
Por Uriel Flores Aguayo
urielfloresaguayo@hotmail.com
Así como cada ciudad y población en general tienen determinadas posibilidades de trabajo en Xalapa el empleo gira en torno al servicio público y al comercio, sin omitir el peso que tienen la albañilería y los choferes de taxis. Sobresalen las burocracias de los tres niveles, más la universidad veracruzana y los organismos autónomos, por tratarse de la capital del estado.
Nuestra movilidad social depende de la laboral y ésta se encuentra totalmente atrofiada y controlada; no se guía por planeación y capacidades sino por manejos políticos y redes corporativas. Sin ilusión alguna podría suponerse que las escuelas de educación superior mejorarían las tendencias y perspectivas de los jóvenes que aspiran y necesitan ingresar al mercado laboral; no es así; la mayoría de las universidades privadas únicamente son un negocio donde casi todos sus estudiantes no tienen ningún futuro a nivel local. Con ligereza e irresponsabilidad saturan de carreras que, por lo menos aquí, tienen pocas oportunidades. Además de su intranscendencia todavía se difunden con lemas y frasecitas ridículas y de mal gusto. Tampoco la universidad veracruzana da muestras de un mayor y serio compromiso social. Los muchachos que egresan de las universidades, tecnológicos y normales difícilmente van a poder ocupar un puesto de trabajo en alguna dependencia pública ya que su acceso no es abierto, por meritos ni transparente. Las dependencias se manejan con criterios patrimonialistas, donde hay quienes se asumen como dueños de lo que considera su parcela, es decir, si no eres recomendado por algún funcionario o por el sindicato correspondiente más vale que ni lo intentes. Trátese del poder judicial o legislativo, el sector educativo, el ayuntamiento, delegaciones federales y todo tipo de dependencias públicas, en todas ellas, lo que cuenta es el parentesco. Se respira en este ambiente un tufo de edad media, primitivo e injusto. Las aéreas de seguridad pública son casi las únicas que más o menos están abiertas.
El comercio da muchos empleos, tanto las empresas grandes como negocios chiquitos, pero muy mal pagados, con salarios de hambre y con pocas posibilidades de que ahí se tenga un proyecto de vida. De hecho, es notable la deserción y la inestabilidad laboral en esos centros de trabajo. La precariedad con que viven la inmensa mayoría de los asalariados del comercio se explica por la explotación de que son objeto. Es indigno, habla muy mal de ellos, que muchos patrones piensen que un empleado y su familia pueden vivir humanamente con el salario mínimo.
El panorama es desolador, todo se deja pasar y hacer, casi nadie hace nada, no se ven políticas públicas y programas encaminados a atender esa problemática. Quién sabe que será más peligroso: el conformista burócrata o asalariado con ingresos de sobrevivencia o los rencorosos NiNIS a los que les empieza a gustar la actividad delictiva, vista la impunidad que se genera desde una inútil y descompuesta clase política.
Ante estos problemas resultan chocantes, ridículos y ofensivos los funcionarios públicos que, obscenamente, utilizan su tiempo y los recursos públicos para promover sus carreras políticas. Ven la tempestad y no se hincan, poco falta para que los empiecen a recibir a huevazos, lo cual no pasará de un hecho folklórico ante la posibilidad real de que vivamos enérgicas protestas sociales. Recadito: el fantasma del PRD recorre Veracruz, menos en Coxquihui y José Azueta.
urielfloresaguayo@hotmail.com
Así como cada ciudad y población en general tienen determinadas posibilidades de trabajo en Xalapa el empleo gira en torno al servicio público y al comercio, sin omitir el peso que tienen la albañilería y los choferes de taxis. Sobresalen las burocracias de los tres niveles, más la universidad veracruzana y los organismos autónomos, por tratarse de la capital del estado.
Nuestra movilidad social depende de la laboral y ésta se encuentra totalmente atrofiada y controlada; no se guía por planeación y capacidades sino por manejos políticos y redes corporativas. Sin ilusión alguna podría suponerse que las escuelas de educación superior mejorarían las tendencias y perspectivas de los jóvenes que aspiran y necesitan ingresar al mercado laboral; no es así; la mayoría de las universidades privadas únicamente son un negocio donde casi todos sus estudiantes no tienen ningún futuro a nivel local. Con ligereza e irresponsabilidad saturan de carreras que, por lo menos aquí, tienen pocas oportunidades. Además de su intranscendencia todavía se difunden con lemas y frasecitas ridículas y de mal gusto. Tampoco la universidad veracruzana da muestras de un mayor y serio compromiso social. Los muchachos que egresan de las universidades, tecnológicos y normales difícilmente van a poder ocupar un puesto de trabajo en alguna dependencia pública ya que su acceso no es abierto, por meritos ni transparente. Las dependencias se manejan con criterios patrimonialistas, donde hay quienes se asumen como dueños de lo que considera su parcela, es decir, si no eres recomendado por algún funcionario o por el sindicato correspondiente más vale que ni lo intentes. Trátese del poder judicial o legislativo, el sector educativo, el ayuntamiento, delegaciones federales y todo tipo de dependencias públicas, en todas ellas, lo que cuenta es el parentesco. Se respira en este ambiente un tufo de edad media, primitivo e injusto. Las aéreas de seguridad pública son casi las únicas que más o menos están abiertas.
El comercio da muchos empleos, tanto las empresas grandes como negocios chiquitos, pero muy mal pagados, con salarios de hambre y con pocas posibilidades de que ahí se tenga un proyecto de vida. De hecho, es notable la deserción y la inestabilidad laboral en esos centros de trabajo. La precariedad con que viven la inmensa mayoría de los asalariados del comercio se explica por la explotación de que son objeto. Es indigno, habla muy mal de ellos, que muchos patrones piensen que un empleado y su familia pueden vivir humanamente con el salario mínimo.
El panorama es desolador, todo se deja pasar y hacer, casi nadie hace nada, no se ven políticas públicas y programas encaminados a atender esa problemática. Quién sabe que será más peligroso: el conformista burócrata o asalariado con ingresos de sobrevivencia o los rencorosos NiNIS a los que les empieza a gustar la actividad delictiva, vista la impunidad que se genera desde una inútil y descompuesta clase política.
Ante estos problemas resultan chocantes, ridículos y ofensivos los funcionarios públicos que, obscenamente, utilizan su tiempo y los recursos públicos para promover sus carreras políticas. Ven la tempestad y no se hincan, poco falta para que los empiecen a recibir a huevazos, lo cual no pasará de un hecho folklórico ante la posibilidad real de que vivamos enérgicas protestas sociales. Recadito: el fantasma del PRD recorre Veracruz, menos en Coxquihui y José Azueta.
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