En México hemos vivido con retraso los cambios de siglo. El llamado Siglo de las Luces, el XVIII, sólo pudo concretarse en nuestro país a partir de 1810, cuando la pequeña pero gigante generación de ilustrados y valientes encabezados por el Cura Hidalgo logró desatar las fuerzas que dormitaban por largo tiempo. Por su parte, el porfirismo contuvo el paso del siglo XIX al XX, cuando el país ya clamaba desde tiempo atrás por una modernización de distinto signo al impuesto por el dictador y sus “científicos.
En nuestro caso, el siglo XXI no ha llegado aún con todo su esplendor. Cuando en otras latitudes se expande la transparencia, la democracia, los derechos humanos y la distribución más equitativa de los bienes materiales y espirituales, o por lo menos se aprovechan las ventajas de la globalidad y la actual etapa de la revolución tecnológica, en México seguimos atados a un esquema de desarrollo que se afianzó a fines del siglo pasado y persiste en reproducirse. Es el modelo de neoliberalismo con dependencia y corrupción, aplicado por gobiernos del PAN o del PRI, indistintamente.
La élite política y económica del país ha logrado beneficios personales y de grupo depositando el grueso de la riqueza producida en el país en los bolsillos de consorcios canadienses, norteamericanos y europeos. No les ha importado detener el crecimiento económico del país, el desarrollo de sus fuerzas productivas, su productividad laboral, su tecnología, su ciencia, su organización. Su único modelo ha sido el saqueo sistemático, como lo hacían los virreyes y la burocracia gobernante en su tiempo en la Colonia y los porfiristas en contubernio con los Estados Unidos e Inglaterra.
El saqueo que experimenta el país se produce de diferentes formas. Por ejemplo, a través del cobro de intereses bancarios y comisiones más altos de los que cobran los bancos extranjeros en sus países de origen; con el sostenimiento de una alta tasa de interés para los capitales depositados en nuestro país; con la venta del patrimonio nacional, como ocurre hoy con las licitaciones de las áreas petrolíferas antes reservadas a Pemex; con la cesión de derechos de explotación a las mineras canadienses, a precio de ganga; con el mantenimiento artificial de los salarios bajos de los trabajadores mexicanos, a fin de entregar mayor plusvalía en los productos exportados, principalmente a los Estados Unidos; y al mismo tiempo, exportando mano de obra barata a dicha nación; con el sostenimiento artificial de la paridad cambiaria, por donde se fugan infinidad de divisas; con el aumento de la gasolina, cuyas ganancias van por partes al gobierno, a los importadores y a las refinerías estadounidenses. Hay otras muchas formas, aquí sólo enumero las más importantes.
Este modelo de desarrollo tiene consecuencias graves en la salud, en el bienestar de la gente y en el futuro de las nuevas generaciones. Y en su tranquilidad, pues a partir de su aplicación, la delincuencia y la inseguridad han crecido enormidades.
En el 2018 tendremos la oportunidad de lograr un nuevo rumbo para la Nación y aprovechar plenamente las oportunidades del siglo XXI. En MORENA se depositan esas esperanzas. Y las opciones del PRI como del PAN se identifican más con la continuidad y el consecuente agravamiento de la situación actual. La disputa se vislumbra fuerte. En Veracruz las opciones ya están puestas. Cuitláhuac García representa el cambio y encabeza las preferencias. La continuidad nuevamente es familiar, los Yunes emparentados, uno por el PAN (Yunes Márquez) y otro por el PRI (Yunes Zorrilla).
Esperemos que el feliz año que todos nos deseamos en estas fechas se materialice en un cambio de rumbo que beneficie a todos. Que sea un feliz año de cambio verdadero.
Marco Antonio Medina Pérez
marco.a.medinaperez@gmail.com
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