Marco Antonio Medina Pérez
El 14 de noviembre pasado se aprobó el presupuesto más grande en la historia del país. Cuatro y medio billones de pesos (recordemos que un billón lo conforman un millón de millones de pesos) fue la cifra avalada por la Cámara de Diputados para el ejercicio 2014. Esto representa 8.8 por ciento más en términos reales que en 2013, lo que significa que el gobierno federal contará con casi 9 pesos más por cada cien de los que contó en el presente año, descontando la inflación de 4.1% que según cálculos oficiales se tendrá en 2014.
Estas cifras son en verdad inmensas. El gobierno de Peña Nieto contará con 511 mil millones de pesos más, o lo que es lo mismo 466 mil millones reales descontando la inflación, para gastar en el próximo año. La Cámara de Diputados le aprobó a un régimen sediento de legitimación medio billón de pesos más para apuntalar su proyecto de gobierno.
Si supiéramos que dicho aumento de recursos se logró por ahorros en el gasto de la alta burocracia, por tapar hoyos en la corrupción o por cualquier otra razón legítima, los mexicanos deberíamos alegrarnos. Pero lo cierto es que este aumento presupuestal está financiado con el alza a los impuestos y el incremento a la deuda pública del país. Pero además, el destino de este presupuesto no es para lograr la autosuficiencia alimentaria del país, para reconstruir la planta productiva, para hacer más hospitales o financiar una auténtica reforma educativa, en fin, para generar empleos y apuntalar el desarrollo social, sino para sostener el crecimiento del gasto corriente del gobierno federal, para insistir en la entrega de nuestro patrimonio energético a los extranjeros y hacer algunos pequeños agregados presupuestales a la política asistencial del gobierno vía el seguro del desempleo y el programa de subsidios a los adultos mayores.
El gobierno de Peña Nieto, y los diputados que avalaron el presupuesto, insisten en la misma política presupuestal que se viene aplicando desde hace tres décadas: restar cada vez más recursos a los programas de desarrollo social, intervenir lo menos posible en la producción (por ello el abandono al campo, el nulo apoyo a la industria y a la economía solidaria, la obstinación en deshacerse de áreas estratégicas como el petróleo y la energía eléctrica y la gran cantidad de privatizaciones llevadas a cabo en todos estos años) y aplicar remiendos a la crítica situación de los pobres del campo y la ciudad, con la finalidad doble de evitar que la inconformidad social se vuelva protesta y convulsión en las calles y tener el control corporativo de los repartos de apoyos sociales y manga ancha en la administración de los padrones de ciudadanos necesitados de dichos apoyos.
Esta aprobación presupuestal era lo que necesitaba Peña Nieto para legitimarse y apuntalar el regreso del carro completo en las elecciones de 2015.
Ha sido muy pobre el desempeño económico del régimen en el presente año, manifestado en la caída vertiginosa de la expectativa de crecimiento económico al pasar de 3.5 a menos del 0.8 por ciento, según las últimas estimaciones independientes, lo que reduce al mismo tiempo el pronóstico de crecimiento para 2014. Ello hacía necesario contar con una baraja presupuestal más amplia.
El gobierno sabe que no podrá ofrecer crecimiento económico en los próximos años. Incluso si se aprobara la reforma energética, en la que tienen puestas todas sus esperanzas de atraer inversiones y de crecer, no se verán sus efectos económicos sino a mediano plazo, es decir, después de 2015. Por ello precisa de todos los recursos presupuestales posibles para sostener al régimen: seguir otorgando canonjías a los grupos de poder económico, tener una base burocrática totalmente fiel y operativa, sostener los programas sociales de corte corporativo, ofrecer jugosas prerrogativas a los aliados políticos y mantener una política publicitaria como hasta ahora, gastando más y más millones en contratos de imagen con los monopolios televisivos, las radiodifusoras y empresas editoriales.
Y por supuesto, se está mandando el mensaje de que con el presupuesto de 2014 el país está preparado para hacer frente a la menor cantidad de recursos provenientes del petróleo, en caso de que se apruebe la reforma energética y se ceda la materia de trabajo de Pemex a las trasnacionales.
Por todo ello, los mexicanos no podemos alegrarnos con lo que acaban de aprobar los diputados.
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