jueves, 17 de julio de 2008

COLUMNA TRAZOS...



Dedicado a Fernando Vallejo

Con excepción de algunos casos aberrantes, el hombre no se inclina hacia el bien.
Una vecina relata alarmada --al menos así parece—, haber escuchado en la televisión que un pequeño de diez años bañó a su mascota, un roedor de pelaje blanco como la nieve, con combustible líquido, la puso en el fondo de un tambo de metal y le prendió fuego. El animal arañó las paredes del cubo y corrió enloquecido en círculos antes de caer, envuelto en llamas. Un hedor a carne calcinada y pelambre achicharrado subió del interior del recipiente a las narices pequeñas y respingadas del chico, quien presenció el sacrificio de su mascota en silencio religioso. Cogió una bolsa de plástico donde metió el cadáver en cenizas, cavó un hoyo en el jardín y le dio, según afirma la vecina haber oído decir al reportero, cristiana sepultura. Esto sucedió en una localidad rural al norte de Irlanda, en el seno de una familia de rancio catolicismo. El caso ha causado tal revuelo entre la población que los medios le han ofrecido minutos y minutos de su programas noticiosos, pues consigna la estadística, en sólo los casos registrados y denunciados, que va en aumento el número de situaciones de tortura y muerte de mascotas a manos de infantes y adolescentes. Un cura, un maestro de escuela y un concejal han salido al paso responsabilizando a las comics impresos y de video de la violencia que, según ellos, se transfiere de sus contenidos a la mente y a los hábitos de quienes los consumen, en su mayoría el grueso de los escolares. Mi vecina, parece realmente afectada por la nota aparecida en la televisión. Me cuesta trabajo entenderla porque ella tiene un perro de raza dudosa, al que mantiene a sol y noche encadenado debajo de un árbol pelón, durmiendo a pleno suelo, sorda a los alaridos del miserable animal que pasa inviernos y veranos con la misma sed y con la misma hambre, deseando haber no nacido.
Miguel Camín

retratos1@gmail.com

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