lunes, 16 de marzo de 2009

MAS CERCA DE LOLA DE LA VEGA QUE DE LA DRESSER


Por Roberto López...

En “UN AFÁN BOLETINERO” afirmé que Imelda Torres como columnista de Vaxtuxpan poseía una tercera cualidad: era adicta a la polémica, a la polémica dura, agrego ahora. “Sin pelos en la lengua” bien pudo haber titulado a su respuesta.
Sin embargo nada de lo que le endilgué como boletinera incontinente refuta: sí asistió como panelista invitada por el dif municipal, dejó pasar una oportunidad de oro para ser congruente como ciudadana y periodista, y todo porque ella está convencida que lo que “hace la mano derecha la izquierda lo desconoce” (¡Ajá!). Imelda Torres se sintió halagada por la señora Julieta Sánchez y creyó (pues decide lo que le da la gana) que los quince minutos de fama que le dio el poder municipal debía exprimirlos en corresponder por cortesía y por ello se apuró a elaborar ese boletín, que la mera verdad le quedó de maravilla.
Carece de veracidad, o por menos de juicio ético, afirmar como lo hace Imelda Torres que en una mesa de debates el invitado está obligado a constreñirse en sus argumentos para no importunar a los organizadores. ¡Vaya independencia de criterio! O se disciplina –el panelista—o fija su postura con libertad o se acobarda; qué actitud asumió Imelda Torres: no sé si la primera o la tercera, pero con libertad ni por equivocación.
He vuelto a releer el boletín que elaboró Imelda Torres sobre el concurso de la bandas de rock, y creo que le di una importancia que ahora no le encuentro. Ligera la nota, da más que hubiera sido un concurso de bandas de chunchaca. Con el ánimo de color pastel, Imelda vio todo en rosa y así lo describió. Me disculpo: ella fue fiel a su naturaleza acrítica, que no servicial.
Terminaré recomendándole a Imelda Torres que no quiera vender a sus lectores –de un tiempo a esta parte—gato por liebre: su actitud columnista está ahora más cerca de la santa patrona Lolita de la Vega que de la endemoniada Denisse Dresser.
Pd. Acusarme ser Miguel Camín, es ya viejo esgrima, estimada Imelda. ¡Vaya! Es un refrito. No le va.

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