
Por Baltazar López Martínez
Los libros son como el mar: tarde o temprano te los encuentras. Las circunstancias de mi vida que les relaté hace poco fueron sólo las piezas que utilizó el azar para llevarme a ellos. Desde entonces me acompañan los libros, aunque mi padre opinó siempre que eso de leer libros (y también escribirlos) era una ocupación de huevones. No es una opinión muy original, por cierto, pero sí muy generalizada. Por lo general se considera que leer no sirve absolutamente de nada.
¿Sirve de algo leer? Sí y no, todo depende. Desde mi propia experiencia reconozco al menos dos razones para leer. La primera es, si ustedes quieren, una frivolidad, pero la segunda me parece de suma importancia
Antes que nada, leo por el mezquino motivo del placer. La literatura, como el resto de las artes, tiene como finalidad conseguir la belleza, ese algo indefinible que en términos pomposos podríamos llamar el hecho estético.
Les pregunto: ¿sirve de algo contemplar el paso cadencioso de una mujer hermosa (o la prestancia de un guapo galán, en el caso de las damas)? ¿Sirve de algo escuchar música, ir al cine o al teatro, ponerse frente a una fotografía o una pintura? En términos pragmáticos, no. No es necesario para vivir. Tampoco satisface alguna necesidad fisiológica imperante, como comer o aparearse. Sin embargo, la lectura ofrece a las personas una riqueza incalculable: la riqueza de las palabras. Esa es la segunda razón.
Somos palabras. El pensamiento está hecho básicamente de palabras. Construimos el modelo de la realidad a partir de las palabras. Sostenemos un diálogo constante con nosotros mismos hecho de palabras. Son la fuente de la inteligencia y del pensamiento ordenado. Las palabras conquistan al amor pero también desatan guerras. Mientras más palabras conozca una persona mayor será su comprensión del mundo y mayores sus capacidades.
Hace unos días estuve consultando los resultados de la famosa prueba ENLACE. Dice el sitio oficial de la SEP que esta prueba, “se aplica en Educación Media Superior para conocer en qué medida los jóvenes son capaces de poner en práctica, ante situaciones del mundo real, conocimientos y habilidades básicas (lectora y matemática) adquiridas a lo largo de la trayectoria escolar”.
Los resultados de la prueba en el municipio de Tuxpan no podrían ser más reveladores. De 1,532 alumnos que lo presentaron, sólo 100 alcanzaron la calificación de Excelente en Habilidades Lectoras. Apenas poco menos del 7 por ciento. 638 de ellos alcanzaron el nivel Bueno; 499 calificaron en el nivel Elemental y el resto obtuvieron Insuficiente.
Ante este panorama, sé que invitarlos a leer es una causa perdida, un ideal romántico, por decirlo de alguna manera. Mi intención a lo largo de estas colaboraciones será transmitirles en la medida de lo posible mi entusiasmo por la literatura. Escribiré sobre los libros que me gustan y trataré de comentarles por qué me gustan. Además, colocaré un enlace para que ustedes, si lo desean, puedan bajar el libro de la red y leerlo, aunque sea en la computadora.
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