Por Uriel Flores Aguayo
urielfloresaguayo@hotmail.com
En las fiestas de
la navidad una de las más bonitas tradiciones es la de los Reyes Magos, que
tiene origen cristiano pero también componente popular. Ahora, los Reyes Magos,
que siempre fueron más lo segundo que lo primero, comparten espacio con Santa Claus
(papa Noel), que se ha instalado en el mundo por la fuerza económica y cultural
de los Estados Unidos. La tradición de
los Reyes Magos, que nos llegó de España, es una de las representaciones y
momentos más bonitos y sublimes de los niños. Es la ilusión de pedir juguetes y
otras cosas después de haber hecho meritos, es un momento mágico y feliz para los niños que creen haberse
portado bien y actuado correctamente; es
un premio largo y ansiosamente esperado, es la ratificación anual de la
justicia y la bondad. Como casi todo en
la vida, simbolismos aparte, es una festividad muy firme en la primera
infancia, con dudas en la segunda y extinta un poco antes de la pubertad. Los
contrastes de esas fechas tienen que ver con la desigualdad social
y la marginación: niños dignos y buenos que no reciben nada porque sus
Reyes Magos son muy pobres o se transformaron en esclavos y brujos por el
sistema dominante.
Es asombrosa la representación
que todos hacemos en torno a la tradición de los Reyes Magos, que cuando
adquieren formas de los papás y las mamás, juntos o separados, nadie se enoja
ni se desilusiona. Lo mágico del momento tiene que ver con la alegría desbordada de los niños pero también con la satisfacción
de los papás, difícilmente tan queridos y adorados después de esa etapa .Me
chocan los grillos, politiqueros y falsos filántropos que utilizan esta costumbre
para obtener popularidad, muchas veces con recursos públicos o ajenos de otro
tipo.
Estas fiestas, con
las modificaciones del tiempo y hasta de la mercadotecnia, nunca van a desaparecer,
tienen vida propia y van a perdurar por los siglos de los siglos; es cuestión
de fe, como todo en la religión y hasta en la vida; como la virgen de Guadalupe
que, manejos eclesiales aparte, mueve a la mayoría de los mexicanos. Así que,
con el anglosajón Santa Claus y todo,
los tres Reyes Magos van a seguir despertando las ilusiones y las sonrisas de
los niños.
Creo que todos
alguna vez hicimos una carta a Melchor,
a Gaspar y a Baltasar, es decir, creímos en la magia de nuestros personajes y
apelamos a la compensación de nuestra
buena conducta. Como adultos siempre estamos tentados a pedirle algo a los
Reyes Magos, que riendo que exista en versión moderna o creyendo que podemos
lograr algo de ciertos poderes mágicos. No es ingenuo, hay realismo y
motivación, si hacemos una carta para el 2012, para México; pero hacerla a
nosotros mismos y a los lideres, involucrándonos en los asuntos colectivos y
asumiendo también un papel de liderazgo.
Que nuestra carta a
los Reyes Magos, por llamarlos de alguna manera acorde al momento, sea una carta ciudadana que se dirija a los
gobernantes, a la clase política, a los
lideres en general, a las figuras públicas, a los empresarios y al pueblo. Que
por medio de esa carta plasmemos nuestra opinión sobre el estado de cosas,
donde se incluyan sentimientos y visiones, peticiones y exigencias, propuestas
y plazos. Que en ese escrito de millones de personas, de voluntades, se hable
de un país justo, en paz, sano, libre y de bienestar. Nuestro pronunciamiento,
seguido de acciones y compromisos, para que no sea un rollo y tomadura de pelo
a los Reyes Magos, debe ir claramente contra la desigualdad, la
injusticia, la pobreza, la violencia, la
demagogia, la frivolidad, la ignorancia, el clasismo y el racismo. Debe ser
nuestra declaración de principios, con derechos y obligaciones, de tal manera
que no permitamos que algunos se hagan rosca, de la que sólo debe haber con
muñequitos y chocolate el seis de enero.
Urielfloresaguayo@hotmail.com
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