Ricardo Rocha
Mèxico, D. F.FOTOS REVISTA "QUIEN
Añádase el valor de El Tamarindillo, toda una bahía que los Fox se agandayaron en Michoacán y el rancho San Cristóbal cuyas puertas ahora “nos abren”. Y el costo que alcanzará el Centro Fox, que dejará en changarros a los centros Carter y Clinton y que también está descrito en la revista con una explanada para 3 mil asistentes, un auditorio para 500 personas y una biblioteca con 25 mil volúmenes. Todo, propiedad de quien no ha leído un libro en su vida y su peculiar esposa.
Esta es la incalculable acumulación de capital que Vicente Fox y Marta Sahagún nos están restregando en la cara a todos los mexicanos, y no es un asunto menor, tampoco un episodio más de frivolidad y mal gusto. Se trata de un gigantesco monumento a la corrupción y a la impunidad. La explicación y defensa que el propio Fox hace sobre su desmesurado patrimonio lo describe sin necesidad de adjetivarlo: “Aquellos que dicen que esta propiedad es producto de la Presidencia tendrán que comer chicharrón”. De cualquier modo miente. Cuando asumió la candidatura al gobierno de Guanajuato estaba quebrado y sólo desde el poder empezó a recuperarse. Cuando vino la Presidencia, Fox con la asesoría de Marta Sahagún, los trucos al estilo Vamos México y disponiendo de la complicidad de todo su gobierno, comenzó a atesorar la fortuna que ahora presume. Siempre fue un abusivo. Durante su mandato fue el único mexicano que vio aumentar su sueldo un 57%, de 106 mil a 167 mil pesos. Pero ni ahorrando todo lo que ganó se podría justificar su obscena riqueza.
Este es un insulto a todos y más todavía a los más pobres. Pero es también un alarde con un propósito muy claro de Fox y Sahagún: demostrar que todavía son poderosos e intocables. Por eso él todavía se hace llamar “presidente”. Un caso que debe brincar de las páginas de sociales al Congreso, donde habría de crearse una comisión que investigue a los Fox y a todo su clan.
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