PorBernardo Bátiz V.
La doctora Tania Hernández Vicencio, del seminario México Contemporáneo del Instituto Nacional de Antropología e Historia, escribió un libro que publica Editorial Itaca, titulado: Tras las huellas de la derecha (El Partido Acción Nacional, 1939-2000), mediante el cual rastrea, a lo largo de 61 años de la vida política de México y desde un poco antes, los incidentes, los avances, los debates de las organizaciones políticas denominadas de derecha y su papel en la historia reciente de México, hasta la llegada del Partido Acción Nacional (PAN) al poder.
El libro es sugerente por varias razones: primero, porque es una investigación objetiva que no toma partido, bien documentada, y que ciertamente sigue las huellas del PAN por medio de este largo lapso, incursiona constantemente en otras expresiones de la derecha, como el sinarquismo, los grupos empresariales y aun los grupos clandestinos que actúan encubiertos en política.
La bibliografía es amplia, aunque no excesiva, y la autora, quien viene de Baja California, había ya seguido allá las pistas de Acción Nacional en otras obras en las que exploró el arribo de ese partido al gobierno local y su experiencia de gobierno; no es, por tanto, una recién llegada al tema.
Por mi parte, cuando tuve la oportunidad de presentarlo en la Feria del Libro, en el hermoso Palacio de Minería, destaqué lo importante que es hacer historia y dejar testimonios para los investigadores que vengan después de nuestra época, aun cuando los acontecimientos estén todavía tan cerca y se refieran a personas que continuamos presentes y actuando en la vida social.
La lectura de la obra me hizo recordar otros tiempos de mi vida política y otras batallas en las que tomé parte; fui testigo y actor de muchos de los hechos que la investigación de la doctora Hernández Vicencio refiere y analiza con las herramientas que le proporcionan sus estudios históricos en su vida universitaria, enriquecidos con las experiencias directas en su natal Baja California.
Me fue muy ilustrativo leer un texto distinto a los que he conocido relacionados con el tema de la derecha y de mi antiguo partido y pude aclarar algunos de los puntos expuestos, sin la distorsión que la participación directa en los hechos pone en otros que hemos escrito sobre los mismos acontecimientos.
Reviví los recuerdos de Los bárbaros del Norte, del intento fallido de la elección de candidato a la presidencia en 1976, del año crucial de 1972, cuando arribó José Angel Conchello al partido, entre otros momentos de la política mexicana de oposición, en los que tomé parte, pero también tomé partido.
Una reflexión más para quienes se interesen en la lectura de la investigación a que me refiero. Distingue la doctora, mediante las vicisitudes por las que pasan los grupos políticos de inspiración católica durante el inquietante siglo XX, que hay dos formas de catolicismo político: una conservadora, que identifica con algunos grupos dentro y fuera del PAN, y otra de catolicismo liberal, que, en su opinión, son los que finalmente prevalecen y llegan al poder.
No dudo que exista esta dualidad de corrientes políticas: no sólo dentro de quienes profesamos el catolicismo, sino también, por supuesto, en otros ámbitos del pensamiento y de la acción social, podemos encontrar liberales y conservadores. Sin embargo, creo que podríamos identificar también un catolicismo social, que no es ni liberal ni conservador, que tiene raíces muy hondas en las encíclicas sociales de los siglos XIX y XX y en pensadores como Emmanuel Mounier, impulsor de la corriente política denominada personalismo y crítico, desde una visión católica del mundo, del sistema liberal capitalista, pero sin viso alguno de conservadurismo.
Recordé la afirmación medieval de San Buenaventura sobre el anatocismo, al que define como el robo so pretexto del contrato, y pensé en los estudios del ya olvidado Código Social de Malinas y otras manifestaciones de un catolicismo para nada conservador y mucho menos capitalista.
No podemos catalogar de católicos conservadores o liberales a personajes del alto clero mexicano, como don Sergio Méndez Arceo, o a obispos actualmente en ejercicio de su pastoral, como don Samuel Ruiz o el encargado de la diócesis de Saltillo, Fray Raúl Vera.
El interesante y provocador libro que da motivo a estas reflexiones nos pone en la oportunidad de pensar más sobre la actitud que puede tener un pueblo como el mexicano, aun mayoritariamente católico, en los censos, frente a las disyuntivas políticas entre las que tendrá que elegir muy pronto.
El texto también toca a quienes fuimos militantes del PAN y nos separamos de él porque consideramos, como dijo muy bien el periodista Álvaro Delgado en la misma presentación del libro, que había y hay en el partido una abulia por los principios.
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