Por Roberto López Arán...
(Segunda y última parte)
Quien alguna vez ha charlado con Baltazar López de asuntos ajenos a la política, de inmediato percibe que su interlocutor es un hombre culto, pero no pedante, sino sencillo. El tipo de hombre que le son familiares las divulgaciones de las artes y las ciencias. Su pasión, sin embargo, es la música, aunque sea no buen músico y peor cantante. Pero guarda en su memoria una inigualable colección de personajes y sucesos alrededor del mundo de la música alternativa de rock, blues y jazz, que concita la admiración de quien lo escucha. Su otra pasión es la lectura. Yo, que lo conozco, sin embargo creo que es un magnífico artista plástico. Su óleos son raros, conceptuales, pasables, pero sus dibujos a carbón y tinta sobre papel blanco están trazados con un sensibilidad exquisita. A mí me encantó el que tiene como tema central a un beisbolista. Nunca le pregunté el precio, y fui demasiado escrupuloso para proponerle adquirírselo a crédito. Javier Benítez quien ha dicho ser nuestro amigo, de Baltazar y mío, y que francamente no se lo creo, puede atestiguarlo pues recibió del dibujante un hermoso retrato de Janis Joplin, de a gratis, como le gustan las cosas a este veterano funcionario.
Hubo un tiempo medio en el que Baltazar López deseo ser escritor. El rechazo a su novela “El piano de John Lennon” de parte de la editorial Grijalbo, lo trajo de vuelta a la realidad mundana.
Hubo proyectos en mi juventud, caprichos que sin la colaboración de Baltazar López hubiesen sido imposibles que se me dieran. Uno de ellos fue la edición de una revista que titulamos con humor juvenil “La chaira”. Un tanto apenados por los contenidos que incluiríamos dudamos en poner nuestros nombres, pero finalmente, azuzados por el valor que da la notoriedad, aceptamos hacerlo. Puedo afirmar que sin la voluntad de Baltazar el proyecto no hubiera dado luz. Primero yo lo invité a que se uniera a grupo de amigos que tenía pensado editar una revista. En la tercera cita improductiva, y viendo que las reuniones acababan en borrachera, Baltazar que no es afecto al alcohol me propuso que el proyecto lo abrazáramos los dos y nadie más. Lo hicimos y la revista se presentó en febrero de 1994 en una reconocida cantina de la calle Mina (para Ripley, La Opinión le dio nota de primera plana (con foto) en Tuxpan destacando lo extravagante del evento)
Baltazar encontró en el periodismo una vocación que él mismo ignoraba. Conoció a don Javier Santos Llorente por conducto mío. Los presenté y de inmediato hicieron una buena química. El viejo hablaba y Baltazar lo escuchaba con reverencia. Su amistad, corta para mala fortuna, fue sin embargo profunda. El mejor perfil que he leído sobre don Javier Santos, el más humano, lo escribió Baltazar y tuve la fortuna de ser el primero en leerlo. Don Javier lo quiso y valoró el talento periodístico de Baltazar, de aquél Baltazar, debo decir. Lo estimó al grado que, en el último número que se quedó en galeras, pues una repentina úlcera sangrante tiró a don Javier y el editor Carlos Montiel se negó a imprimirlo, aprobó la inserción de un demoledor artículo crítico de Baltazar sobre el trabajo del doctor Obed Zamora como cronista de la ciudad. No guardo yo copia de ese manuscrito escrito con agudo sentido profesional, pero no me cabe duda que Baltazar debe mantenerlo en sus archivos, por su valor testimonial.
Recluté a Baltazar López para que escribiera una columna diaria en el Noreste, cuando fui subdirector de este periódico en Tuxpan, su pago era simbólico porque el periodismo en la provincia no da para más. Baltazar lo hizo con gusto sosteniendo su colaboración a diario. Yo, por entonces, inauguraba La Calumnia Tuxpeña, versión local de La Calumnia en Poza Rica. Ambos nos divertíamos como enanos, pues yo leía su artículo y él hacia lo propio con lo mío antes de que partieran a prensa. No pasó mucho tiempo para que yo lo pidiese que metiera su cuchara en la confección de La Calumnia Tuxpeña, pues conozco la ironía cáustica, mordaz de Baltazar y su trato fino del lenguaje.
No hubo funcionario público, personaje de la política de aquel entonces que no le hayamos picado las costillas o hurgado el fundillo desde La Calumnia Tuxpeña. Baltazar lo festejaba y yo también. Por razones obvias el lector entenderá que fuera de nuestros dardos estuvieron el gobernador y el alcalde en turno. A todos los demás nos los recetamos.
Una prueba superada se suscitó en la víspera del arranque de las elecciones federales para diputado del 2006. Iñigo Laviada candidato por el Pan, y a la sazón diputado, convino con el Noreste la cobertura de su campaña. Iñigo, sin embargo, temía a La Calumnia Tuxpeña, pues sabe que su personalidad es pasto seco para la chunga, para el choteo. De tal manera, que antes de su arranque de campaña, por intermediación de Santiago Lobato y José Mancha nos sentamos los cinco a tomar un café en El Quijote. Baltazar y yo convenimos no ponerle precio a los contenidos de La Calumnia Tuxpeña y les sugerimos a Iñigo Laviada y sus asesores que se mantuvieran tranquilos, siempre y cuando el candidato panista no diera motivos para ser objeto de sorna, de caricatura. Mas tarde, sin embargo, Baltazar se sumó a la campaña de Laviada como responsable de prensa.
Aquella Calumnia Tuxpeña, que yo hice debutar para el Noreste en Tuxpan, y que ahora continúa apareciendo, con otros autores, fue una joya rutilante en medio del habitual panorama gris de la prensa escrita en Tuxpan. “Territorio libre del periódico” atinó a calificarlo alguna vez Baltazar López, cuando orgullosos presumíamos el espíritu divertido que nos animaba. Por ello lamento que hoy sea la atalaya desde donde Baltazar pontifica a favor de Miguel Martín y su campaña electoral y denosta a los candidatos a diputado federal restantes.
El candidato del Pan Miguel Martín está sobrepasado con Baltazar López en su equipo de campaña. Baltazar, conociéndolo, debe sentirse “inútil como el semen de los ahorcados”; él tan notoriamente de hábitos liberales y progresistas codeándose con notarias personas cerradas de derechas.
(Segunda y última parte)
Quien alguna vez ha charlado con Baltazar López de asuntos ajenos a la política, de inmediato percibe que su interlocutor es un hombre culto, pero no pedante, sino sencillo. El tipo de hombre que le son familiares las divulgaciones de las artes y las ciencias. Su pasión, sin embargo, es la música, aunque sea no buen músico y peor cantante. Pero guarda en su memoria una inigualable colección de personajes y sucesos alrededor del mundo de la música alternativa de rock, blues y jazz, que concita la admiración de quien lo escucha. Su otra pasión es la lectura. Yo, que lo conozco, sin embargo creo que es un magnífico artista plástico. Su óleos son raros, conceptuales, pasables, pero sus dibujos a carbón y tinta sobre papel blanco están trazados con un sensibilidad exquisita. A mí me encantó el que tiene como tema central a un beisbolista. Nunca le pregunté el precio, y fui demasiado escrupuloso para proponerle adquirírselo a crédito. Javier Benítez quien ha dicho ser nuestro amigo, de Baltazar y mío, y que francamente no se lo creo, puede atestiguarlo pues recibió del dibujante un hermoso retrato de Janis Joplin, de a gratis, como le gustan las cosas a este veterano funcionario.
Hubo un tiempo medio en el que Baltazar López deseo ser escritor. El rechazo a su novela “El piano de John Lennon” de parte de la editorial Grijalbo, lo trajo de vuelta a la realidad mundana.
Hubo proyectos en mi juventud, caprichos que sin la colaboración de Baltazar López hubiesen sido imposibles que se me dieran. Uno de ellos fue la edición de una revista que titulamos con humor juvenil “La chaira”. Un tanto apenados por los contenidos que incluiríamos dudamos en poner nuestros nombres, pero finalmente, azuzados por el valor que da la notoriedad, aceptamos hacerlo. Puedo afirmar que sin la voluntad de Baltazar el proyecto no hubiera dado luz. Primero yo lo invité a que se uniera a grupo de amigos que tenía pensado editar una revista. En la tercera cita improductiva, y viendo que las reuniones acababan en borrachera, Baltazar que no es afecto al alcohol me propuso que el proyecto lo abrazáramos los dos y nadie más. Lo hicimos y la revista se presentó en febrero de 1994 en una reconocida cantina de la calle Mina (para Ripley, La Opinión le dio nota de primera plana (con foto) en Tuxpan destacando lo extravagante del evento)
Baltazar encontró en el periodismo una vocación que él mismo ignoraba. Conoció a don Javier Santos Llorente por conducto mío. Los presenté y de inmediato hicieron una buena química. El viejo hablaba y Baltazar lo escuchaba con reverencia. Su amistad, corta para mala fortuna, fue sin embargo profunda. El mejor perfil que he leído sobre don Javier Santos, el más humano, lo escribió Baltazar y tuve la fortuna de ser el primero en leerlo. Don Javier lo quiso y valoró el talento periodístico de Baltazar, de aquél Baltazar, debo decir. Lo estimó al grado que, en el último número que se quedó en galeras, pues una repentina úlcera sangrante tiró a don Javier y el editor Carlos Montiel se negó a imprimirlo, aprobó la inserción de un demoledor artículo crítico de Baltazar sobre el trabajo del doctor Obed Zamora como cronista de la ciudad. No guardo yo copia de ese manuscrito escrito con agudo sentido profesional, pero no me cabe duda que Baltazar debe mantenerlo en sus archivos, por su valor testimonial.
Recluté a Baltazar López para que escribiera una columna diaria en el Noreste, cuando fui subdirector de este periódico en Tuxpan, su pago era simbólico porque el periodismo en la provincia no da para más. Baltazar lo hizo con gusto sosteniendo su colaboración a diario. Yo, por entonces, inauguraba La Calumnia Tuxpeña, versión local de La Calumnia en Poza Rica. Ambos nos divertíamos como enanos, pues yo leía su artículo y él hacia lo propio con lo mío antes de que partieran a prensa. No pasó mucho tiempo para que yo lo pidiese que metiera su cuchara en la confección de La Calumnia Tuxpeña, pues conozco la ironía cáustica, mordaz de Baltazar y su trato fino del lenguaje.
No hubo funcionario público, personaje de la política de aquel entonces que no le hayamos picado las costillas o hurgado el fundillo desde La Calumnia Tuxpeña. Baltazar lo festejaba y yo también. Por razones obvias el lector entenderá que fuera de nuestros dardos estuvieron el gobernador y el alcalde en turno. A todos los demás nos los recetamos.
Una prueba superada se suscitó en la víspera del arranque de las elecciones federales para diputado del 2006. Iñigo Laviada candidato por el Pan, y a la sazón diputado, convino con el Noreste la cobertura de su campaña. Iñigo, sin embargo, temía a La Calumnia Tuxpeña, pues sabe que su personalidad es pasto seco para la chunga, para el choteo. De tal manera, que antes de su arranque de campaña, por intermediación de Santiago Lobato y José Mancha nos sentamos los cinco a tomar un café en El Quijote. Baltazar y yo convenimos no ponerle precio a los contenidos de La Calumnia Tuxpeña y les sugerimos a Iñigo Laviada y sus asesores que se mantuvieran tranquilos, siempre y cuando el candidato panista no diera motivos para ser objeto de sorna, de caricatura. Mas tarde, sin embargo, Baltazar se sumó a la campaña de Laviada como responsable de prensa.
Aquella Calumnia Tuxpeña, que yo hice debutar para el Noreste en Tuxpan, y que ahora continúa apareciendo, con otros autores, fue una joya rutilante en medio del habitual panorama gris de la prensa escrita en Tuxpan. “Territorio libre del periódico” atinó a calificarlo alguna vez Baltazar López, cuando orgullosos presumíamos el espíritu divertido que nos animaba. Por ello lamento que hoy sea la atalaya desde donde Baltazar pontifica a favor de Miguel Martín y su campaña electoral y denosta a los candidatos a diputado federal restantes.
El candidato del Pan Miguel Martín está sobrepasado con Baltazar López en su equipo de campaña. Baltazar, conociéndolo, debe sentirse “inútil como el semen de los ahorcados”; él tan notoriamente de hábitos liberales y progresistas codeándose con notarias personas cerradas de derechas.
1 comentario:
Roberto:
Pasaste de ser un socialista incomprendido, a ser el soplanucas de Tavo Greer.
En hora buena!
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