
Por Uriel Flores Aguayo
urielfloresaguayo@hotmail.com
Por las razones que sean, seguramente en un crítico momento emocional, Don Ramiro Guillén, decidió prenderse fuego en la Plaza Lerdo de Xalapa, en un hecho espectacular e indignante que, sin embargo, lo presentó como un hombre de palabra y decisiones tajantes. Como todo se imita, también en las protestas sociales se han sucedido una serie de hechos en esta ciudad, donde se ha utilizado gasolina y fuego para dizque presionar a las autoridades; así tenemos que un grupo de seudo-profesores -lo siento, no les puedo llamar de otra manera- hacen arder un monigote representando la quema del secretario de Educación Estatal, después la COCYP, un grupo de campesinos de Átzalan y una agrupación de colonos riegan combustible y lo prenden en las calles. Además de lo grotesco y deshonroso de está forma de protesta, que ni siquiera es original, está la irresponsabilidad de los lidercillos que exponen a sus grupos a que, por descuido, algunos se puedan quemar por andar jugando con fuego así como a ser reprimidos con dureza por la fuerza pública.
Otra actitud que se aproxima a lo vandálico y delictivo son los bloqueos a las vías públicas, sobre todo al centro de la ciudad y a la Avenida por donde más transita el transporte pesado. Son formas anacrónicas e irracionales de protesta donde más se afecta a terceros, ya que los funcionarios públicos tienen múltiples formas de eludirlas en tanto su espacio de trabajo queda lejos de la supuesta o real indignación de los reclamantes de algo. Nada tienen que ver las personas atrapadas en los embotellamientos que provocan esos bloqueos, más bien quedan expuestas a muchos peligros y viven la impotencia de ver alterada su vida cotidiana. Independientemente de la causa que defienden los que protestan, la cual puede ser justa o no, deben medir las consecuencias de sus actos y recibir el trato que se merecen. También las autoridades involucradas deben dar la cara y asumir sus responsabilidades; unos, atendiendo las peticiones, y, otros, garantizando los derechos de terceros al libre tránsito.
La mezcla de frivolidad y omisiones de las autoridades de todos los niveles y la inconformidad social real pero conducida por demagogos y farsantes es altamente explosiva. Es indispensable llamar la atención sobre ese círculo vicioso en el que el funcionario hace como que atiende y el ciudadano hace como que protesta y como que se prende fuego, porque nos podemos llevar la sorpresa que del juego se pase a la realidad, tal vez por accidente.
Es una obviedad que vivimos tiempos tensos, expectantes y de desesperanza que nada bueno nos avizora para un periodo inmediato; sólo la clase política nacional pareciera no darse cuenta de los movimientos que están ocurriendo en las profundidades de la sociedad mexicana. Siguen en la lucha por obtener el poder por el poder mismo, de espaldas a los intereses de las mayorías, peleando con ferocidad todos los huesos habidos y por haber y repartiendo alegre y cupularmente el pastel de los cargos partidistas, de representación y de gobierno. Es una clase política mediocre que en lugar de ayudar, estorba. Entre los varios botones de muestra que se podrían presentar están los gastos derrochadores en las posadas y fiestas de fin de año de los diputados federales y los senadores, donde los panistas se llevaron el primerísimo lugar desembolsando nada más para escuchar al cantante Emmanuel, un millón doscientos mil pesos por una hora. Todos esos políticos tradicionales viven en una burbuja dorada, insensibles a las necesidades de la gente, no se dan cuenta que el pueblo se cansa y aun el mexicano, que tiene fama de sumiso y aguantador, un buen día se puede despertar con las ganas de hacer una revolución, lo que eso signifique y hasta donde llegue.
Recadito: Les deseo una “Noche Buena” tranquila y optimista. No se necesita mucho para ser feliz. Son tiempos de solidaridad y de valores.
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