Por: lechuza.torres@gmail.com
En la mayoría de los mexicanos vive la imagen de Lázaro Cárdenas. Creo que no habrá quien se haya escapado de comprar la monografía en la papelería de la esquina sobre la expropiación petrolera, para hacer un resumen que había que leer con harta enjundia en las efemérides de la semana. Quien no elaboró una torre de extracción del oro negro con palitos de paleta. Así aprendimos sobre la importancia de la nacionalización del petróleo.
Aprendimos que el Tata Lázaro le quitó el petróleo a los gringos para dárselo a México, a los mexicanos. Los más estudiados saben que las compañías extranjeras abusaban de la mano de obra mexicana, y que diferenciaban mayor sueldo para los extranjeros. Esa es la razón más conocida de la expropiación petrolera.
Pero ¿Cuántos sabemos de lo que realmente impulsó a Lázaro Cárdenas a tomar tan relevante decisión para la soberanía de México?
Quiero rescatar en este espacio el motivo fundamental, en mi humilde opinión, que propició la nacionalización del petróleo: la lucha de los trabajadores por su derecho a defender sus derechos labores a través de la creación de sindicatos.
Desde 1935 iniciaron los forcejeos entre las compañías petroleras extranjeras, principalmente inglesas, alemanas y estadunidenses, y los trabajadores, quienes exigían mejores condiciones laborales e igualdad en prestaciones salariales con empleados extranjeros. En diciembre de 1935 los trabajadores lograron fundar el Sindicato Único de Trabajadores Petroleros, y en enero de 1936 el sindicato se unió al Comité de Defensa Proletaria, antecesor de la Confederación de Trabajadores de México (CTM).
Para Julio de 1936, el recién creado Sindicato Único de Trabajadores Petroleros celebró su primera convención, para proponer un contrato general, proyecto que deberían aceptarse por todas las compañías petroleras, y se inició una huelga general para lograr la firma de este instrumento.
Lázaro Cárdenas, ya presidente de México, intervino como mediador en el conflicto entre el sindicato de trabajadores petroleros y las compañías extranjeras, pero no se logró ningún acuerdo, alargándose el conflicto hasta mayo de 1937, más de seis meses después de iniciada la huelga. En este momento crítico, se vivió el primer de desabasto de gasolina.
Debió intervenir nuevamente el Presidente, aunque el conflicto entre trabajadores y compañías petroleras estaba en manos de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje. Las compañías aludían que las exigencias laborales eran muy altas para las ganancias que obtenían. Cárdenas ordenó una investigación sobre los ingresos por la explotación petrolera, resultando que las compañías extractivas obtenían mayores ganancias en México que incluso en Estados Unidos.
En diciembre de 1937 la Junta Federal de Arbitraje emitió su fallo a favor de los trabajadores e impuso un pago de aproximadamente 26 millones de pesos por salarios caídos por siete meses de huelga. Los dueños de las compañías petroleras se indignaron por este laudo, y pretendieron ampararse ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la cual confirmó el fallo a favor de los trabajadores y emitió además, recomendaciones de mejorar los sueldos y las condiciones laborales.
Cuenta la leyenda que, entonces, Tata Lázaro intentó contener la furia de los empresarios ante el “desaire” de la Suprema Corte a tan importantes promotores del progreso de México, prometiendo mediar entre los trabajadores para que aceptaran el pago ordenado por la Junta y levantaran la huelga.
Hay quienes afirman que el Presidente fue tratado como empleado mal pagado por los potentados del petróleo, que pensaban que todavía vivían en el glorioso Porfiriato. Que hubo gritos y sombrerazos en los recién inaugurados Los Pinos. Y que Don Lázaro se encabritó a tal grado por el irrespetuoso jaloneó y regaño de que fue objeto por parte de los progresistas y visionarios inversores extranjeros, que amaneció con hartas ganas de expropiar la industria petrolera un 18 de marzo de 1938.
Y de ahí pa´l real, México contó con una mina de oro negro, que de mucho explotarse, dicen los que saben, hoy se extingue su brillo y gloria.
O tal vez no sea la explotación intensiva, o los bajos precios internacionales del crudo lo que provocaron el declive de PEMEX.
Tal vez si de niños nos hubieran enseñado la importancia de la lucha sindical para defender la soberanía de México en vez de recitar la monografía de Lázaro Cárdenas.
Tal vez si hubiéramos aprendido, en vez de hacer torres de extracción con palitos, que hay momentos en la historia en que hay que defender a la Patria con el alma del pueblo para no permitir el ultraje colonialista.
Tal vez hoy tendríamos PEMEX para rato. Tal vez.
Hasta la próxima
Referencia: http://www.bibliojuridica.org/libros/1/153/24.pdf
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