Por Isael Cantú Petronio..
En el año del 2006, pude entrevistar a la presidenta del Instituto Electoral Veracruzano (IEV) Carolina Viveros, con respecto a la reforma electoral de ese año (Diacrítica Nº 30 del mes de octubre del 2006). En ella, reflexionó sobre los cambios cualitativos del nuevo ordenamiento de aquel entonces y sobre todo del principio de “transparencia” que venía a engrosar a los ya previstos de: legalidad, objetividad, imparcialidad, certeza, equidad e independencia. Sobre la transparencia, Viveros, decía que en base a ese principio el IEV podría investigar todos los recursos y su origen, que utilizan los partidos para sus campañas.
Aquel código, concedió al instituto nuevas facultades de fiscalización, con lo cual, les permitió entrar de lleno a las finanzas de los partido y calificar cómo gastaron los recursos públicos, ella dijo al respecto: “bajo el principio de la transparencia, llevaremos a cabo la revisión de todo y toda aquella aplicación, en materia económica, dentro de su financiamiento y del gasto de sus prerrogativas que hagan los partidos y los candidatos y de los gastos de campañas. Para eso vamos a tener una cobertura de fiscalización, porque lo está exigiendo la ciudadanía y así lo quiere el pueblo veracruzano”. Luego, le pregunté sobre la partidización del Instituto y la gran desconfianza que existe en la ciudadanía sobre la real autonomía del mismo, lo que a su vez, me contestó: “En el momento en que uno llega a este instituto debe de trabajar con la integridad que como ser humano tiene y dedicarse al Instituto Electoral Veracruzano como exige la Ley. Nosotros no podemos estar pensando su hay una u otra situación que pueda influir en los resultados electorales, debe uno de tratar de responder a la confianza que nos están dando tanto autoridades como ciudadanos”; de estas ideas hace ya ¡seis años!, comenzó con Fidel y está terminando con Duarte y hoy, de nueva cuenta, Carolina Viveros, se encuentra al frente del IEV, con un nuevo Código donde, de nueva cuenta, su Instituto no participó en su elaboración. Parecieran, una máquina ciega, que sólo obedecen los lineamientos del Código y nada más, donde nunca se acumulara experiencia y mucho menos sabiduría.
A pesar de los años y de las elecciones preparadas por el IEV en el transcurso de ese tiempo, en el horizonte de sus logros lo menos que se ve, es su real autonomía y su verdadera capacidad de realizar elecciones bajo los principios arriba señalados; los resabios de elecciones fraudulentas prohijadas o cobijas bajo la estructura del IEV ha generado una alto grado de desconfianza por parte de los ciudadanos, que rechazan todo trato con ellos.
El instituto está obligado por el artículo 111, fracción I del Código electoral a: “Realizar y promover actividades relativas a la educación y capacitación cívicas”, es decir: ciudadanizar. Entendido esto como la creación y consolidación de una cultura política en todas las personas, donde no solamente se conozcan los derechos y las obligaciones, sino que se cumplan y se ejerzan, siendo la más sencilla, votar y ser votado; donde además, el ciudadano coadyuve en el proceso electoral, asuma sus funciones de autoridad electoral de acuerdo a los mecanismos previstos por el Código para ser integrante en los Consejos Distritales y Municipales y en última instancia como funcionario de casilla, para así, ser un aval irreprochable del vigilar el voto y que se cuente bien.
Pero no es así, la gente ve con malos ojos al IEV y dice que no participa porque todo está decidido de antemano, porque siempre gana el mismo, porque permite el fraude, porque está integrado por grupos que viven en el “confort” y no les interesa para nada la democracia salvo ganar salarios altamente ofensivos –se dice que los consejeros metieron a trabajar a sus familiares y allegados-. Lo más grave es que esa crítica contra el Instituto, que puede menospreciarse si lo dice “Chuchis” la pollera, adquiere relevancia cuando lo dice el ex secretario técnico del mismo Instituto: Francisco Monfort Guillén. En entrevista para La Jornada[1], sin ambages dijo ante la pregunta sobre la autonomía del Instituto: “hay críticas que no se sostienen y ha sido la constante a lo largo de toda la historia del instituto y hay otra parte que tiene que ver con una cuestión ética de los funcionarios, con una capacidad profesional técnica de los funcionarios y en el último tramo el instituto ha perdido estas capacidades, por lo menos no están al nivel de las que se llegaron a ejercer en otros momentos”.
Por supuesto que de la incapacidad técnica o falta de ética de los funcionarios del IEV está empedrado el camino del fraude, pues éste no solamente se comete por acción sino también por omisión; pero lo que dicen los partidos y los ciudadanos es que ahí está el huevo de la serpiente.
Ahora, frente a los comicios para elegir a los 212 Ayuntamientos y a los cincuenta diputados, por ambas vías, el instituto se vistió de color: ¡Gris rata! ¿Será premonitorio de los resultados electorales el color de sus feos chalecos? Digo, bastaba leer cualquier mamotreto de “Feng Shui” para elegir un color más amistoso y atractivo a la vista que les permitiera a sus “CAE`s” acercarse de mejor modo a los ciudadanos e invitarlos a participar.
Por ello, cuando el ex secretario técnico dijo que hay falta de ética e incapacidad en los consejeros, simplemente tenía razón: ahí están las precampañas desbordadas de recursos, algunos tal vez del narco, además con ridículos panorámicos donde la ocurrencia banal trivializa la política y donde el “Sexapeal” pareciera el elemento fundamental para votar por los candidatos. ¿Qué dijo el IEV? ¡Nada, que todo estaba bien!
Dentro de poco, el IEV, tendrá que reconocer que los ciudadanos no quieren participar en nada con ellos porque no son autónomos y menos independientes; además, tendrá que reconocer que ha permitido actos que transgreden la ley y que poco han hecho para resolverlo, por ejemplo: los ciudadanos que fueron insaculados y que están siendo capacitados, los pocos por cierto que están aceptando, saben que los partido políticos pagan a sus representantes cantidades que oscilan entre los 300 a los 1000 pesos para que cumplan con esa función, mientras que a ellos o no se les da nada o se les entregan: 200 pesos y tortas agrias y refrescos calientes ¿Serán tontos los ciudadanos? ¡No! Es torpe e incapaz el IEV porque conociendo el fenómeno que desalienta al ciudadano a participar no lo para y mucho menos lo sanciona.
Es una lástima que hace seis años la presidenta del IEV dijera: “Tengo que responder a la confianza que me ha dado la ciudadanía, a los compañeros de la academia de donde yo vengo y además del instituto electoral que merece ahora una nueva imagen que necesita para que la confianza de los veracruzanos no se vea frustrada a la hora de emitir su voto.”, porque en la calle y en la voz de quien una vez fue su secretario ejecutivo, se dice que no hay capacidad y menos ética en el Instituto, razón suficiente para concluir que la desconfianza que tenemos del IEV no es por simple prejuicio, sino: porque el IEV ha hecho pésimamente su trabajo y violado uno a uno los principios rectores a los que debe su función.
¡Ojalá! den la orden de no usar más el color gris rata, elijan uno más amigable y permitan que los ciudadanos más conscientes y capaces conformen la estructura electoral en las casillas; también y si realmente quieren cumplir con su papel, inicien las sanciones pertinentes contra todo candidato que exceda los topes de campaña, recordándoles que en Michoacán estuvo presente el dinero del narco.
¡Ojala! También que todos los consejeros, tanto del general como de los distritales y municipales, salgan a caminar entre la gente, entre los ciudadanos y les pregunten cara a cara ¿Crees en el IEV? Y a partir de la respuesta y sin mentirse, pongan manos a la obra para enmendar lo roto.
[1] http://www.jornadaveracruz.com.mx/Nota.aspx?ID=121116_120644_869
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