Por Uriel Flores Aguayo
urielfloresaguayo@hotmail.com
Ahora que el PRD convocó a Congreso Nacional para salir de su crisis me he puesto a reflexionar sobre el tipo de transformaciones que se requieren para que el partido del sol azteca se refunde. Sin minimizar aspectos tan importantes a debate como son los de la ideología y la legalidad interna creo que, para que el cambio sea real, debe abordarse en profundidad un modelo de partido federal, descentralizado y horizontal. Hasta ahora de nacional, en sentido orgánico y de estructura, sólo tiene el nombre, ya que es vertical, centralizado y cupular. En el actual PRD avanzan más aquellos que viven en los pasillos burocráticos y cargan los maletines que los que hacen trabajo de base y se ven con la gente cara a cara. El único consuelo que les quedan a los perredistas es que todos los partidos, grandotes y chiquitos, son iguales y rinden pleitesía al centralismo.
Pareciera de folklor y nostalgia, pero la expresión chilanga en el sentido de que “después del Distrito Federal todo es Cuautitlán”, está tan vigente que se aplica en todos los espacios de la vida pública de nuestro país: las oficinas principales de PEMEX no están en zonas petroleras, la Secretaría de Marina está lejos del mar, los medios llamados nacionales publican un 95% de información del D.F., etc. En el caso de los partidos políticos, que conozco algo, se observan fenómenos no solo centralistas sino prácticas rabiosamente antidemocráticas, como lo puede ilustrar el manejo de las prerrogativas económicas y el reparto de los puestos directivos y de representación, dándose la paradoja de tener dirigentes ricos con base pobre. En este tema la izquierda puede aportar buenos ejemplos y soluciones, si es que no se queda en la simulación.
El fenómeno del centralismo nacional o remedo de federalismo tiene su historia y está condicionado por un especifico modelo de desarrollo social, político y económico. No es descabellado advertir en nuestra actitud conformista respecto de chilangolandia un rasgo de colonización cultural, lo cual implica asumirse y ser vistos como provincianos. Por cierto, en Veracruz apenas vamos a vivir un relevo gubernamental donde el elegido puede ser una figura local.
El Distrito Federal es una mega metrópoli cuya población, entre ciudad y zona conurbada, es de casi 20 millones de habitantes, aproximadamente el 20% de la población del país. Siendo así, tampoco es novedad que en la capital del país se tomen decisiones fundamentales que nos afecten o nos benefician a todos y que, cuando algo ocurre en ella, se vuelve noticia nacional. Aceptemos esa condición sin renunciar al ideal de una república federal y democrática.
Sin conocerla a detalle creo que subsiste ese ánimo federalista en la llamada “Tercera Vía” que el gobernador de Veracruz presentó en el debate petrolero. Habrá que ver si la sigue defendiendo cuando después de ser minimizada y objeto de burlas hasta los jerarcas de su partido la han rechazado.
Para no seguir siendo objeto de abusos y desproporciones del centralismo habrá que debatir con fuerza el replanteamiento de todo lo relativo a la cuestión federal y el modelo de desarrollo nacional. Los que seguimos en el PRD aportaremos nuestro granito de arena empezando por la casa.
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