Por Juan Fernando Perdomo *
En anteriores ocasiones he hablado del orgullo de nuestra gente en diversas colonias o de personas que realizan acciones extraordinarias aún a pesar de enfrentarse a contrariedades o alguna discapacidad, por ser más específico.
Este es un caso de mucho interés.
Una tarde acudí a una reunión en la localidad de Palenque Palotal, a unos 20 minutos de la cabecera municipal de Córdoba.
Habían asistido muchos vecinos que me platicaban todas sus carencias y prioridades: Que el agua, las guarniciones y banquetas, el drenaje, el mantenimiento de las aulas, etc.
Cuando me despedía, se acercó a mí una señora que, humildemente, me entregó una carta en la que me mencionaba que un grupo de mujeres necesitaban herramientas para la construcción de sus casas.
Firmé de recibido -como es costumbre y demanda popular- la escueta carta en la que aparecían utensilios como picos, palas, serruchos, azadones, martillos, cinceles, escuadras… y le pregunté:
-¿Para quienes construyen? ¿Cómo se organizan?
Por supuesto que pensaba que exageraban en pedir tantas herramientas.
-Somos un grupo de 10 mujeres que nos hemos organizado para construir nuestras casas. Empezamos la de una de nosotras y, al concluir la primera, seguiremos con la otra, y así hasta que acabemos, me dijo con pausada tranquilidad si expresar nada especial.
Les comenté que cotizaría los materiales y vería con que cantidad les podría ayudar. Ella, la que llevó su carta, me dijo:
-¡A´i con lo que se pueda, Perdomo!
Ya estaba a punto de retirarme de la comunidad cuando Lourdes- así se llama la mujer que se me acercó con la petición- me dijo:
-¿No quiere ver como vamos? ¡Aquí cerquita estamos construyendo la primera!
Andaba un poco apurado, pero pensé que sería una buena atención ver cómo conseguían sus tablas y láminas de cartón para construir sus casas y me imaginé las construcciones sencillas, con un gran esfuerzo y entusiasmo, pero sobre todo organización, dignas de ser imitadas.
Caminamos apenas unos 100 metros y nos adentramos a una parcela sembrada de café.
A unos pasos comencé a ver, con asombro, como aparecía frente a mí una casa en obra negra, hecha de block, con techo colado de cemento y grava, y ventanas de herrería, con su puerta.
-¿Este tipo de casas son las que construyen?, pregunté incrédulo.
-¡Claro! ¡Porque cree que necesitamos esas herramientas!, me respondió.
Íbamos acompañados por dos o tres compañeras más y algunos amigos que asistieron a la reunión. Todos estábamos azorados.
-¿Quienes hicieron esto?, decía sin salir del asombro.
-¡Nosotras!
- Pero, ¿Cómo? ¿Ustedes?, le dije.
- Si, mire. Nosotras estábamos muy inconformes porque vivíamos en lugares desagradables o arrimadas con algún familiar y pensamos que podríamos construir las casas con nuestras propias manos, así que nos reunimos unas 14 mujeres y definimos como empezar. Luego algunas se fueron saliendo porque les parecía pesado el trabajo.
Y continuaba:
- Lo primero que hicimos fue apoyarnos en un maestro albañil. Don Pedro Serafín.
-¿No les cobra mucho?, pregunté.
- El nos pide una cantidad menor a lo que el cobra. Algo así como 50 pesos, pero nos indica lo que tenemos que hacer. Primero marcamos donde vamos a “picar” la tierra, vamos haciendo los cimientos, ponemos el material que él nos indica; después vamos haciendo las paredes con las columnas y trabes como él lo señala y, al final, conseguimos “palos” en los terrenos cercanos para hacer la cimbra y “colamos”.
Hablaban en un lenguaje técnico que me seguía asombrando. Les dije:
- ¡Señoras! ¿Saben lo que están haciendo? ¡Esto es algo impresionante!
Ellas nomás sonreían y, seguramente, se carcajeaban de mi incredulidad.
* * * * * * *
Hace unos días regresé a Palenque Palotal. Se reunieron casi 80 mujeres con sus niños.
Ahí, frente a la tercera casa que pronto tendrá su techo - si es que no lo tiene ya, cuando escriba estas líneas - las orgullosas MUJERES DE PALENQUE PALOTAL, que trabajan el programa “Hábitat para la Humanidad”, recibieron sus herramientas y posaron para la foto del recuerdo.
Lourdes, Gloria, Esther, Elpidia, Marcela, Rosalinda, Elvira,… y Don Pedro Serafín, quedaron grabados en la foto con su orgullo y satisfacción. Yo, continúo sorprendido de este nuevo aprendizaje. ¡Claro que si se puede!
*Juan Fernando Perdomo es egresado del TEC DE MONTERREY
Servidor público, empresario y político (jperdomo@infosel.net.mx)
En anteriores ocasiones he hablado del orgullo de nuestra gente en diversas colonias o de personas que realizan acciones extraordinarias aún a pesar de enfrentarse a contrariedades o alguna discapacidad, por ser más específico.
Este es un caso de mucho interés.
Una tarde acudí a una reunión en la localidad de Palenque Palotal, a unos 20 minutos de la cabecera municipal de Córdoba.
Habían asistido muchos vecinos que me platicaban todas sus carencias y prioridades: Que el agua, las guarniciones y banquetas, el drenaje, el mantenimiento de las aulas, etc.
Cuando me despedía, se acercó a mí una señora que, humildemente, me entregó una carta en la que me mencionaba que un grupo de mujeres necesitaban herramientas para la construcción de sus casas.
Firmé de recibido -como es costumbre y demanda popular- la escueta carta en la que aparecían utensilios como picos, palas, serruchos, azadones, martillos, cinceles, escuadras… y le pregunté:
-¿Para quienes construyen? ¿Cómo se organizan?
Por supuesto que pensaba que exageraban en pedir tantas herramientas.
-Somos un grupo de 10 mujeres que nos hemos organizado para construir nuestras casas. Empezamos la de una de nosotras y, al concluir la primera, seguiremos con la otra, y así hasta que acabemos, me dijo con pausada tranquilidad si expresar nada especial.
Les comenté que cotizaría los materiales y vería con que cantidad les podría ayudar. Ella, la que llevó su carta, me dijo:
-¡A´i con lo que se pueda, Perdomo!
Ya estaba a punto de retirarme de la comunidad cuando Lourdes- así se llama la mujer que se me acercó con la petición- me dijo:
-¿No quiere ver como vamos? ¡Aquí cerquita estamos construyendo la primera!
Andaba un poco apurado, pero pensé que sería una buena atención ver cómo conseguían sus tablas y láminas de cartón para construir sus casas y me imaginé las construcciones sencillas, con un gran esfuerzo y entusiasmo, pero sobre todo organización, dignas de ser imitadas.
Caminamos apenas unos 100 metros y nos adentramos a una parcela sembrada de café.
A unos pasos comencé a ver, con asombro, como aparecía frente a mí una casa en obra negra, hecha de block, con techo colado de cemento y grava, y ventanas de herrería, con su puerta.
-¿Este tipo de casas son las que construyen?, pregunté incrédulo.
-¡Claro! ¡Porque cree que necesitamos esas herramientas!, me respondió.
Íbamos acompañados por dos o tres compañeras más y algunos amigos que asistieron a la reunión. Todos estábamos azorados.
-¿Quienes hicieron esto?, decía sin salir del asombro.
-¡Nosotras!
- Pero, ¿Cómo? ¿Ustedes?, le dije.
- Si, mire. Nosotras estábamos muy inconformes porque vivíamos en lugares desagradables o arrimadas con algún familiar y pensamos que podríamos construir las casas con nuestras propias manos, así que nos reunimos unas 14 mujeres y definimos como empezar. Luego algunas se fueron saliendo porque les parecía pesado el trabajo.
Y continuaba:
- Lo primero que hicimos fue apoyarnos en un maestro albañil. Don Pedro Serafín.
-¿No les cobra mucho?, pregunté.
- El nos pide una cantidad menor a lo que el cobra. Algo así como 50 pesos, pero nos indica lo que tenemos que hacer. Primero marcamos donde vamos a “picar” la tierra, vamos haciendo los cimientos, ponemos el material que él nos indica; después vamos haciendo las paredes con las columnas y trabes como él lo señala y, al final, conseguimos “palos” en los terrenos cercanos para hacer la cimbra y “colamos”.
Hablaban en un lenguaje técnico que me seguía asombrando. Les dije:
- ¡Señoras! ¿Saben lo que están haciendo? ¡Esto es algo impresionante!
Ellas nomás sonreían y, seguramente, se carcajeaban de mi incredulidad.
* * * * * * *
Hace unos días regresé a Palenque Palotal. Se reunieron casi 80 mujeres con sus niños.
Ahí, frente a la tercera casa que pronto tendrá su techo - si es que no lo tiene ya, cuando escriba estas líneas - las orgullosas MUJERES DE PALENQUE PALOTAL, que trabajan el programa “Hábitat para la Humanidad”, recibieron sus herramientas y posaron para la foto del recuerdo.
Lourdes, Gloria, Esther, Elpidia, Marcela, Rosalinda, Elvira,… y Don Pedro Serafín, quedaron grabados en la foto con su orgullo y satisfacción. Yo, continúo sorprendido de este nuevo aprendizaje. ¡Claro que si se puede!
*Juan Fernando Perdomo es egresado del TEC DE MONTERREY
Servidor público, empresario y político (jperdomo@infosel.net.mx)
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