miércoles, 4 de junio de 2014

PULSO CRÍTICO

J. Enrique Olivera Arce

Pesca: patito feo de la economía veracruzana

La participación de la industria naval veracruzana en la construcción de flota menor de Pemex, sin duda es una buena noticia. 30 años de capacidad instalada en franco desuso no son cualquier cosa, si tomamos en cuenta el efecto multiplicador de una actividad que requiere de tecnología, materia prima, suministros y equipo y, sin duda, de mano de obra especializada con alto nivel de calificación.

Y si la industria naval asentada en el puerto de Veracruz a lo largo de tres décadas vegetara de espaldas al mar, habría que preguntarse entonces cuantas décadas atrás nuestra entidad se ha manifestado ajena al potencial que nos ofrece un litoral de más de 700 kilómetros de extensión. Si de aprovechar nuestros recursos costeros se trata, que mejor que hacerlo por la vía inmobiliaria y una incipiente industria sin chimeneas, negocios presuntamente más lucrativos y con recuperación casi inmediata del capital invertido, sin importar si estas actividades atenten contra el medio ambiente y sean altamente vulnerables a los caprichos de la naturaleza.

Para quien esto escribe, a vuela pájaro, baste señalar que cuando se habla y festina de la activación de la industria naval veracruzana, lejos se está de considerar a esta actividad como un renglón sustantivo del comercio marítimo de cabotaje y de la pesca de altamar, y de cómo podría incidir en incrementos de producción, productividad, abatimiento de costos y derrama económica en un marco de integralidad en el aprovechamiento de nuestros recursos costeros.

Industria pesquera

Se ha hablado mucho de la importancia que la pesca tiene en la economía veracruzana; se ha presumido del aporte veracruzano al mercado y consumo de alimentos pero, en realidad, lejos estamos de aprovechar toda su potencialidad. Nuestra pesca se sustenta en actividades ribereñas y acuacultura rústica en aguas interiores que, en términos latos se reduce a una actividad primaria, meramente extractiva y muy lejos del status deseable de una industria próspera, tecnológicamente avanzada con un impresionante efecto multiplicador sustentando a otras ramas industriales afines, diversificación productiva, protección del medio ambiente y expansión del empleo tanto en cantidad como en calificación.

Correspondería a los expertos dar cuenta del desempeño de la actividad pesquera en la entidad y de cómo esta incide en la economía estatal, trátese lo mismo de inversión, composición del capital, capacidad instalada, empleo y volúmenes de producción que a su vez, inciden en ingreso y calidad de vida de quienes participan de los beneficios de esta actividad.

Sin embargo, muy poco podrían hablar de las actividades concurrentes que le dan soporte.

Veracruz no cuenta en cantidad y calidad con una industria naval que distribuida a lo largo del litoral surta de embarcaciones de mediana altura y de altura a la actividad pesquera.

Tampoco se conoce de empresas productoras de avíos y artes de pesca o de volúmenes importantes de financiamiento bancario refaccionario y de avío a los productores. Siendo también prácticamente nula la presencia a lo largo del litoral de una red integral de frío para la conservación y transformación, así como de transporte especializado que aporten a una mejor calidad de los productos pesqueros en el mercado nacional e internacional.

La sola inexistencia de este soporte, habla por sí de que en pesca, a diferencia de otras entidades federativas lo mismo en el litoral del Golfo de México que en el del Pacífico o mar Caribe, estamos en pañales desaprovechando nuestro potencial y especulando siempre de espaldas al mar de la riqueza de nuestras costas.

Que mayor prueba que el considerar a la actividad pesquera veracruzana como renglón productivo marginal, ajena a la promoción industrial y atendida como patito feo por una dependencia ineficiente e ineficaz como la Sedarpa, incapaz esta de encauzar por mejores caminos a la pesca artesanal ribereña y a una acuacultura incipiente y tecnológicamente atrasada.

Lo paradójico es que Veracruz ha contado desde hace varias décadas con la carrera de ingeniería naval de la UV, con escuelas técnicas pesqueras a nivel de bachillerato y con un Instituto Tecnológico del Mar, cuyo potencial ha sido miserablemente desaprovechado y peor aún, ignorado por las autoridades en sus fastuosos programas de promoción económica.

Recuerdo bien que ya en tiempos del presidente Ruíz Cortines se hablaba de la marcha al mar. No pasó de un slogan de moda para la entidad veracruzana. En sexenios posteriores se creó la planta industrial de Productos Pesqueros Mexicanos en Alvarado, correspondiendo a los lugareños y al gobierno estatal el dejarle morir. Con el presidente López Portillo se dotó a las cooperativas veracruzanas de barcos camaroneros de mediana altura, crédito, asistencia técnica y canales de comercialización nacionales y en el exterior -respaldados por Productos Pesqueros Mexicanos y Ocean Garden-, hoy estas naves yacen hundidas en la laguna de Alvarado. 

Es obvio y de todos conocido que Veracruz no está aprovechando las ventajas comparativas que le ofrece su exuberante potencial en recursos naturales, clima, población y ubicación geográfica. Baste señalar que el peso específico en la economía agraria veracruzana descansa en el monocultivo de la caña de azúcar -empobrecedor del suelo, con muy bajos índices de productividad- , así como el proceso industrial de la gramínea, obsoleto, en decadencia y permanentemente subsidiado, son una pequeña muestra de ello y, ni qué decir de una ganadería extensiva depredadora del medio ambiente, tecnológicamente atrasada e inserta en un mercado volátil que frena reinversión y expectativas de mejoría para los productores. El permanente ignorar por décadas a la industria pesquera y su rico potencial a lo largo de más de 700 kilómetros del litoral veracruzano, lo confirman.

Hojas que se lleva el viento

En el marco de la celebración del Día de la Libertad de Expresión, se teje fino en la transformación de “tigres de papel” en confortable zalea para amortiguar los pasos de los adelantados por los escabrosos senderos de la simulación y el engaño. 



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