*Escribir con disciplina
*Tecleaba seis horas diarias
*Los novelistas amorosos
Luis Velázquez
DOMINGO
Escribir con disciplina
Según Goethe, el nombre de la creación literaria se llama inspiración, cuando de pronto los ángeles y querubines bajan del cielo y hablan al oído al escritor.
Pero según Ernest Hemingway ese tipo de inspiración nunca ha existido, pues lo único que cuenta es 90% de trabajo diario, ininterrumpido y sistemático, mientras el 10% corresponde, en efecto, al numen poético. .
Habría, no obstante, de referir las siguientes historias: en aquellos tiempos cuando vivía en París, una tarde, Mario Vargas Llosa pasó con prisa y deprisa frente a una calle con mesas de un restaurante instaladas en la banqueta para el cafecito y el vinito.
Entonces, de pronto, un trío de peruanos, que ya llevaban algunas botellitas de vino en el cuerpo, lo descubrieron a lo lejos.
Uno de ellos salió corriendo para alcanzarlo, pues Vargas Llosa caminaba a paso veloz.
Se presentó con el escritor y le invitó, como paisanos, un cafecito, una copita.
--Gracias. Tengo prisa.
--Paisano, Mario, Marito, una copita.
--Tengo prisa, dijo Vargas Llosa.
Y el peruano preguntó si existían razones más importantes que el paisanaje.
--Sí. A las 6 de la tarde en punto, dentro de 15 minutos, me siento a escribir todos los días. Lo siento, dijo el Premio Nobel de Literatura, y siguió caminando con el paso más apresurado que nunca.
LUNES
Tecleaba seis horas diarias
Ernest Hemingway escribía de la siguiente manera: a las seis en punto de la mañana, todos los días, todos los meses, todos los años, empezaba a escribir con un lápiz, a mano, de pie.
Escribía sin detenerse hasta las 12 horas.
Luego, se arreglaba y se iba a “La bodeguita de en medio”, en la isla cubana, para tomarse los primeros daiquiríes del día y platicar con los amigos.
A las 2 de la tarde partía al muelle, donde lo esperaba Santiago, el pescador (el personaje de la novela “El viejo y el mar”),con su barco, listos para navegar en el Golfo de México.
En el barco, pescaba, se echaba otros atipujes y comía.
A las 6 de la tarde, regresaba a la isla y se encerraba en su casa a leer periódicos y libros.
A las 10 de la noche se acostaba como una disciplina militar excepcional y a las 6 de la mañana del día siguiente otra vez comenzaba la misma tarea.
MARTES
El hábito de García Márquez
Como a las 7 de la mañana, Gabriel García Márquez se levantaba, se bañaba y tomaba un cafecito negro.
Y a las 8 horas se encerraba en su estudio en el patio de su casa en el Pedregal de San Ángel, en la ciudad de México, a escribir como un endemoniado hasta las 2 de la tarde.
Durante seis horas, su esposa Mercedes jamás lo interrumpía con una llamada telefónica. Ni tampoco con algún amigo que llegara a casa sin avisar. Ni con un problema doméstico.
De 2 a 4 de la tarde, García Márquez comía con la familia y uno o dos invitados.
De 4 de la tarde a las 7, 8 de la noche, leía periódicos y el libro en turno.
Y en la noche salía con su esposa a una obra teatral, a un concierto, a una película.
Y a más tardar a medianoche, ya estaba descansando.
Al otro día otra vez la disciplina. Inalterable. Todos los días. Todos los años. Así estuviera en la ciudad de México, Bogotá, Madrid, París, donde tiene casas, todas con el mismo diseño arquitectónico interior y exterior, y con el mismo tipo de muebles para mantener el equilibrio y hacer de cuenta que habitaban la misma residencia.
MIÉRCOLES
Escribir antes y después de hacer el amor
Omar Cabezas es un líder guerrillero de Guatemala y también escritor.
De día, combatía contra el dictador y en la noche tecleaba, acompañado en la casa de campaña de su pareja.
Decía: “Si yo escribo antes de hacer el amor, mi narrativa está llena de intensidad, fuego, llamas. Si escribo después de hacer el amor, de ternura”.
Escribía, pues, en dos tiempos. Y mientras tecleaba, su pareja descansaba en el tálamo, leyendo un libro, durmiendo, esperando el momento estelar de la noche.
Claro, a veces la pareja cambiaba de nombre, pero, bueno, así hay cierto tipo de escritores (y de reporteros también).
Tantos, que por ejemplo, cada vez que Hemingway cambiaba de pareja, le cambiaba el nombre a su barco con el nombre de la mujer que desfilaba en su vida.
Y le decía: “Te amo tanto.. que puse tu nombre a mi barco”.
Y la pareja quedaba alucinada... lista, como escribió Salvador Díaz Mirón, “como paloma para el nido”.
JUEVES
El fuego del amor prohibido
La esposa de un banquero, escritora frustrada, se convirtió en amada amante de John Reed, el reportero norteamericano que a los 27 años cronicó la revolución mexicana al lado de Pancho Viejo, y luego, la revolución rusa al lado de Lenin.
Incluso, murió de tifo en Rusia y Lenin ordenó que su cuerpo fuera sepultado en la Plaza Roja de Moscú.
La amante de John Reed le compró una casa de dos pisos para las tertulias con los escritores e intelectuales de la época.
En las noches, los amigos llegaban y la planta baja se inundaba de escritores debatiendo sobre el momento y hablando de las novelas que algún día planeaban escribir.
Y en la planta alta, la amante encerraba con llave a John Reed para que escribiera a teclazo limpio, sin probar una sola gota de licor. Ni de marihuana, que tanto se estilaba.
A las 2 de la mañana, cuando la mayoría de escritores estaban borrachos, o de plano, en el reposo del guerrero etílico, la amante subía al primer piso para contar el número de cuartillas que Reed había escrito.
Luego, se iban a la planta baja nomás para que el reportero mirara los estragos del alcohol entre sus amigos, y de inmediato subían al primero piso para amarse con todo el fuego del amor prohibido, el amor más dulce y volcánico de todos.
Antes del amanecer, la amante salía corriendo a su casa donde el banquero todavía dormía, mientras John Reed quedaba en la cama a pierna tendida.
VIERNES
Con dos libros entraron a la historia
Con todo y disciplina, Juan Rulfo sólo publicó dos libros en vida. “El llano en llamas” y “Pedro Páramo”.
Y el par de novelas y cuentos fueron suficientes para entrar a la gloria y a la inmortalidad literaria del continente latinoamericano.
Incluso, el crítico Harold Blum dice que Juan Rulfo es un escritor de más grandes dimensiones que Gabriel García Márquez, premio Nobel de Literatura, y autor de más de 25 libros de novelas, cuentos y crónicas y reportajes.
En contraparte, a los 17 años de edad, el poeta francés Arthur Rimbaud había leído todos los libros del mundo y publicado dos libros, suficientes para ingresar a la historia de la literatura mundial.
El resto de su vida se lo entregó a una pasión volcánica y destructiva con el poeta Paul Verlaine.
Los dos murieron pobres, pero trascendieron a su tiempo.
El mejor libro literario y periodístico en la historia de la literatura es la Biblia, que Carlos Fuentes y Carlos Monsiváis leían una vez cada año, y cuyos autores se desconocen, o cuando menos, su identidad está en el misterio, aun cuando el Nuevo Testamento se asegura fue escrito por cuatro allegados a Jesús, cuya única tarea era escribir.
Fue el mismo caso del cronista Bernal Díaz del Castillo, que escribiera la Historia de la Conquista de la Nueva España, y quien cobijado por Hernán Cortés, su única chamba en el ejército español era contar la historia de cada día, como cualquier enviado especial a un frente bélico.
Fuente:
blog .expediente.mx
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