miércoles, 28 de noviembre de 2012

Paz, Piedad y Perdón: de Manuel Azaña para que lo entiendan AMLO y Peña Nieto

Federico Arreola

@FedericoArreola
“A pesar de todo lo que se hace para destruirla, España subsiste”, dijo en el ayuntamiento de Barcelona el presidente de la República española, Manuel Azaña, en un célebre discurso pronunciado el 18 de junio de 1938, en plena guerra civil. Se trata de la muy conocida alocución de las tres pes: Paz, Piedad y Perdón. Fue un mensaje de reconciliación que intentó, inútilmente, parar la violencia.

El diario El País ha dado a conocer un video inédito del discurso basado en “unas pocas imágenes, apenas unos segundos, que grabó ese día la BBC para un reportaje sobre Barcelona”. Busqué en YouTube el video para publicarlo en SDPnoticias.com. No lo encontré. Sí aparecía, sin las imágenes de las que habla El País, la banda sonora completa de las palabras que Azaña expresó durante más de una hora. Al lado del de Azaña, ahí en YouTube, estaba el que alguien calificó como “El mejor discurso de todos los tiempos”, el de Salvador Allende, en diciembre de 1972, en la Universidad de Guadalajara, aquella arenga famosa en la que el presidente chileno dijo que “hay jóvenes viejos y viejos jóvenes”.

Por cierto, a mí me parece que fue por sacarle la vuelta a Guadalajara, para que no le recordaran a gritos y chiflidos lo dicho por Allende en esa ciudad en otro mes de diciembre, que el actual presidente chileno, Salvador Piñera, canceló su visita a México tanto para estar en la toma de protesta de Enrique Peña Nieto como para participar en la clausura de la Feria Internacional del Libro, en la que Chile era el invitado de honor. La excusa de Piñera, que enfrenta un conflicto juvenil en su país, de que no viajaba a México para cumplir con el Teletón chileno, es ridícula. En fin.

Voy a transcribir la parte final del discurso que en 1938 Manuel Azaña improvisó, es decir, no leyó porque no lo llevaba escrito, algo realmente impresionante por la forma tan bella en que estructuró su mensaje de paz:

“... es obligación moral, sobre todo de los que padecen la guerra, cuando se acabe como nosotros queremos que se acabe, sacar de la lección y de la musa del escarmiento el mayor bien posible, y cuando la antorcha pase a otras manos, a otros hombres, a otras generaciones, que se acordarán, si alguna vez sienten que les hierve la sangre iracunda y otra vez el genio español vuelve a enfurecerse con la intolerancia, y con el odio y con el apetito de destrucción, que piensen en los muertos y escuchen su lección: la de esos hombres, que han caído embravecidos en la batalla luchando magnánimamente por un ideal grandioso y que ahora, abrigados en la tierra materna, ya no tienen odio, ya no tienen rencor, y nos envían, con los destellos de su luz, tranquila y remota como la de una estrella, el mensaje de la patria eterna que dice a todos sus hijos: paz, piedad y perdón”.

No están de más, en el México de hoy, los documentos que llaman a la reconciliación. Adapto la expresión de Manuel Azaña a nuestro país: “A pesar de todo lo que se hace por destruirlo, México subsiste”. Ya no debemos insistir los mexicanos en acabarnos los unos a los otros. No hemos tenido éxito hasta el momento, pero el riesgo de destruirnos es enorme y cada día crece.

Hay demasiada violencia entre nosotros. Estamos en guerra. Nos guste o no, al margen de que en uno de los bandos están los criminales y en el otro las fuerzas armadas institucionales, es una guerra en la que mexicanos matan a mexicanos. ¿Una guerra civil? No lo sé. Las definiciones de conceptos tan complejos no se me dan.

Además de los muertos, está el odio que impera en nuestro sistema político. No se practican los valores democráticos. Al que ganó las elecciones muchos no le reconocen ninguna virtud ni parecen dispuestos a darle el beneficio de la duda. Por lo tanto, sus rivales van a estorbar, no a colaborar en los proyectos de Enrique Peña Nieto. Y entre los que van a gobernar a partir del próximo sábado, no sobran las ganas de entender al principal líder de oposición, Andrés Manuel López Obrador. Así no vamos a ninguna parte.

Otro problema es la actitud de los jóvenes. Se van a molestar los del #YoSoy132, seguramente admiradores de Allende, si digo que ellos son “jóvenes viejos”. Porque sus ganas de resolver las disputas políticas con acciones de protesta que no son del todo pacíficas, a diferencia de las de López Obrador, son absolutamente de estilo anticuado. Ya pasó, por fortuna, la era de las revoluciones violentas que, recordémoslo, nada arreglaron, que todo lo empeoraron en donde se llevaron a la práctica.

Si no quieren que el PRI gobierne, que apoyen los muchachos del #YoSoy132 a otros partidos, que vayan a las urnas, que convenzan a los electores. Partidos políticos los hay para todos los gustos. Ya viene, por cierto, el de Andrés Manuel, que parece ideal para encauzar por la vía democrática el descontento juvenil.

Desde luego, si los priistas que van a controlar el poder ejecutivo desean mejores condiciones de gobernabilidad, deberán entender que sin diálogo con la mayor fuerza opositora, la de López Obrador, todo se va a complicar. ¿Que Andrés no quiere el diálogo? No importa. El que está obligado a hacerlo posible es el gobierno, que tendría que empezar por convencer a los medios en los que influye de la conveniencia de dejar de ofender al tabasqueño.

Dio Peña Nieto, a través de Miguel Ángel Osorio Chong, una muestra muy positiva de sensibilidad y de capacidad de rectificación, al intervenir para que se retiraran las barricadas de la Cámara de Diputados. Desde luego habrá que volverlas a colocar el sábado, pero solo el sábado, tanto para proteger a los invitados internacionales, a quienes resulta obligatorio cuidar inclusive cerrando calles, como a los jóvenes apasionadas que podrían protestar con excesiva vehemencia.

Ahora, el gobierno, sobre todo en la negociación para hacer posibles las reformas estructurales, tendrá que dialogar con López Obrador. Es necesario. ¿Cómo le va a hacer Luis Videgaray para que Andrés Manuel lo escuche? No lo sé. Es responsabilidad de Videgaray lograrlo. Con creatividad, talento y, sobre todo, con otra pe, una que Azaña no mencionó, la de Paciencia, alcanzará su objetivo.

¿Cuándo Andrés Manuel será el obligado a buscar el diálogo con sus rivales? Cuando gobierne. Antes, no. El que está en la oposición puede darse el lujo de la necedad. El que controla las instituciones no puede permitirse ni ese ni ningún otro exceso que obstaculice el entendimiento con todos.
Fuente:www.sdpnoticias.com

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