Por Uriel Flores Aguayo
urielfloresaguayo@hotmail.com
Algo es algo: en la elección interna del PRD veracruzano se pasó del cochinero al cochinerito. Llegar a una elección un poco más organizada y vigilada se ilustra con el dato siguiente: el grupo hegemónico, hasta ahora, en año y medio pasó de más de cuarenta mil a andar arañando los quince mil votos. A pesar de que fueron menores y aislados los incidentes de esa jornada electoral, la percepción que se tiene es muy adversa a la imagen del PRD, como que está pagando los altos niveles de descrédito en que se encuentra; creo mala fama y, ahora, le va a costar superarla.
Algunos equipos y dirigentes estatales ya no participamos directamente en dicha elección ante el reiterado escenario de pragmatismo y descomposición. Tal y como lo previmos, la nota dominante fueron las descalificaciones y el bajo nivel político. Era muy difícil, casi imposible, intentar limpiar un chiquero con una escobeta y un botecito de agua. Aunque hay valientes o “deschavetados”.
El sistema de elección interna del PRD nació con las mejores intenciones, democráticas e innovadoras, pero se transformó en un método corruptor por definición. Este procedimiento premia al malandrín y castiga al que trabaja honestamente. A los dirigentes y organizadores partidarios les lleva años ganarse la confianza de los ciudadanos vueltos militantes y convencerlos de darles su apoyo, mientras que a los mercenarios les bastan dos o tres semanas para, aprovechándose de un inflado y erróneo padrón de afiliados, contactar a pequeños dirigentes que, siguiendo o no en el partido, tengan la posibilidad de movilizar a grupos de votantes a cambio de dinero y despensas. En varios municipios obtienen la mayoría personajes que entran y salen del PRD y que andan en otros partidos, pero que cuentan con el respaldo económico y material de grupos estatales y nacionales.
Muchos de los problemas que tiene el PRD en Veracruz tienen su origen en las llamadas corrientes nacionales las que, asentadas y enriquecidas en el D.F., ven a las entidades federativas como espacios de manipulación y plataformas de negociación. Son ellas las que fomentan todo tipo de irregularidades y amparan con impunidad a quienes causan disturbios en las filas del sol azteca local.
De la elección del 8 de noviembre pasado se pueden decir algunas cuestiones, como que es un método agotado, que se siguen dando casos de relleno de actas, que se ofrecen cosas por el voto y que, si acaso, la mitad de los cuarenta y ocho mil votos reconocidos son de verdaderos militantes del PRD.
Llama la atención la actitud muy descompuesta, entre histérica y envenenada, de algunos grupitos cuya hechura descansa en la nómina de cargos partidarios o de representación popular, tal como sucede con los muy chuscos y torpes empleados del diputado “trastupijes”. Cuando se den cuenta que solo han servido de cobertura a la corrupción, enriquecimiento y mitomanía de ese personaje, ya será tarde y quedarán en el vació.
El resultado del 8 de noviembre arroja una nueva correlación en el PRD veracruzano. En un primer nivel se conforman dos bloques mayoritarios, los encabezados por Rogelio Franco y Juan Carlos Mezhua; en un segundo nivel, con alcances medianos, está el bloque que encabeza el senador Arturo Hervís; en un tercer nivel, el resto, está la “chiquillada” del sol azteca. Por lo tanto, para darse dirección y estabilidad se requiere el acuerdo de los del primer nivel más el del segundo, como condición indispensable para que el PRD funcione; con los demás se puede hacer algo en la medida que desarrollen mínimos de seriedad para fortalecer un proyecto común.
Con todo y la vergüenza, pero con voluntad y decisión, el PRD debe plantearse brincar de la nota roja a la política, alejarse de su vida casera y autoconsumo, tener utilidad social y ligarse al debate público del estado y a los asuntos colectivos donde tienen interés los veracruzanos. Para que valga la pena se requiere un PRD serio, fuerte, crítico, independiente, transparente y confiable. Si para lograrlo hay que tirar algo de lastre que venimos arrastrando, hay que hacerlo sin miramientos ni pensando en el qué dirán los oportunistas, los mercenarios y los bufones; esos, se compran y se venden por kilo, normalmente distorsionan y estorban.
Recadito: Seguimos festejando los veinte años del MOPI.
urielfloresaguayo@hotmail.com
Algo es algo: en la elección interna del PRD veracruzano se pasó del cochinero al cochinerito. Llegar a una elección un poco más organizada y vigilada se ilustra con el dato siguiente: el grupo hegemónico, hasta ahora, en año y medio pasó de más de cuarenta mil a andar arañando los quince mil votos. A pesar de que fueron menores y aislados los incidentes de esa jornada electoral, la percepción que se tiene es muy adversa a la imagen del PRD, como que está pagando los altos niveles de descrédito en que se encuentra; creo mala fama y, ahora, le va a costar superarla.
Algunos equipos y dirigentes estatales ya no participamos directamente en dicha elección ante el reiterado escenario de pragmatismo y descomposición. Tal y como lo previmos, la nota dominante fueron las descalificaciones y el bajo nivel político. Era muy difícil, casi imposible, intentar limpiar un chiquero con una escobeta y un botecito de agua. Aunque hay valientes o “deschavetados”.
El sistema de elección interna del PRD nació con las mejores intenciones, democráticas e innovadoras, pero se transformó en un método corruptor por definición. Este procedimiento premia al malandrín y castiga al que trabaja honestamente. A los dirigentes y organizadores partidarios les lleva años ganarse la confianza de los ciudadanos vueltos militantes y convencerlos de darles su apoyo, mientras que a los mercenarios les bastan dos o tres semanas para, aprovechándose de un inflado y erróneo padrón de afiliados, contactar a pequeños dirigentes que, siguiendo o no en el partido, tengan la posibilidad de movilizar a grupos de votantes a cambio de dinero y despensas. En varios municipios obtienen la mayoría personajes que entran y salen del PRD y que andan en otros partidos, pero que cuentan con el respaldo económico y material de grupos estatales y nacionales.
Muchos de los problemas que tiene el PRD en Veracruz tienen su origen en las llamadas corrientes nacionales las que, asentadas y enriquecidas en el D.F., ven a las entidades federativas como espacios de manipulación y plataformas de negociación. Son ellas las que fomentan todo tipo de irregularidades y amparan con impunidad a quienes causan disturbios en las filas del sol azteca local.
De la elección del 8 de noviembre pasado se pueden decir algunas cuestiones, como que es un método agotado, que se siguen dando casos de relleno de actas, que se ofrecen cosas por el voto y que, si acaso, la mitad de los cuarenta y ocho mil votos reconocidos son de verdaderos militantes del PRD.
Llama la atención la actitud muy descompuesta, entre histérica y envenenada, de algunos grupitos cuya hechura descansa en la nómina de cargos partidarios o de representación popular, tal como sucede con los muy chuscos y torpes empleados del diputado “trastupijes”. Cuando se den cuenta que solo han servido de cobertura a la corrupción, enriquecimiento y mitomanía de ese personaje, ya será tarde y quedarán en el vació.
El resultado del 8 de noviembre arroja una nueva correlación en el PRD veracruzano. En un primer nivel se conforman dos bloques mayoritarios, los encabezados por Rogelio Franco y Juan Carlos Mezhua; en un segundo nivel, con alcances medianos, está el bloque que encabeza el senador Arturo Hervís; en un tercer nivel, el resto, está la “chiquillada” del sol azteca. Por lo tanto, para darse dirección y estabilidad se requiere el acuerdo de los del primer nivel más el del segundo, como condición indispensable para que el PRD funcione; con los demás se puede hacer algo en la medida que desarrollen mínimos de seriedad para fortalecer un proyecto común.
Con todo y la vergüenza, pero con voluntad y decisión, el PRD debe plantearse brincar de la nota roja a la política, alejarse de su vida casera y autoconsumo, tener utilidad social y ligarse al debate público del estado y a los asuntos colectivos donde tienen interés los veracruzanos. Para que valga la pena se requiere un PRD serio, fuerte, crítico, independiente, transparente y confiable. Si para lograrlo hay que tirar algo de lastre que venimos arrastrando, hay que hacerlo sin miramientos ni pensando en el qué dirán los oportunistas, los mercenarios y los bufones; esos, se compran y se venden por kilo, normalmente distorsionan y estorban.
Recadito: Seguimos festejando los veinte años del MOPI.
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