sábado, 3 de julio de 2010

LA ESTRATEGIA DE CALDERON


Por Uriel Flores Aguayo
urielfloresaguayo@hotmail.com
Cada vez son más llamativas y preocupantes las actitudes y los enfoques que diferentes sectores le dan a la violencia desatada por el narcotráfico en nuestro país. Domina el desdén y la superficialidad. Desde la clase política surge una pobreza estremecedora: los oficialistas hablan del “valor” de Felipe Calderón, agregando un patético afán proselitista; desde la oposición se hacen críticas simples y absurdas, intentando hacer amarillismo con el número de muertos, haciendo improcedentes comparaciones de entidad a entidad y, sobre todo, evadiendo responsabilidades.
En ambos casos se carece, o se tiene un nivel muy bajo, de visión y compromiso de estado. Es el colmo, visto el poder letal de los cárteles, que todavía se emitan discursos o posiciones de cuestionamiento a la guerra contra el narcotráfico, de llamados al retiro del ejército y, pero aún, de lavada de manos; como si los municipios y entidades fueran islas, como si los problemas violentos no nos atañeran, como si no sufriéramos algunas de las manifestaciones de la mafias.
La prensa también ha contribuido a generar miedos, por su ignorancia y por su adscripción política. A lo más que llega es al amarillismo. Evidentemente no tenemos una prensa que sea capaz de entender ese fenómeno, darle un contexto, y manejarlo con profesionalismo y principios periodísticos. Es ofensivo para las víctimas inocentes y de las fuerzas armadas, que la prensa se regodee, cotidianamente, con el número de muertos como si se tratara primitivamente de un censo macabro.
Se dice que la estrategia está mal, que la culpa es del gobierno federal y que hay que replantear todo. Esta postura puede tener razón en algo, por supuesto, sin embargo elude los problemas principales: la debilidad del estado mexicano, la falta de preparación de las fuerzas armadas y, sobre todo, el brutal poderío armado de las bandas del narcotráfico. Qué otra estrategia habría más allá del intento tardío y lento de desarmar a los narcotraficantes; casi nada, porque el ataque a su fondos económico es complementario, así como son indispensables los sistemas de inteligencia.
El oportunismo político, la demagogia y la falta de responsabilidad lleva al extremo de culpar al combate al narcotráfico por el asesinato del candidato del PRI al gobierno de Tamaulipas.

Este caso, como otros, nos debe llevar a que se hable con la verdad al país, que se diga qué fue lo que pasó ahí, hasta dónde hay complicidades políticas con el narcotráfico en ese y otros estados.
Si no es con visión de estado, pactos internacionales y democracia el problema del terror que están generando las mafias nunca se va a resolver o, peor aún, nos va a traer inimaginables escenarios de descomposición social. El gobierno gringo tiene la obligación de controlar el tráfico de armas hacia nuestro país, además de reducir el consumo de drogas de su población. México requiere democracia plena, tal condición supone estado de derecho, cero impunidad y corrupción, sociedad civil fuerte y fortalecimiento de las instituciones públicas. La participación ciudadana es indispensable en éste y otros problemas nacionales pero sólo se puede dar en sociedades libres, es decir, sin mordaza y manipulación. Son importantes los gobiernos para superar el terrible problema de la violencia del narcotráfico pero más importante son la prevención y la participación de los ciudadanos.
Este problema es real y muy serio, expansivo y duradero, más nos vale asumirlo así y actuar en consecuencia.
Recadito: La lucha por una Xalapa digna seguirá por siempre.

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