URIEL FLORES AGUAYO
Imagen: Redes Sociales
A la barbarie, crueldad y horror en tonos macabros que
nos rodea y atraviesa hay que intentar comprenderlas y darle explicaciones para
tener su dimensión exacta, su complejidad y encontrar las soluciones correctas
e inmediatas. Al asombro e indignación corresponden las acciones colectivas de
denuncia, solidaridad y exigencias; con todo y esas escenas de terror tenemos
que superar al miedo, no permitir y ser muy categóricos con los que están al
frente de las instituciones de la materia. Luchar y sobreponerse a las
tragedias es la clave para sobrevivir, para no permitir que nos roben la
esperanza de una vida en paz e impedir el deterioro del tejido social. Es muy
mala temporada la que estamos viviendo, insegura y violenta; es el resultado de
un proceso y varios factores: la vecindad con un país de alto consumo de
drogas, la pobreza excluyente y
antidemocrática, el modelo económico neoliberal, los lujos de la oligarquía, la corrupción, la fragilidad democrática e
institucional, el tamaño de nuestra juventud, la débil sociedad civil, etc..
Hay paradojas y contradicciones en el momento inseguro
que vivimos, mientras la sociedad pasa lo peor con amenazas y actos violentos
los diversos niveles de gobierno y la clase política se comporta como si todo
estuviera normal. Todos los días sabemos
de asesinados, robos, secuestros y extorsiones en nuestra ciudad, en la entidad
y en todo el país, aveces en escala pequeña, aveces en grados macabros; es obvio que todo eso nos
atemorice, nos marque y haga tomar medidas preventivas. Son tan constantes las
noticias de violencia, prácticamente diarias, que ya constituyen una realidad
ineludible, que forma parte de nuestras inquietudes cotidianas. A pesar de los intentos oficiales a estas
alturas ya no hay manera de minimizar esta barbarie, de hablar con seriedad de
"hechos aislados" y de
criminalizar a las víctimas como se hace en Veracruz con los periodistas que
han caído a manos de asesinos.
La delincuencia de todos los grados se ha empoderado
ante el vacío, la corrupción y fragilidad institucional, constituyendo un poder
alterno al oficial, dominando territorios e imponiendo sus propias leyes; la víctima
es la sociedad, indistintamente de su
posición social, sobre todo los jóvenes que están pasando por una etapa negra, siendo
secuestrados, prostituidos y utilizados como "carne de cañón". Lo que hace años era la excepción ahora
es una constante, así se sabe de asesinatos a cualquier hora del día y de
asaltos en todas partes, como si no hubiera autoridades, en un síntoma de
ingobernabilidad o gobierno fallido. Siendo una realidad palpable, conocida por
todos, no hay necesidad de explicar de mas, de ser muy ilustrativo, basta
referirla para alertar, buscar razones y sugerir soluciones; no recreamos la
violencia, la invocamos con datos concretos para superarla, para encontrar la
luz al final del túnel.
Ante la crisis de inseguridad, ante la violencia y el
horror que se ensañan con la población, es de doble espanto y repudio el
comportamiento de la clase política y de los gobernantes. Son omisos directos o
cómplices de la delincuencia, andan
como si nada, juegan a la democracia, se alistan para ganar elecciones y viven
en su propio mundo, donde no hay problemas, donde se toman decisiones fáciles,
donde se cortan listones y donde se refugian con publicidad. Son irresponsables las autoridades que no saben de los niveles de
violencia que nos golpea y son doblemente irresponsables, en grado delictivo, las autoridades que sabiéndolo no hacen
nada. Ya se volvió una practica consolidada desde el gobierno que eluda su
compromiso con la seguridad en una cadena de omisiones y negligencias: De inicio
declaran no tener competencia, después lo remiten a las áreas respectivas, las
cuales se saturan y terminan por no hacer prácticamente nada. El caso es que el
ciudadano queda indefenso.
Mientras la sociedad es golpeada por la delincuencia
el Gobierno se ocupa de cualquier otra actividad, de preferencia de
proselitismo pre-electoral; los
ciudadanos viven en una realidad adversa, solos, sostenidos únicamente por sus
propias redes. Hay una distancia
abismal entre las autoridades y la sociedad, radicando ahí el núcleo de la
tragedia que nos azota, porque
no se confronta la fortaleza estatal con la delincuencia, porque los recursos
públicos, humanos y materiales, son omisos o cómplices de la violencia. Al no haber voluntad política, al
abandonar sus responsabilidades el gobierno se vuelve parte del problema, tal
vez el principal, lo cual implicaría su
relevo mas allá de los personajes y siglas para cuestionar al sistema y todo el
entramado de intereses y atrofias institucionales. Me parece que la consecuencia de esta narrativa, lo
tenemos en nuestras manos, es la alternancia en el poder, es la reconstrucción
de las fortalezas institucionales, es apostarle a gobiernos útiles y eficaces.
En tanto, para iluminar un poco la oscuridad que se
nos vino encima, hagamos intentos por comprender los fenómenos bestiales que
estamos viviendo; a la impunidad y corrupción políticas como causa principal de
esta ola de violencia, agreguemos la condición humana tanto de los gobernantes
como de los asesinos. Ese
factor es reforzado por el contexto social y político, pero anda con relativa
autonomía; es de tal manera relevante que lo vamos a encontrar en muchas etapas
de la historia mundial. Un
ejemplo lo podemos tener en el genocidio de la segunda guerra mundial, cuando personajes de muy poca monta,
adheridos a una circunstancia determinada, fueron capaces de cometer
atrocidades que rebasan la imaginación.
Uta.1959@gmail.com
Recadito: Para que haya paz, seguridad y estado de
derecho solo con la alternancia en el poder en VERACRUZ.
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