Por Uriel Flores Aguayo
urielfloresaguayo@hotmail.com
Tanto miedo e indignación puede producir el terrorismo como la impunidad en que se desarrolla, alimentada ésta por la corrupción y la ineptitud. Sobre aviso no hay engaño. Se veía venir, las granadas de Morelia son hechos que escalan el poder demostrado por las bandas de narcotraficantes y bien pudieron haber caído en cualquier lugar; que hayan sido arrojadas el 15 de septiembre y en esa ciudad son hechos circunstanciales, el verdadero problema es que estallaron en un momento en que el gobierno federal todavía no da muestras de contar con la capacidad para hacerle frente a esos fenómenos violentos. Calderón hereda de Fox un sexenio perdido en materia de seguridad, está pagando las consecuencias de ese gobierno frívolo y omiso pero agrega otros rasgos que lo tienen atado y lo vuelven inútil, como son el excesivo pago de facturas y encabezar un gobierno de amigos. Así que cuando hablemos de unidad pidamos precisión en sus términos, evitemos el manoseo politiquero y revisemos estrategias y resultados. Por mi parte considero de obviedad y escándalo referir contradicciones graves en algunas decisiones que ha tomado Calderón: mantener al frente de la procuración de justicia y de la secretaría de seguridad pública, intercambiados, a los mismos personajes que ya fracasaron en el sexenio pasado; poner al frente del CISEN a un experto en encuestas y quién le coordino esas tareas en su campaña y entregar el consejo nacional de seguridad como cuota política a su aliada, la profesora Gordillo.
Para definir los hechos ocurridos en Morelia, es importante acudir a una propuesta de definición que expertos de la ONU hacen sobre el término terrorismo: “Cualquier acto destinado a causar la muerte a un civil o un no combatiente cuando el propósito de dicho acto sea intimidar a una población u obligar a un gobierno o a una organización internacional a realizar un acto o abstenerse de hacerlo”. Está claro, por lo tanto, que los actos violentos acontecidos en la capital Michoacana, constituye un hecho terrorista.
El terrorismo ha estado presente a lo largo de la historia, incluso en culturas primitivas ya actuaban sociedades secretas valiéndose del terror. Para tener una referencia, guardada las proporciones, hay que pensar en lo que fueron los avionazos de las torres gemelas de Nueva York y lo que son las actividades de ETA en España. Entre las clasificaciones de terrorismo se encuentra el narcoterrorismo el cual, lamentablemente, hizo su aparición en México asesinando a siete personas e hiriendo a más de cien el 15 de septiembre en Morelia.
Los hechos trágicos y lamentables ahí están, el coro de discursos coloridos pero desgastados e insuficientes en poco ayudan a explicarlos y, sobre todo, a encararlos con resultados favorables para la seguridad de los mexicanos. El peso de las responsabilidades que tiene Calderón, así como los gobernadores y munícipes, los obligan a que cumplan con su deber, apliquen las leyes y se dediquen de lleno a atender un escenario de crisis nacional que, de seguir avanzando, nos va a colocar en situaciones inéditas, como pueden ser la suspensión de garantías, los magnicidios y la ruptura institucional.
Para que supongamos que la lucha contra la delincuencia organizada va en serio la primera noticia que debemos recibir es que se aumentan sustancialmente los salarios y las condiciones de trabajo de los policías y los soldados. De otra manera, todo lo que se diga será simulación y contraproducente. Por otra parte, se requieren poner en juego órganos verdaderos de inteligencia y cuerpos especializados en el combate al terrorismo, al secuestro y a las extorsiones.
Es de una paradoja hiriente que mientras la población vive en el miedo y sujeta a los caprichos de los delincuentes, el señor Felipe Calderón, se la pase descansando, se de tiempo para ir al fútbol y hasta para caerse de su bicicletita. Hasta no ver no creer. Cuando empiecen a presentar a los grandes capos del narcotráfico mexicano y cuando desmantelen las redes empresariales y políticas que los cobijan podremos decir que están haciendo las cosas bien y que merecen más apoyo; por el momento, que cumplan con sus obligaciones, que dejen el glamour y el “biznes” .
Recadito: Marcha en defensa del petróleo, 28 de septiembre, del Ángel de la Independencia al Zócalo en el D.F.
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