alta actividad petrolera, como Veracruz. En una publicación reciente, el periódico La Jornada, publicó el registro de 46 derrames y fugas de hidrocarburos suscitados en distintos puntos del país durante los primeros tres meses de este año, lo cual significa un incremento del 91.7%, respecto a las cifras del primer trimestre del 2011. (1) El rotativo señala también los impactos al ambiente, los cuales crecieron hasta 8.5 veces en producto derramado.
Para este mes de julio ya contamos con una nutridísima muestra de incidentes de todos tamaños y un solo color: negro crudo. Hagamos un repaso de los descalabros de nuestra orgullosísima industria petrolera:
El pasado 3 de julio ocurrió un derrame en el municipio de Ixtaczoquitlán, Veracruz.
El 4 de julio, también en Veracruz, una fuga de crudo dejó como saldo una persona fallecida y tres heridos.
El 6 de julio tocó el turno al Río Lerma, cuando un vertido de petróleo crudo contaminó su cauce.
El 10 de julio, la agrupación Profesionales por México, dio a conocer que las playas “Boquilla de piedra y Boquilla de oro”, cerca de Palma Sola y Vega de Alatorre, en Veracruz, estaban contaminadas con residuos de chapopote, mismos que ponían en peligro al cangrejo azul, especie que arriba a la zona en esta temporada.
El mismo 10 de julio -la paraestatal pretendía romper su propio récord-, otro derrame ocurrió en la zona afectando a una decena de calles de la colonia Morelos, aledaña a la Facultad de Odontología de la Universidad Veracruzana.
El 11 de julio, el municipio de Coatzintla se vio afectado por una fuga de hidrocarburo; además, el combustible contaminó el arroyo que abastece de agua a más de 250 pobladores de dicha comunidad.
Independientemente de la causa de los derrames, lo incuestionable son las serias repercusiones ambientales derivadas del reguero de Pemex. Los vertidos de crudo contaminan ríos, áreas de cultivo e incluso zonas urbanas; además de los impactos económicos en las afectaciones de las actividades locales como la pesca o la agricultura.
En la plaga de petróleo que Pemex ha desencadenado en el país, la paraestatal no actúa sola. Comparte su gloria turbia con Profepa y Semarnat, organismos que mientras se mantengan al margen y emulen a Pilatos en aquello de lavarse las manos, estarán actuando como cómplices de la impunidad de Pemex. Y eso sí es un lodazal más difícil de limpiar.
Beatriz Olivera
Campaña de Energía y Cambio Climático
Fuente: Greenpeace...
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