sábado, 19 de junio de 2010

EL DEBATE CHIQUITO


Por Uriel Flores Aguayo
urielfloresaguayo@hotmail.com

De entrada es indispensable ubicar en lo general las definiciones de debate. Me quedo con dos que me parecen básicas: la primera indica que es una discusión donde se exponen ideas y temas con argumentos que chocan entre si; la segunda señala que es una manera de presentar puntos de vista opuestos sobre un mismo tema. Sobre esas bases es muy sencillo demostrar que quienes se oponen a un debate que incluya crítica y contradicción en realidad lo están rehuyendo o descalificando.

Los debates de alto nivel en México tuvieron su bautizo en la elección presidencial de 1994, en el célebre encuentro entre el ahora secuestrado Diego Fernández de Ceballos, el gris expresidente Ernesto Zedillo y Cuauhtémoc Cárdenas. Después adquirieron carta de naturalización en todo el país. Así, tuvimos debates presidenciales en el 2000 y 2006, en esa elección en dos oportunidades ya que a la primera no asistió AMLO, en el D.F., estados y municipios.

Nuestra lenta, deformada y regresiva transición democrática ha tenido una de sus peores expresiones en las increíbles dificultades para que se den debates electorales de manera simple, rápida y constante. Con una clase política más interesada en los negocios que en las ideas, en mucho chicharronera, ha resultado casi imposible que se organicen debates. Desde el autoritarismo se sigue pensando que son una pérdida de tiempo o que deberían ser pasarelas y monólogos.

Estamos muy lejos, da pena, de la realidad política de Estados Unidos y de Europa, donde debatir es tan normal como obligatorio para aquellos que quieren manejar cargos públicos. En este como en otros temas exhibimos atraso y mediocridad.

En mi calidad de candidato tuve la oportunidad hace unos días de participar en un debate organizado en Xalapa por el IEV. Se trató de un ejercicio pequeño y muy acotado. Me pareció muy pobre para el tamaño de Veracruz, la importancia de nuestro municipio y el presupuesto que maneja el IEV. Salvo una trasmisión radiofónica en vivo lo demás era por internet, con deficiencias, y lo que registraran los medios de comunicación presentes. Los temas eran acartonados y no permitían una exposición más amplia y directa. Pero es lo que hay.

Para que tengamos democracia de más calidad, elecciones modernas y un árbitro de vanguardia la prueba será hacer muchos debates, más abiertos y con proyección en vivo en medios masivos de comunicación.

De ese debate xalapeño me quedé con la impresión de que el PAN sigue sin ideas de los problemas de nuestro municipio y de que el PRI no trae proyecto ni propuestas, que viene hueco, escudándose en la sonrisa de su candidata y en las frases que le dictan la ocurrencia o la mercadotecnia. Un debate más exigente y esclarecedor requiere a las televisoras y a las radiodifusoras; esa sí sería una prueba de fuego para mostrar la visión, el perfil y las capacidades de los aspirantes.

Constato con el debate y el entorno electoral de esta campaña que nuestra democracia es meramente formal, que se le apuesta a la ignorancia de la gente y que se pretende por todos los medios mantener un sistema de manipulación que tiene a Xalapa en el abandono y sin rumbo. Es para que se nos paren los pelos de punta ver que el partido gobernante a nivel local cree que los problemas de Xalapa tienen que ver con la belleza; o sea, que le pongamos chapitas al desempleo, a la inseguridad, a la contaminación y a otros tantos problemas.

Recadito: Ya me invitó la CANACO, los empresarios xalapeños están mostrando más seriedad de la que yo pensaba.

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