viernes, 5 de julio de 2013

Premian a Ricardo Ravelo en España

►Nominado finalista para la presa “Rodolfo Walsh” por uno de sus seis libros publicados

►20 años en el semanario Proceso fue acusado por Televisa de narco/reportero 

►Igual que Ernest Hemingway siguió apostando al trabajo diario, sin oír las calumnias

Luis Velázquez

Rodolfo Walsh fue un reportero argentino y activista social. Defensor de los derechos humanos. Opositor a la Junta Militar del general Jorge Videla. 1956. La misma que desapareciera a 30 mil argentinos. 

Un día, la Junta Militar bloqueó en la prensa escrita a Rodolfo Walsh. Todos los periódicos le cerraron la puerta. 

Entonces, Rodolfo Walsh apostó a su vocación periodística, siempre crítica y optó por imprimir sus artículos en un mimeógrafo mecánico. Luego, engrapaba las hojas y él solito caminaba en Buenos Aires, de casa en casa, depositando las hojas mimeografiadas en el buzón del cartero. 

Él mismo, pues, hacía circular sus textos.

Y, no obstante que la Junta Militar tenía a la prensa escrita y hablada a su servicio, arrojándole incienso todos los días, la hojita de Rodolfo Walsh le calaba. Le dolía. Le encorajinaba.

Semanas después, una patrulla militar detuvo a Rodolfo Walsh una tarde cuando depositaba la hojita en un buzón.

Y lo desaparecieron.

Y su cadáver fue visto por última vez tirado en el suelo, en una casa de seguridad, en medio de oros cadáveres. El rostro desfigurado.

Hoy, el nombre de Rodolfo Walsh lo lleva el concurso anual convocado por los escritores de la Semana Negra de Gijón, norte de España, tanto a novela como a la obra literaria y/o periodística de no ficción. 

Y entre uno de los finalistas está Ricardo Ravelo Galo, originario de Carlos A. Carrillo, Veracruz, egresado de la facultad de Comunicación de la Universidad Veracruzana, 20 años corresponsal y reportero del Proceso de don Julio Scherer García, director general de la revista Variopinto.

Ravelo ha publicado los siguientes libros de investigación: Los capos, Los narcoabogados, Herencia maldita, Crónicas de sangre, Tragedia de un capo. 

Y también, editada por Debate, Narcomex. Historia e historias de una guerra donde profundiza en el negocio de la droga en México, el lavado de dinero, los negocios de los señores de la droga, el papel del ejército, la corrupción de las autoridades policiacas.

Y con ese libro los escritores de la Semana Negra, fundada por el escritor mexicano, Paco Ignacio II, ha mirado en Ricardo Ravelo a uno de los finalistas.

Ravelo compite por el premio Rodolfo Walsh con el reportero español, Carlos Porta, por su libro Fago, el alcalde asesinato en 2007 en el pueblo del Pirineo de Huesca. 

TELEVISA LO ACUSÓ DE NARCO/REPORTERO 

Nació Ravelo en el año 1966. En 2008 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo. Ha impartido conferencias en el país y algunos países de América Latina.

En el primer año de estudios en la facultad de Comunicación conoció la sala de redacción de un periódico y, desde entonces, ahí ha permanecido. Pero antes, claro, en Carlos A. Carrillo, su pueblo, y en Cosamaloapan, ya andaba metido en el periodismo. Cada semana, ha dicho, esperaba en el pueblo la llegada del autobús que transportaba los ejemplares de la revista Proceso donde leía los reportajes y las crónicas, y hasta los anuncios.

Convirtió a Julio Scherer en su ídolo. Y empezó a vivir lo que dice Albert Camus en el sentido de que cuando en la vida se descubre un héroe, entonces se vive el paraíso en la tierra porque se le admira sin cesar. Y la vida personal mejora. 

En el puerto jarocho anduvo por ahí, de periódico en periódico como también de bar en bar, hasta convertirse en corresponsal de Proceso, la espina que traía atravesada en el cuerpo.

En aquellos años, sus días iniciaban monitoreando los noticieros de radio de norte a sur de Veracruz hasta donde llegara la capacidad de su radio casero. 

Y si de pronto en alguna latitud jarocha escuchaba la noticia de un problema social, una huelga, una manifestación, la toma de un palacio, un pueblo sublevado, de inmediato se trepaba, audaz, temerario, aventurero, a un VW color azul que tenía y en el camino sólo se detenía para echar gasolina… hasta llegar al pueblo indignado, centro de la noticia en aquel día.

Vivió así un montón de años hasta que de pronto sintió que Veracruz era demasiado chico para su objetivo. La búsqueda de sí mismo en la realización periodística.

Y logró que le abrieran la puerta en Proceso, donde comenzó con las fuentes policiacas. La procuraduría de Justicia de la nación. Y del Distrito Federal. Y las dependencias de seguridad.

Muchos años después hasta Televisa, con el noticiero de Joaquín López-Dóriga, se le fue encima, asegurando que un jefe narco, “El grande” le había financiado con millonaria cantidad para omitir su nombre en los reportajes sobre el narcotráfico lo que, por supuesto, significaba una temeridad de Televisa que, todo indica, cumplía órdenes superiores. 

RAVELO, IGUAL QUE HEMINGWAY, APOSTANDO AL TRABAJO

Ravelo, igual que Ernest Hemingway, otro de sus héroes, siguió reporteando, escribiendo y publicando; también escribiendo y publicando libros, sin que la calumnia ni la intriga le llegara. 

Y más, como fue publicado en Proceso en aquel tiempo, porque la intriga provenía desde Los Pinos. Felipe Calderón Hinojosa el presidente.

Un día Ravelo fue a Cuba. Y en La Habana buscó los libros de Hemingway publicados por una editorial cubana. En México los empastó y luego, se los llevó de obsequio a Scherer, por la gran oportunidad brindada para el ejercicio periodístico y para caminar en el país y América Latina.

Ahora, es finalista al premio Rodolfo Walsh de la Semana Santa en obra de no ficción, lo que resulta importante, luego de que en una exhibición de libros en el palacio de Minería, en la ciudad de México, Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes Macías anunciaran al mundo que incendiarían sus libros porque la realidad, la no ficción, había superado a la ficción, a sus novelas, sus cuentos.

Maestro, le abraza a usted su discípulo…, y aun cuando el reportero español se quedara con el premio, usted, de cualquier forma, ya chingó…

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