POR LA VERDAD Y LA CONFIANZA
Dra. Zaida Alicia Lladò Castillo
Imágenes: Archivo Vaxtuxpan
Imágenes: Archivo Vaxtuxpan
Existen voces en nuestro país, que de un tiempo hacia acá, se han empeñado a acabar con el respeto a las instituciones desprestigiándolas o poniendo en duda su misión, olvidando que en estas instituciones laboran miles de mexicanos y que de ellas se mantienen sus familias. Son voces, que con o sin razón, llevan la tendencia de destruir lo poco o mucho que se ha hecho en el plano general o local.
Esas voces, sacan raja de cualquier hecho, se manejan en el hilo del pesimismo, aprovechan los discursos, las redes sociales y las pláticas de café, y su intención es negar las cosas positivas en nuestro entorno, llevando “agua a su molino”, correspondiendo a una estrategia general para pegar fuertemente a los poderes nacionales: sea Ejecutivo, Legislativo o Judicial y en sus niveles nacional, estatal y municipal, haciéndoles ver mal –en todo--, negando cualquier acierto o avance positivo que se haya realizado, dando entrada al pesimismo y al resentimiento de una buena parte de la sociedad.
Pero últimamente, esas voces arremeten contra una de las instituciones mejor organizadas de nuestro país, que cumple con su papel a cabalidad, que lo demuestra todos los días, que inspira confianza y que está presente en las buenas y en las malas en el territorio nacional, me refiero al Ejército y la Marina, a quienes se debe dar siempre un voto de confianza, porque si no estuvieran ellos pendientes de la seguridad y defensa nacional, las cosas estuvieran peor.
La misión de las fuerzas armadas mexicanas, está contemplada en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y su Ley orgánica y en su art. 1,prevee: “defender la integridad, la independencia y soberanía de la nación, garantizar la seguridad interior, y auxiliar a la población civil en caso de necesidades públicas, realizar acciones cívicas y obras sociales, que tiendan al progreso del país, y en caso de desastre, prestar ayuda para el mantenimiento del orden, auxilio de las personas y sus bienes y la reconstrucción de las zonas afectadas”.
El art. 2 define con claridad la coadyuvancia de su acción con otras fuerzas del orden local al decir: “Las misiones enunciadas, podrán realizarlas el Ejército y la Fuerza Aérea, por si o en forma conjunta con la Armada o con otras Dependencias de los Gobiernos Federal, Estatales o Municipales, todo, conforme lo ordene o lo apruebe el Presidente de la República, en ejercicio de sus facultades constitucionales”[1].
Es decir, en ningún momento dice que su misión sea suplir a las fuerzas del orden local, sino ser un ente que coopera con las mismas.
En diversas entrevistas que se le han realizado al Secretario de la Defensa Nacional Gral. Salvador Cienfuegos Zepeda, ha emitido conceptos que nadie de su jerarquía en el pasado se había atrevido expresar y su reclamo va en el sentido de que: “existe una tendencia planeada de establecer prejuicios contra las fuerzas armadas, donde surgen verdades a medias y mentiras perversas, contra una de las instituciones que históricamente ha sido el aliado más fiel del pueblo de México y de los gobiernos legalmente constituidos”[2].
Por eso es inconcebible, lo que ha venido sucediendo al destinar a la milicia nacional a cuidar las calles de las ciudades –como sucede en el Puerto de Veracruz y en otros lados de la República--, donde los Marinos tienen que ver hasta con el robo de un perro, cuando su función carácter general y no de atencion a casos particulares.
Y esta medida, --justificada originalmente para patrullar ciudades claves por motivos de descomposición local por la delincuencia organizada-- ha pasado, de una disposición remedial, afirmativa o compensatoria necesaria, a una acción permanente en esos puntos para comodidad de los gobiernos estatales o municipales, que se les ha hecho fácil delegar la responsabilidad que les corresponde realizar, a través de sus cuerpos de seguridad pública o policiacos.
Las fuerzas armadas mexicanas no vacilan, están acostumbradas a la disciplina, acatan lealmente las órdenes emanadas de sus superiores. Pero hoy al patrullar calles en los estados en sus actos cotidianos, al ejecutar misiones de seguridad pública, --tareas que le son ajenas, moviéndose en medio de la corrupción y descomposición de órganos policiacos a quienes les competen estas tareas --, lo expone a la crítica y al cuestionamiento sobre la legalidad de su actuación[3].
Esto le ha traído al ejército, consecuencias negativas y positivas. Las negativas es que las fuerzas armadas quedan vulnerables a la susceptibilidad ciudadana, por su intervención en actos o delitos no sólo del fuero federal sino también del fuero común. Porque intervenir el ejército en un choque entre automóviles, en un robo a casas habitación, o atestiguar homicidios de todo tipo, etc., lo pone en una posición de reclamo directo de la ciudadanía, porque ahora la propia gente le exige le cuide su cuadra, su calle, su casa. Y si no lo hace, entonces, el ciudadano tiene elementos para reclamarle. Por otra parte, lo positivo quizás sea, que al acercarse más a la población-- aun en acciones que no justifican su intervención--, lo ha exhibido en su fase humana, porque pese a todo actúa y cumple. Y eso, una gran mayoría de la ciudadanía lo valora, se lo reconoce y le inspira confianza.
Por eso no se vale, que voces del exterior y del interior del país, se atrevan a cuestionar a nuestras fuerzas armadas. Como lo hiciera el Departamento de Estado de los Estados Unidos, apenas en junio pasado, donde acusó al Ejército mexicano de ser violador de derechos humanos y de efectuar ejecuciones extraoficiales, torturas, desapariciones y otras crueldades, lo que parece inadmisible y constituye un gesto retador—al no poseen pruebas o evidencias confiables-- y una falta de respeto a la soberanía de una nación y sus instituciones.
Al interior del país, igualmente hay voces empeñadas en quebrantar la imagen del Ejército y la Marina, --que si bien es cierto, no son perfectos y habrá casos excepcionales en que medie un error--, la realidad es que la mayoría de los casos, se debe a inculpaciones tendenciosas, en donde se les tilda de asesinos cuando es claro que, cuando el ejército interviene es: a) porque la peligrosidad del hecho representa una seria amenaza para la población y los enfrentamientos se dan, no con “hermanos de la caridad”, sino con gente enferma de odio, armada hasta los dientes, tratándose de delincuentes profesionales; b) que en cada acción cada soldado está bajo presión emocional y física; y c) que si bien es cierto, están preparados para controlarse, también están preparados para reaccionar violentamente si fuera necesario, pero, por ningún motivo , van a reaccionar de manera débil frente al peligro, porque saben que de eso depende la vida de otros mexicanos y la propia.
Por lo general, todos pensamos en los derechos humanos de las victimas pero pocos piensan que también los militares son seres humanos, son mexicanos cumpliendo su deber y han pagado una factura muy alta, pues van cientos de ellos–entre jefes y elementos de tropa—en los últimos años, los que han caído en acciones diversas. Y es muy raro que la sociedad reconozca su sacrificio, y menos que piense en sus viudas y sus hijos.
Por eso coincido con muchos analistas en decir, que en México existen enemigos ocultos aliados con la delincuencia. Estos enemigos son los que tratan de distanciar al Ejército –y a las otras fuerzas del orden local--, a través de una campaña perversa orquestada desde el interior y exterior para desprestigiarlo, restarle confianza frente al pueblo y facilitar así el camino al terrorismo, al caos y a la confrontación entre conciudadanos.
Y por eso, la fuerza militar mexicana está doblemente atenta para detectar a tiempo esas amenazas, evitando que se fortalezcan los enemigos de la patria. No le han fallado jamás a la República, su objetivo nunca será gobernar, ni suplir a ninguna autoridad de los tres órdenes de gobierno, sino apoyarlas trabajando como institución responsable cumpliendo con la misión que le exige la Constitución y lo que le impone su Ley Orgánica.
Pero lo que sí es una realidad es que los militares deben regresar a la esencia genérica que históricamente han tenido, deben dejar las misiones especiales—delegando ya el cuidado de las ciudades a cuerpos de seguridad locales bien entrenados--, y regresar a sus cuarteles a seguir preparándose y a continuar protegiendo a los mexicanos donde se requiera: frente a los fenómenos naturales, en labores de rescate, en su labor social, en la salvaguarda del territorio nacional y de sus mares, resguardando las instituciones democráticas y generando condiciones que permitan el progreso de la nación.
Gracias y hasta la próxima.
[1] Ley Orgánica del Ejército y Fuerza Aérea mexicanos.
[2] Entrevista del 8 de Julio, Proyecto 40, y 11 de octubre de 2015, Noticieros televisa
[3] Nuño Jiménez Jorge, (2015), El ejército mexicano y el reto por la seguridad interior de la nación. El Universal.
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