martes, 4 de marzo de 2008

LOS RICOS SON LOS CULPABLES...


Por Uriel Flores Aguayo...

El explosivo nivel que ha alcanzado el consumo de drogas y sus efectos violentos en nuestro país son resultados directo de la pobreza y la búsqueda de salidas fáciles, pero también se basa en la inspiración de la conducta frívola e insultante de los sectores pudientes. La ostentación de los ricos es una imagen muy fuerte que muchos quieren imitar, por las buenas o por las malas. Los bajísimos salarios pagados por nuestros riquísimos magnates se traducen en sobrevivencia permanente para miles y miles de personas, cuya rebeldía natural se vuelven autodenigración. No se debe omitir la circunstancia invariable de nuestra vecindad con los Estados Unidos, el país más drogadicto del mundo, con todo lo que eso implica en traslado y expansión de drogas. Hasta en eso queremos copiar a los gringos, cuyos jóvenes mueren en Irak, sin saber porqué.

Vista nuestra injusta realidad social es poco comprensible que desde las comodidades de clase social y mando institucional se pidan buenos modales a la gente pobre, que por serlo siempre es sospechosa de todo y cuando mucho objeto de la compasión de la gente bien. La civilidad pasa por el bienestar; una vida normal implica casa, comida y sustento.

Va siendo hora de que nos pongamos a reflexionar sobre la descomposición social que nos está ocasionado el narcotráfico. Cada vez más casos de violencia y hasta de locura se presentan por el consumo de drogas. Prácticamente en todo el estado se encuentra uno con noticias relacionadas con los nocivos efectos de las drogas. Así como vamos dentro de poco nuestra sociedad se va a dividir entre quienes consumen drogas y quienes no lo hacen, es decir, drogadictos y abstemios; vamos hacia una sociedad de zombies, con personas de mirada perdida y andar errante, como ya los encontramos en algunas ciudades en ciertos ámbitos juveniles. Lo asumimos colectivamente o lo sufrimos en lo particular.

De tan inepto que se muestra el gobierno espanta y despierta sospechas, como si sólo procurara administrar la guerra contra el narcotráfico manteniéndonos en un estado de zozobra. Si la violencia no resultara tan dramática deberíamos reírnos de las ocurrencias futboleras de Felipe Calderón.

Los negocios de moda son las casas de empeño, los amuletos de todo tipo de curanderos y adivinos y los centros de rehabilitación para drogadictos. Estos últimos no tienen conexión con estrategia alguna y más parecieran medidas de urgencia para la infaltable rentabilidad política. O se integran a un sistema que incluya prevención o deben verse con la desconfianza que genera lo lucrativo.

Para salir de las drogas requerimos otro tipo de sociedad, más solidaria y sin tanta desigualdad, y un gobierno serio y capaz.

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